Uno de los fichajes estrella de estas próximas elecciones ha sido el de Marcos de Quinto, número dos de Ciudadanos por Madrid. Una incorporación que ha ido acompañada de críticas por diversos partidos que le reprochan, esencialmente, el haberse domiciliado fiscalmente en Portugal. Sin embargo, lo que realmente subyace tras las críticas es su pertenencia a esa élite directiva que disfruta de salarios millonarios.
Nada se le puede objetar al nuevo político por haber triunfado en el capitalismo de nuestros tiempos. Es más, debe reconocérsele su decisión de dedicar unos años a la vida pública. Sin embargo, me preocuparía que sus ideas fuesen las que gobernasen el futuro de los ciudadanos españoles. Una inquietud que me surgió al leer un titular suyo en el que venía a legitimar la diferencia salarial entre Messi y un cuidador de césped, argumentando que el primero crea valor.
El personaje me despertó curiosidad, lo que me llevó a leerle alguna entrevista. El suyo es, sencillamente, el discurso paradigmático de ese capitalismo que encuentra legitimación en el uso interesado de conceptos como creación de valor, meritocracia o igualdad de oportunidades. Y, por encima de todos, talento. Un cuerpo dogmático que legitima que un directivo pueda percibir unos ingresos superiores en varios cientos de veces al de un empleado de su misma compañía. O que las rentas del capital no sólo dispongan de una excelente consideración fiscal sino que, además, vayan superando a las del trabajo.
Habría que recordar al de Quinto político que hubo un tiempo en que el talento en la empresa era más necesario y evidente que ahora. Y que, además, generaba riqueza compartida, sin que se dieran las desigualdades de nuestros días. Que la globalización y la revolución tecnológica no conllevan necesariamente esta mayor desigualdad, en favor de las rentas del capital o de la remuneración de los altos directivos. Que depende de cómo decidamos repartir esa mayor riqueza que genera la tecnología. Que si dejamos que sean las fuerzas del mercado las que, por si solas, gobiernen, la fractura entre unos y otros está garantizada. Pero que si es la política la que conduce la economía, es posible estimular el crecimiento, premiar la asunción de riesgo, y garantizar una mayor dignidad a todos los ciudadanos.
Por su experiencia, el señor de Quinto podría, en su caso, contribuir a este último objetivo. O, por el contrario, legitimar unas dinámicas que han llevado a la fractura social y política que padecemos. Me parece que, por sus declaraciones y actitudes, está muy convencido de ser un Messi, cargadísimo de talento. Si llega al gobierno, pobres cuidadores de césped.