El economista Dani Rodrik publicó un artículo que recomiendo leer (aunque está en inglés) sobre lo que él denomina populismo. Rodrik ha construido series históricas largas que confirman que tras periodos intensos de globalización y revolución tecnológica, les siguen periodos de proteccionismo (periodo en el que estamos ahora). Según esta tesis Trump, Le Pen, Brexit, Bolsonaro, etcétera, no son casualidad sino una normalidad histórica.
En España Podemos canalizó el descontento en 2014 y lo asociamos a la crisis. Sin duda, una crisis tan dura justificaba el descontento. Todo se complicó cuando una parte importante de Podemos en 2015 decidió votar a Ciudadanos, un partido con el que ideológicamente tenían poco que ver. Y ahora de repente aparece Vox con un 11% de los votos.
Esperemos la encuesta postelectoral del CIS que arrojará más luz sobre el terremoto político que se ha producido en Andalucía.
Los votos totales cayeron entre 2015 y 2018 un 8% y PSOE, PP y Podemos más IU han perdido el 30% de sus votos. Sin duda, un batacazo histórico que tendrá componentes locales pero que parece que tienen un componente sistémico.
Y los dos partidos que han subido en votos --Ciudadanos y Vox-- han hecho con una campaña muy en clave nacional, con mucha presencia de Rivera y Arrimadas que hablaban de Cataluña y el Gobierno de Sánchez con los independentistas en cada mitin y en cada entrevista de televisión, radio o medios escritos y digitales.
Han votado 300.000 andaluces menos que en 2015 y la izquierda ha perdido 680.000 votos. Por lo tanto, muchos votantes de izquierdas han votado a Ciudadanos, seguramente votantes del PSOE. Lo sabremos cuando publique el CIS la encuesta postelectoral.
En el caso de Vox parece que la mayor parte de sus votantes votaron al PP en 2015. Pero seguramente habrán recibido votos también de anteriores votantes del PSOE, de Podemos y de Ciudadanos.
En mi querida Alcalá tenemos concejales de España 2000, partido con ideología similar a Vox, y consiguen sus votos en barrios obreros con elevado porcentaje de población inmigrante. Espero que, tras el batacazo del domingo, al iluminado que pensó que la subida de Vox hundía al PP y beneficiaba al PSOE le despidan fulminantemente ya que es un peligro público.
En el PP deberían asumir que lo del 2D huele a lo que sucedió en Francia y que la derecha tradicional ha desaparecido. Viendo la reacción de Juanma Moreno y Pablo Casado parece que aún no se han enterado. Ciudadanos también tiene complicado pactar con Vox en Andalucía y explicárselo a Macron, que se enfrentó a Le Pen en Francia, o a Manuel Valls, que hace campaña para ser alcalde de Barcelona diciendo públicamente que es de izquierdas.
En definitiva, el virus global ha llegado a España y Vox es el reflejo de la extrema derecha europea desde Le Pen hasta Salvini, pasando por Orbán. Y no me extrañaría que les acabe apoyando Trump y Bannon metiéndoles pasta para debilitar a Europa en una estrategia suicida para allanar el camino a China en nuestro continente.
En mi último libro, De la Indignación a la Esperanza, ya me temía que esto podía pasar en nuestra querida España y anticipaba un plan para prevenir el virus. El plan consiste en crear empleos de calidad con salarios dignos y mejorar las redes de protección para los perdedores de la era de la tecnología global.
Seguiré explicando el plan cada día por toda nuestra querida España y en mis apariciones en medios explicaré los efectos desastrosos del programa económico de Vox.
Supongo que, sin anticipar los 12 escaños del domingo, Vox presentó un programa económico que es una carta a los Reyes Magos. Santiago Abascal fue concejal del PP y luego vivió de las mamandurrias de Esperanza Aguirre a sueldo de una fundación pagada por los impuestos de todos los madrileños.
Se entiende que su programa sea únicamente bajar los impuestos. Pero como tiene que ser más radical que el PP para encontrar hueco electoral, propone bajarlos a lo bestia. Sin duda, lo más grave es prometer miles de millones en bajadas de cotización a la Seguridad Social que ya tiene un agujero de 18.000 millones.
Eso pondría en riesgo de quiebra al sistema público de pensiones y la vida de siete millones de pensionistas españoles, incluida mi madre y cientos de miles de mujeres de su generación que son separadas y que según Vox no tienen derecho a pensión en una sociedad que debería ser de nuevo machista y patriarcal.
Su programa es similar en lo económico al de Syriza en Grecia en 2015 y al de Salvini en Italia en la actualidad. La diferencia ahora es que sabemos que eso acaba en rescate, subida de la prima de riesgo lo cual eleva el pago de intereses de la deuda pública, que Vox se olvida poner en su programa que es de 1,2 billones de euros.
Cada punto más de tipo de interés son 12.000 millones más que se tendrán que recortar de sanidad, educación o pensiones o subir el IVA como hizo Rajoy en 2012 después de prometer --como Vox-- bajar los impuestos.
Otra opción es impagar la deuda, que es una tradición en España desde 1942 y Vox promete recuperar las tradiciones del antiguo imperio español. Eso lleva a graves crisis económicas que generan más indignación y cabreo. En esa situación seguramente Vox aplicaría la ley marcial para evitar desórdenes, algo que prometen en su programa.
Más posibilidades sería salir del euro y financiar el déficit y el pago de la deuda imprimiendo dinero. Que es lo que hizo Franco después de la guerra civil hasta 1959 y que provocó que tres millones de españoles emigrarán y muchos millones del mundo rural llegarán a las ciudades en pésimas condiciones.
Eso también está en el programa de Vox y coincide con el programa de Le Pen, que apoya a Vox, pero quiere expulsar a los españoles de Francia y prohibir a las empresas españoles exportar y a las empresas francesas producir en España. O sea, eso significaría cerrar las fábricas de Renault en Valladolid o Palencia, la de Citroën en Vigo y la de Peugeot en Villaverde. O sea, miles de familias españolas al paro y esas regiones condenadas a la pobreza. ¿Qué le dirán los líderes de Vox a todos esos españoles?
En fin, es más necesario que nunca tener economistas observadores que vayan aportando luz en el realismo mágico en el que lleva años inmersa nuestra querida España. Yo seguiré en la batalla y con la intención de ganarla. No me mires, únete.