Como cada año, por estas fechas, visité en Barcelona a mi vidente favorita, la sibila Monserrat Serrasolses Rey --¡Le falla el segundo apellido, cachisdiez, pero siempre da en el clavo, lo juro!--, para que me aclarase, a base de piromancia y otras "mancias" (cartomancia, bibliomancia, quiromancia) qué será de mi país. No se rían. Jordi Pujol recurría, cada vez que tenía algo importante que decidir, a Adelina, afamada meiga gallega afincada en Andorra. Como buen catalán de 1.714 cognoms milenarios, el expresident --político pragmático donde los haya-- aprovechaba las subidas al Principado, con el maletero del coche a reventar de misales y bolsas de basura industriales repletas de papelotes verdes, para visitar a la pitonisa. Y le fue bien durante décadas, porque nadie le tosía a pesar de ser tan bajito como Yoda.

Montserrat me recibió envuelta en un halo mistérico, en una estancia de luz tenue que invitaba al sueño y a la que solo le faltaba una pitón viscosa enroscada en algún candelabro. Le pregunté qué ocurrirá este próximo año en España, en Cataluña y Andalucía; qué será de los partidos políticos y sus líderes y si acabaremos todos matándonos a garrotazos goyescos o esto tiene algún tipo de arreglo. Para mi sorpresa se pimpló media botella de Anís del Mono, sin que le tintineara la quincalla de las muñecas y rajó lo que no está escrito. Lo que sigue es sólo un resumen de tanta clarividencia...

Andalucía --"más claro que el agua", dijo-- será gobernada por un tripartito en la sombra. La mano que mecerá la cuna, arrullando los llantos del bebé orondo de Santiago Abascal y sus 400.000 biberones, será la del PP, porque a Ciudadanos (ya tú sabes, amol…) la estética les pierde, y, además, tienen a Manuel Valls dándoles la tabarra. Y, si para Albert Rivera e Inés Arrimadas Andalucía vale una misa, Cataluña, tras tanto desvelo y oposición mayoritaria inútil, vale dos. En lo referido a Susana Díaz --confesó, con la guasa en los labios--, engordará (un poco más) y hará ganchillo en la bancada de la oposición, asistiendo impertérrita al harakiri de cientos de cargos con sueldo astronómico defenestrados de forma inclemente.

Su discurso me dio pie a preguntarle por lo que --yo intuía-- podría ser la debacle del PSOE y su presidente. Carcajeándose, la muy lagarta, me espetó que del PSOE quedará poco más de la mitad, o ni eso, porque buena parte de los cargos del partido son en la actualidad "sanchistas" por conveniencia; que Pedro Sánchez, el amo del cotarro, matará por su sillón y su Falcon y que por epatar a cuñados y a la parienta venderá hasta a su madre de ser preciso; añadió que van a salir muy escaldados en todas las citas electorales que se produzcan en 2019, de ahí que el "gastaespejos" viva obsesionado con agotar la legislatura; fíjate, apuntó, que se les va José María Mújica, por un quítame esas pajas y esa cazuela de "bacalao al pum-pum" y que otros le seguirán en breve. Y me puso como ejemplo el hecho de que ni Alfredo Pérez Rubalcaba haya aceptado bajar a torear al ruedo municipal madrileño, y que, en resumen, su gran tragedia --a nivel personal y de partido--, es y será el hecho de que Quim Torra y los totalitarios de la barretina calada los sigan teniendo agarrados por las gónadas. Sin referéndum (y veinte exigencias más que ni ella atinó a enumerar) no hay ni habrá paraíso. Y elecciones generales, seguro, antes o después de verano.

Le pregunté, entonces, por Abascal. Se le pusieron los ojos como platos. Deduje que mi bruja debía votar a Vox --y de ahí ese suave olor a naftalina en la estancia--. Abascal, me aseguró, promete. Promete muchas cosas que sabe que su partido no podrá cumplir pero que ellos incluyen en su programa por ser conscientes de aglutinar el voto del hartazgo cósmico que aqueja a cientos de miles de españoles. Auguró que subirán como la espuma, porque aunque les tilden de ultraderecha son "bastante" constitucionalistas. Fíjate, me susurró en tono cómplice, que no cortan carreteras, ni tiran piedras, ni la lían parda, ni se pasan la ley por la entrepierna como los de la CUP, los de Bildu o los de Podemos. En las municipales de mayo emergerán con fuerza en las principales ciudades del país.

La conclusión de Montserrat, mientras zascandileaba en busca de una segunda botella de anís, es que a nivel de partidos asistiremos a un batacazo histórico del PSOE; veremos a Pablo Iglesias hacer equilibrios con el agua al cuello y a Echenique hecho una furia, llamando facha a todo lo que se mueve; pronosticó un descenso notable --pero no dramático-- del PP a nivel general; un crecimiento sustancial de Ciudadanos, pescando en río revuelto, y una irrupción sorprendente de Vox en todos los ámbitos de la vida política. En lo que respecta al voto independentista en Cataluña, pocos cambios, porque las sectas, sectas son. Pero se van a dar entre ellos de leches hasta en el DNI español.

Siendo como soy masoquista por naturaleza, le pregunté, para terminar --porque esta señora sale a 100 leurillos la hora--, que cuándo se proclamaría la república catalana. Y me contestó con el consabido "¿República? ¡Qué collons de república, idiota!". Como buen botifler, ese exabrupto me dejó reconfortado, casi feliz, pero la pitonisa apostilló inclemente: "No te hagas ilusiones, Chistorra os seguirá amargando el café a todos; Cocomocho, no dejará de tocaros la pera por Twitter; Rufino, el indepe fino, no volverá a Cataluña en los próximos 18 meses; él y Tardà os darán tardes gloriosas hasta la náusea. Y sobre los indultos a los encausados del 1-O no me preguntes, porque eso es secreto de Estado... ¡Pero habrá indultos y muchos mamporros y altercados cuando lleguen las sentencias!" 

Guardó los dos billetes de 50 que le solté en el escote y me acompañó dando tumbos hasta la salida. En el umbral me detuve y apuré a bocajarro: "¿Qué me dices de Bea Talegón? ¡Es para un amigo que la sigue en Twitter!". Me dedicó una mirada asqueada y rezongó: "Con Talegón lo lleváis claro, este año leerá casi medio libro ¡y se pondrá insoportable!".

Lo dicho. Bendiciones, buenas noches, y feliz 2019 pese a todo, queridos amigos.