El pasado 13 de enero, un niño de dos años caía a un pozo de 110 metros de profundidad y 25 centímetros de diámetro en la localidad malagueña de Totalán. Desde entonces hasta ahora, la montaña donde se encuentra el pozo se convertía en improvisado plató de televisión y en punto de concentración de profesionales y maquinaria de todo tipo y condición dispuestos a convertir en teatro de operaciones la loma que se tragó al pequeño Julen --que así se llamaba la pequeña criatura-- y que el destino quiso que en un despiste de sus padres fuera a parar al fondo del pozo en donde, presumiblemente, falleció como consecuencia de la caída a plomo del pequeño cuerpo.

Eso es, al menos, lo que apunta el sentido común. Sin embargo, durante los once días siguientes todos los interesados (?) decidieron mantener la ficción de que allí estaban para rescatar con vida al pequeño Julen. Todos encontraban en esa loma su razón de ser y todos parecían dispuestos a demostrar sus capacidades o habilidades y lanzar al mundo el mensaje de que Julen estaba o podía estar vivo y que ya puestos se podían hacer dos pozos más en un par de días. Por medios no iba a quedar.

Pero quienes realmente han disfrutado de la tragedia y del engaño han sido las televisiones que han encontrado allí un escenario barato que les ha permitido llenar horas y horas de programación a un precio irrisorio para como están los costes en este medio.

Gráficos de todo tipo, infografías, entrevistas con todo quisque, simulaciones, conexiones en directo... todo tenía cabida en ese plató que terminaba convirtiéndose en un espacio de telebasura envuelto en un indisimulado dolor que solo buscaba una audiencia sensiblera que siguiera creyendo en el milagro como se puede creer en la palabra de un telepredicador.

Con el paso de los días, todos nos hemos convertido en expertos sobre la dureza de ciertas rocas del subsuelo, de la potencia de la maquinaria que sirve para hacer túneles --los de la alcachofa se han empeñado en hablar de túneles en lugar de hablar de pozos--, de camisas y recubrimientos, y de bautizar como "fuerzas de élite" a los grupos de rescate de la minería asturiana que llevan rescatando colegas y mostrando su habilidades y conocimientos desde hace décadas sin que nadie se atreviera a bautizarles como “cuerpo de elite” pese a arriesgar sus vidas en más de una ocasión.

Todos nos hemos convertido en expertos de casi todo lo relacionado con la recuperación del cuerpo de Julen, todos nos hemos metido en vena el más mínimo detalle de esta tragedia que muchos han utilizado en beneficio propio intentando convencernos de que la criatura podía estar viva un día detrás de otro.

Todos sabemos todo sobre el rescate de Julen salvo el coste de la operación y quién va a terminar pagando la fiesta. Yo propongo que sean las televisiones que han convertido una gran tragedia en un gran plató de telebasura jugando con los sentimientos nobles y miles de personas que aun siguen creyendo en los milagros.