Nunca había vivido nada igual: no existen puentes de entendimiento entre las dos aceras de la política catalana. No hace falta que las cite. Son dos paredes con ojos que se miran sordas con boca para quejarse. Es una boca de lobo a la que aún a nadie le han salido los incisivos pero la naturaleza tiene su instinto.
La política ha bajado al estadio primario de los forofos del fútbol. Leen el As o el Sport y hablan de otro Clásico que el Madrid y el Barça jugaron anoche. Porque no impera el razonamiento sino los sentimientos (polos opuestos), y todos sabemos qué la pasa a una botella de cava agitada por los medios cuando la destapan...
Los opinadores dicen que el gen catalán es pacífico. Quien dice eso carece de amnesia porque la violencia soterrada viene de lejos. Hace cien años, Josep Pla cuenta el viaje del noble bohemio Barón de Rosmithal de Blatna por España y Portugal a mediados del siglo XV con un séquito de cuarenta personas, para aprender las costumbres de la cristiandad en la Europa occidental: "Deja a la provincia [Cataluña] sino que los que la abatían son los más pérfidos y malvados de los hombres, y tales como no los hay en ninguna tierra. Tres provincias de infieles recorrimos, bárbaros, sarracenos y granacerenos y entre ellos estuvimos más seguros que entre los catalanes".
Cuando Alemania entregue al errante fugado a la justicia española, no estallará la violencia general pero sí casos esporádicos que llevarán la firma de los CDR
Me dirán que Pla hablaba de un pueblo del siglo XV, pero no hace falta viajar en el túnel del tiempo cinco siglos: en los años 20 Barcelona era la ciudad industrial más violenta, que los sindicalistas norteamericanos la bautizaron como La rosa de fuego. Ríete tú del Chicago de la Ley Seca, Al Capone y Eliot Ness. En Barcelona en cuatro años (1919-1923) se cometieron doscientos veinte asesinatos sin salir del casco antiguo, y eran los padres de la guerra, y los hijos mataron como descosidos durante la guerra, y después...
Que nadie tome mis palabras al pie de la letra porque cuando Alemania entregue al errante fugado a la justicia española --si no lo hace por rebelión, lo hará por sedición, y el reloj de arena es lento pero no dejan de caer granos hasta que se vacíe-- no estallará la violencia general pero sí casos esporádicos que llevarán la firma de los CDR.
Casos aislados porque afortunadamente, a diferencia de hace un siglo, Cataluña --y España-- es una sociedad de clase media, y esa clase tiene mucho que perder, por eso en Semana Santa los activistas de los CDR estaban esquiando en la Cerdanya.
No son rusos ni franceses que van a Bilbao para calentarse del frío invernal, pero tenemos descerebrados boixos nois y ultrasur en todas nuestras ciudades.