Visto lo visto en la recta final hacia las urnas, no es de extrañar que, para sacudirse de encima el tedio, media España estuviera pendiente del salto de la Pantoja desde el helicóptero a la isla de los caníbales televisivos. Lo de medio país es una hipérbole, claro, pero el momentazo cosechó una cuota de pantalla de nada menos que el 45,1% de la audiencia. Un porcentaje, por cierto, muy próximo al de los indecisos, al de quienes aún no han escogido papeleta: el 41,6% del censo, según el último barómetro del CIS.
Si los debates sirven para reforzar al convencido y decantar alguna balanza del titubeante, me temo que el empacho de esta semana solo ha contribuido a incrementar la confusión (y el temblor). No quieres caldo, toma tres tazas. Tres pugnas televisivas (TVE, Atresmedia y TV-3) que tuvieron bien poco de debate, pues pasaron del aburrimiento supino del primero a la bronca zafia, al insulto, a la matraca vacía de contenidos, de los siguientes. Como no hubo discusión alguna ni contraste calmado de pareceres, al ciudadano televidente no le quedó otro remedio que entretenerse con la morralla del asunto, con esa mala uva tan hispana, a medio camino entre los garrotazos de Goya y los chistes de Gila. Ya saben: la camisa azulona de Pablo Iglesias, que si parecía el uniforme de un conductor de autobuses de la Alsa o que estuviera sirviendo camarones; el jersey amarillo, amarillo ‘procés’, con que Cayetana Álvarez de Toledo acudió a Casa Sanchis, pertrechada, además, con su dialéctica de hacha comanche; y, por supuesto, la imagen de las señoras borrando las huellas del suelo mientras los candidatos preparaban sus intervenciones en el plató. Se sacó mucha punta a la frase “ellos quieren gobernar mientras ellas pasan la mopa”. Hombre, no exageremos. Lo único importante es que a las kellys les paguen el sueldo que se merecen, y, en cualquier caso, TVE habría podido ahorrarse el inoportuno contraste. Luego, una limpiadora salió diciendo que una de las que supuestamente quiso chupar cámara, la que vestía vaqueros y llevaba el bolso cruzado, era una jefa muy chinchona que no había cogido una mopa en 10 años. Puro Celtiberia Show, en efecto.
No hubiera habido en el universo mopa ni Mister Proper capaces de arrancarle algún brillo a esta campaña caliqueña. Mientras tanto, el que no ha aparecido en las teles, el de la involución y la naftalina de Don Pelayo, sigue sumando adeptos ante la falta de liderazgo y cultura política de sus competidores. Se escucha el runrún de que Vox podría obtener hasta el 15% de los votos, y ese sí sería un salto de los que encogen el estómago, no el de la tonadillera superviviente.