Quim Torra no es fascista pero sí es como lo calificó Pedro Sánchez antes de entrar por la puerta de atrás en la Moncloa, y que tan bien le sienta en estos primeros cien días de gobierno: un racista. No todos los racistas son violentos, el delegado del Hijo de Amer es pacífico.
Pero que le afectó la definición de Sánchez se vio la víspera de la Diada: Torra cambió la tradicional marcha nocturna de antorchas, clásica fascista, por un farolillo como metáfora de que el president de la Generalitat es el delegado del Guía que nos ha de llevar a la Tierra Prometida de la República que convertirá a Cataluña en la Holanda del Mediterráneo.
En la entrevista del domingo de Ana Pastor en La Sexta, toda España --que no sea de la secta separatista-- vio que hablar con este personaje esperpéntico, que parece sacado de la pluma de don Ramón María del Valle-Inclán, era un frontón de cemento armado. La pelotari se enfrentaba a un gudari con barretina que no mide las palabras pero sí la firma, porque intenta no repetir la experiencia de Junqueras y la Forcadell.
Por la boca muere el pez. El bobalicón decía a su rebaño con la Pastor --él sólo se dirige a su parroquia de fieles-- que los políticos presos lo están por las declaraciones que han hecho, por pedir que la gente vaya a votar, no por haberse pasado las sentencias por la entrepierna.
Si hubiera sido, como él denuncia, por la libertad de expresión, una pareja de la Guardia Civil o de los Mossos actuando de oficio con una orden del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña lo estaría esperando en el vestíbulo del Palau para llevarlo al juez de guardia.
Como los separatistas lo repiten como si fuera un disco rayado, no son las palabras sino los hechos lo que se castiga. Se castiga un golpe de Estado fallido porque si hubiera triunfado no estarían en la cárcel. Lo están por culpa de los fugados, por eso todos están en prisión preventiva sin que ninguna democracia haya protestado.
Los separatistas denuncian que un rapero mallorquín está autoexiliado en la zona franca de la corte de Waterloo. Los estelados están escandalizados por esta supuesta regresión neofranquista de la democracia en España. pero los escandalizados pedirían esta misma pena si un descerebrado cantara que hay que levantar la tapa de los sesos a un Mosso estelado o al Hijo de Blanes.
Quim denuncia que cuatro países europeos han condenado la actitud la decisión del magistrado del Tribunal Supremo Pablo Llarena: Alemania, Bélgica, Suiza y Escocia. En estos países no han entrado en el fondo del contencioso, sino en la forma. Otro gallo hubiera cantado si ellos sufrieran en sus fronteras el envite separatista. La china en el zapato de uno sólo duele al pie que lo calza...
Entiendo que el presidente de Gobierno quiera cambiar la estrategia de Mariano Rajoy porque los resultados prácticos son indeseables, pero ni el imaginativo y gran Miguel Ángel podría convertir en círculo el cuadrado de Torra por la terquedad estelada... pero los catalanes no separatistas no somos menos tercos. A terquedad nadie nos gana.