Cataluña es hoy un país a la deriva. El Parlament no legisla, el Govern no gobierna y el president, incapaz de asumir la realidad, ejerce su vocación de activista-agitador, apareciendo en ocasiones como "coordinador" de los CDR/CUP a los que excita y llama a la movilización permanente. ERC, confiando en una sentencia dura del Tribunal Supremo, intentará convocar elecciones, que con un electorado secesionista movilizado, les podrían dar el gobierno de la Generalitat. Los restos de Convergència disputándose los despojos de la misma y sin ninguna intención de abrir un proceso electoral, antes deberán dilucidar el vencedor de la lucha fratricida entre los seguidores del hombre de Waterloo y el "resucitado" Artur Mas, ambos rancios herederos del pujolismo mutado en secesionista.

En este escenario cargado de entropía y sumido en el esperpento, aparece en Cataluña el líder de Más Madrid, Iñigo Errejón. Comienza en el campo de juego de ''l'esquerra de debò" ("la izquierda de verdad") una apasionante partida de ajedrez. Mientras que, por una parte, Pablo Iglesias comulga abiertamente con la pulsión más nacional-soberanista de Jaume Asens (el hombre de Colau en Madrid), unidos ambos en el interés en demoler lo que ellos llaman "el régimen del 78", por otra, Errejón conecta mas fácilmente con la corriente federalista de los comunes, vinculada emocionalmente a los antiguos diputados Joan Coscubiela  y Luis Rabell. Pero el efecto Errejón no solo afectará en Cataluña a los seguidores de Colau-Asens, sino que puede tener influencia sobre los resultados del partido socialista en Cataluña.

La entrada de un nuevo partner de la izquierda en Cataluña es sin duda un riesgo para el PSC pero al mismo tiempo una oportunidad. El socialismo catalán ha demostrado ser un elemento de estabilidad y centralidad política, siendo capaz de pactar con Colau en el Ayuntamiento de Barcelona y con JxCat para gobernar la Diputación. El PSC tiene la oportunidad de defender no solo las reivindicaciones sociales de las clases menos favorecidas, sino también sus derechos de ciudadanía, sus derechos lingüísticos y sus sentimientos de doble identidad y pertenencia. Como muy acertadamente ha apuntado el historiador y articulista Joaquim Coll, ha llegado el momento de abordar sin complejos la posibilidad de abrir un debate racional sobre el modelo lingüístico escolar. La inmersión fue un éxito que facilitó la integración de los "nous catalans" ("nuevos catalanes"), y dejó de serlo cuando se instrumentalizó para imponer una ideología y un modelo de país que dejaba fuera a más de la mitad de sus ciudadanos. La catalanidad no puede estar reducida a una sola lengua y cultura, Cataluña es mucho más plural y diversa.

El socialismo catalán deberá abandonar definitivamente veleidades identitarias, liderar en Cataluña la defensa de los valores constitucionales y priorizar una agenda socioeconómica que ponga el acento en la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de los ciudadanos catalanes. Después de una década de procesismo retrógrado y conservador, deberá desarrollar una agenda modernizadora de la economía y de la sociedad catalana y recuperar la Barcelona cosmopolita y metropolitana como capital española y mediterránea.

El PSC debe situar como vector prioritario de su acción sociopolítica la conexión con el mundo del trabajo, y para ello debe intentar recuperar la cultura socialista de la UGT catalana, acercarse a los muchos sindicalistas de CCOO que no se sienten cómodos con el populismo de los comunes, facilitando espacios de colaboración y entendimiento con los huérfanos de las desaparecidas formaciones políticas del PSUC e ICV, cada vez mas incómodos en la confusión soberanista del magma de los comunes.

El PSC tiene que ser un espacio político que consolide la conexión solidaria y cultural de Cataluña con el resto de España. De alguna manera, la suerte del PSC es la de Cataluña.