Una de las aportaciones políticas más relevantes, si no la mayor, que ha realizado Pablo Iglesias en la actual legislatura ha sido calificar unas declaraciones de sus colegas de formación en Madrid con la expresión “ni media tontería”. Podría haber utilizado un sinónimo como “torpeza”, pero sin duda su referencia a la estulticia --por muy sincera que sea-- tiene mayor calado.

Se podría interpretar esa expresión podemita como una genuina y sincera manifestación del buen hacer en política. Similar comentario le podría haber espetado en público Rajoy a Montoro. La tosquedad y la imprecisión del ministro al comentar las cuentas del procés revelan qué lejos está el Gobierno central de la conflictiva realidad catalana. ¿O acaso esconden una estrategia negociada de connivencia para desactivar la judicialización de los delitos cometidos por los líderes independentistas?

Extraña que Podemos abogue también por ese viejo modelo clientelar de mantenidos un partido que pretende un gobierno de cambio

“Ni media tontería” también podría haber sido ser el lema ante portas de los despachos de la presidencia de la Junta y sus consejerías y, por extensión, de sus delegaciones provinciales; quizás así se hubiera impedido en Andalucía el enorme saqueo de dinero público con los ERES. También podría incluirse esa expresión en el juramento o promesa de todos los diputados, senadores, ministros y demás cargos de libre designación en sus respectivas tomas de posesión.

Pero ¿por qué Pablo Iglesias no la ha vuelto a repetir cuando se ha conocido un vídeo con recomendaciones partitocráticas de Errejón a los militantes, alentando la corrupción? En esas declaraciones les insta a tomar el poder y, durante su ejercicio, a sembrar “instituciones populares para refugiarse cuando gobierne el adversario”. Es decir, Podemos aboga por implementar una “estructura económica autónoma”, administraciones paralelas en las que, cuando pierdan el poder, queden bajo cobijo los militantes y cargos afines. Nada nuevo en el mundo político actual, pero extraña que abogue también por ese viejo modelo clientelar de mantenidos un partido que pretende un gobierno de cambio.

En lugar de denunciar que ese pesebrismo institucional debería ser delito, Podemos lo considera legítimo

En lugar de denunciar que ese pesebrismo institucional debería ser delito, Podemos lo considera legítimo. Hay que reconocer que la alocución de Errejón es precisa, sobre todo cuando enumera las asociaciones regadas para mantener el poder aún cuando democráticamente no se detente: “Clubes de montaña, agrupaciones juveniles, espacios culturales, casetas de fiestas, asociaciones deportivas, grupos de música...”. Es una pieza que debería visionar Montoro si, como parece, está convencido de que las urnas chinas, las papeletas y demás pegatinas del referéndum ilegal del 1-O no se han pagado con dinero público.

Me temo que ni uno ni otro tienen conciencia de haber cometido torpeza alguna, entre otras razones, porque el “ni media tontería” no es un alegato a favor de una buena política, sino la táctica de políticos listos que quieren esconder la mediocridad de los suyos. Es una concepción de la política que difiere muy poco de aquella que, con cierta ironía y desazón, definió Alberto Moravia: “Es el arte de conseguir que los ricos te entreguen su dinero mientras los pobres te votan y, una vez, conseguido eso, defender a los unos de los otros para que haya tranquilidad en la República”. Y, ya saben, sobre esto ni media tontería.