Pedro Sánchez es un lince, y no sólo por ser --o aparentar ser-- un político agudo y sagaz. Sus éxitos, contra todo pronóstico en las últimas primarias socialistas y con el triunfo en la moción de censura a Rajoy, han sorprendido a propios y extraños. Sus logros le han permitido superar esa imagen de gato, listo y hábil pero domesticado, y mostrar un aspecto felino más robusto y de mayor tamaño.
Las cualidades de Sánchez recuerdan al lince porque también es ibérico, y no es este un detalle baladí. Recordemos, para el bien del iberismo ecologista, que entre la fauna que nominativamente se le apellida ibérica no sólo está el lince. Aunque se creía que el lobo ibérico había desaparecido hacia 1983, hay señales de grupos que siguen habitando en el País Vasco y en los Pirineos. Y cómo olvidar al tritón ibérico, presente en la mayor parte de la mitad occidental de la Península pese a ser un alimento muy del gusto de culebras y víboras. O el solitario y subterráneo topo ibérico, animal tranquilo con pocos enemigos y con muy poca presencia en Cataluña y en el País Vasco. El oso pardo ibérico es otra de las especies peninsulares que prácticamente ha desaparecido, aunque siglos atrás fuese un morador muy común en todos los bosques. Y nos quedan otros dos animales que llevan muy a gala el iberismo. La pretenciosa águila imperial ibérica que, en comparación con el águila real, tiene unas garras muy débiles y que tan sólo se alimenta de animales pequeños. Y por supuesto el cerdo ibérico del que a muchos le gustan hasta los andares.
Si Sánchez guarda similitud con algunos de estos animales, en su mayoría en peligro de extinción, es con el lince. El líder socialista ha caminado solitario con sus patas largas, y como ágil cazador ha esperado pacientemente a que la pieza de Rajoy posase confiada para saltar sobre ella. Es un carnívoro. Como el lince, Sánchez ha vivido solo durante muchos meses y se ha mostrado mucho más dialogante --excepto con Ciudadanos-- en la época de celo.
Desde que tomó por primera vez el control de su partido, el lince Sánchez fue perdiendo territorio. Los grupos y sus barones se fueron separando unos de otros, hasta el punto que se temió por la fragmentación del partido, la incomunicación entre ellos era el primer síntoma. El mayor peligro para su supervivencia, ante el avance de Ciudadanos y la resistencia de Podemos, era que también surgiesen serios problemas para conservar la especie socialista. Hasta Torra hacía leña del árbol caído y recordaba a Iceta quiénes eran los “auténticos” socialistas catalanes. Si, como con el lince, el intercambio genético entre poblaciones desaparecía, el futuro del PSOE era bastante oscuro.
Hace pocos días se avistó un lince, de nombre Litio, merodeando cerca de Barcelona. La sorpresa fue mayúscula. Se había criado en las marismas rocieras, había pasado por Portugal como si siguiese el rastro de António Costa, el cada vez mejor valorado primer ministro socialista del país vecino. Y, como su hábitat natural es la Península, retornó quizás por Extremadura, siguió sigiloso por las sierras castellanas, pasó por el Aragón de Lambán y alcanzó Cataluña. Y una vez allí nombra a dos catalanes ministros en carteras clave, a Josep Borrell como ministro de Asuntos Exteriores y a Meritxell Batet como ministra de Administraciones Públicas. Sagaz y agudo el lince.
La progresiva recuperación del lince ibérico es un éxito incuestionable de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía que lidera el onubense José Fiscal. Capturarán los técnicos andaluces al lince y lo devolverán de Cataluña a Doñana, pero el periplo de este animal en peligro de extinción y su solitaria lucha por sobrevivir en un medio tan hostil es toda una lección ibérica, mucho más sugerente que el animalismo identitario de jaula y de cuatribarrado campanario. Sánchez, como el lince Litio, ya conoce los caminos del sur al norte y del norte al sur. Seguro que volverá, y con pareja quizás, la reproducción está asegurada.