La ortodoxia procedimental, ganas de repartir negocio entre empresas, ciertos complejos o un despiste mayúsculo llevaron al Ministerio del Interior a elegir a Scytl como proveedor del recuento provisional de las elecciones del 26M en lugar de la opción natural, Indra. Dicen que un pliego de condiciones con demasiado peso en lo económico inclinó la balanza hacia la oferta más barata. La clara ventaja de Indra en la parte técnica no pudo con el 20% de ahorro que ofrecía Scytl, 8,7 millones frente a 10,8 millones, ambas ofertas por debajo de los 12 millones que marcaban el techo teórico de la licitación.

Scytl jugaba con ventaja a la hora de configurar su oferta, pues no hace mucho fichó al hasta hace un año responsable de los procesos electorales de Indra, un excelente profesional con muchos años de experiencia a sus espaldas que no tenía, como tantos otros, lugar en la nueva Indra. Pero ni toda su experiencia acumulada pudo suplir en tres meses la falta de pericia de la joven Scytl.

Lo que se le pide a un proveedor en un día de elecciones es que recoja la información de las mesas, participación y votos, la agregue y la presente de manera clara y fiable. A priori no parece muy complicado, pero si nos fijamos en los detalles no es, ni mucho menos, una tarea banal. Hay que atender unos 24.000 locales electorales distribuidos por más de 8.100 municipios que albergan a más de 60.000 mesas y al confluir locales, europeas, la mayoría de autonómicas y en algunas comunidades elecciones directas a las diputaciones o a los cabildos, estas mesas tenían 2, 3 o hasta 5 urnas diferentes (el Parlamento canario se elige en doble urna). Hay que estar comunicado presencial o telemáticamente con todas las mesas y reaccionar pronto ante las incidencias.

La ventaja de Indra es que lleva décadas haciéndolo y sabe dónde, cuándo y cómo disponer personas y tecnología. No es que sean más listos, es que han pasado muchas noches electorales. Si su oferta era más cara probablemente era porque sabe lo que cuesta todo el despliegue logístico. Hay que pagar, aunque sea poco, a muchísima gente para estar presentes de una u otra manera en todas las mesas electorales. A veces lo barato sale caro.

El resultado ya lo conocemos, anécdotas como que en la calle Ferraz, donde se ubica la sede del PSOE, la opción más votada fue la Falange o que en el extremeño municipio de Zafra el fugado Puigdemont obtuvo un buen puñado de votos. Anécdotas más gruesas fueron las asignaciones erróneas de concejales en Ibiza o León, pero que unas y otras demuestran la fortaleza de nuestro sistema electoral pues las actas prevalecen a la información adelantada y no se ha cometido ningún error insalvable.

No deja de ser curioso que el Estado elija para una tarea tan importante a una empresa perteneciente a fondos de inversión cuya lícita aspiración es recompensar a sus accionistas mediante una salida a bolsa o una venta, frente a una empresa en la que el propio Estado, a través de la SEPI, ostenta casi el 20% del capital. Con esta licitación Indra no solo ha perdido ingresos, sino que se ha debilitado su imagen en el campo internacional: si no es capaz de ganar las elecciones en España cómo las va a ganar en otros países. Eso seguro que no pasa en Francia o en Alemania, lugares donde se licita con igual o más limpieza que aquí, pero donde se defiende a sus empresas en el mundo.

Me contaba no hace mucho un responsable político que con la que ha caído la intervención de los políticos en las licitaciones es prácticamente nula. Está bien que no interfieran por intereses espurios, pero no pueden esconderse en los técnicos cuando cometen errores al menos por omisión. Un pliego de condiciones de unas elecciones no puede dirimirse por dos millones de ahorro.

Este error no pasa de algún susto para algunos candidatos y, sobre todo, es fuente de chascarrillos durante días. Esperemos que las licitaciones de puentes, túneles, material sanitario, trenes y en general bienes y servicios que impactan en la seguridad y en la salud de todos nosotros sean algo más sesudas y no siempre se opte por la oferta low cost. Con lo de comer no se juega.


(NOTA: He trabajado durante más de diez años en el Grupo Indra, hasta enero de 2017. Mi opinión no está influida por ello, pero es un dato que creo debe conocer el lector).