Celebro que Pedro Sánchez no quiera pactar con Pablo Iglesias, porque ese gobierno de coalición sería tóxico para lo que importa, España.
Con Podemos se puede tomar un café, pero no sentarse en la mesa de la Moncloa, porque la taza que ofrecerá Pablo a Pedro es cicuta, a través de terceros. No hay peor escenario para España, es un suicido colectivo. Pedro lo sabe.
No peligra España --la nación es más fuerte que lo que aparenta, viendo su clase política--, sino la economía, que es lo más importante para el bienestar de los españoles. Todos los políticos hablan bien porque son, sin excepción, vendedores de crecepelos.
Entiendo las posturas de todos, salvo la de Albert Rivera. Porque su posición radical es un suicidio político.
Casado no va abstenerse, porque la naturaleza del PP no es la de facilitar el gobierno al PSOE. Pero sí tenía que ser la de Ciudadanos, porque nació como un partido joven que no era de rojos ni azules, sino en principio era un partido bisagra, que ha cogido un color butano que no reconoce ni la madre que lo parió, Francesc de Carreras...
Albert Rivera no sólo es un chico guapo, sino el dueño de un partido tan presidencialista como el de Pablo Iglesias. No son partidos nuevos, sino tan viejos como el comunista, y Albert es el arquetipo de un trepa. Es un personaje de cartón-piedra. Una estafa.
Me recuerda a las lágrimas de San Lorenzo, adelantadas tres semanas en la noche sombría de esta España de vendedores. Los más auténticos personajes son los dos extremos: Abascal y Puigdemont.
Nadie me tiene que decir cómo es Rivera: una filfa. Lo conocí cuando nadie lo conocía. En una cena, le pregunté en el restaurant Mirallet, en el centro de Granollers, por qué no pactaba con Rosa Díez, de UPyD. Y me contestó que lo había intentado, pero la exsocialista vasca no había querido.
Ni una cara guapa como Albert Rivera: es un Narciso que acabará temblando como la luna en el estanque, que no es dorado cuando se le lanza una piedra.
Es la mentira de Rivera esta noche oscura. Rivera se ahogará por sus mentiras, porque no defiende lo que quieren sus votantes, que hubieran preferido atar al aventurero Pedro Sánchez. No le salvará ni Malú...
PD.: Nunca me hubiera imaginado que añoraría a la generación anterior.