Tras la Semana Santa, llegó la semana fatal, con la libertad provisional de Puigdemont, la escena en la catedral de Palma y el caso Cristina Cifuentes. Es muy propio de Mariano Rajoy dejarse llevar por la ocurrencia --él, tan poco ocurrente-- de que convocar una convención del PP en Sevilla podía relanzar la imagen del partido en el gobierno o, aún más, renovarse conceptualmente, en una suerte de rearme ideológico. Por su parte, lo ocurrido con Puigdemont tiene algo de botella llena y botella vacía. Tuvo un impacto negativo pero las consecuencias no tienen por qué ser catastróficas, ni hacen falta las invectivas contra Alemania ni renegar de la Unión Europea. Algo parecido ocurre con el informe de un relator de una comisión de la ONU sobre la posibilidad de que se dé en España una merma de los derechos políticos. Cualquiera sabe que el la ONU hay un enorme trasiego de subcomisiones a las que es del todo indiferente el Consejo de Seguridad.
El acontecimiento de Alemania es distinto porque quizás ocurra que el mecanismo de la euroorden --en definitiva, una forma de confianza judicial entre socios-- necesita ser pulido y ajustado, pero también hay que tener en cuenta la letra pequeña que el secesionismo catalán se saltó, ganando la iniciativa mediática, cuando sustancialmente el tribunal de Schleswig-Holstein ha explicitado sus matices y ni absuelve a Puigdemont, ni reconoce que en España haya presos políticos ni niega que la violencia de 1 de octubre fuese inducida. El propio Puigdemont reconoció hace poco que la resistencia pasiva tal vez había sido demasiado activa.
El caso Cifuentes puede ser el Rubicón de Albert Rivera y su partido, avalado por su logro electoral en Cataluña
El caso Cifuentes va a ser más determinante en Sevilla, porque de constatarse que ha mentido y que ha falsificado documentos su permanencia como presidenta de la Comunidad de Madrid, se hace peliagudo. Ese es el vía crucis al que el PP se ha sometido este fin de semana. La gobernabilidad de la Comunidad de Madrid --un espacio electoral de gran importancia para el PP-- lleva meses bajo sospecha si no entrando y saliendo de la cárcel. Mientras tanto, las expectativas electorales de Albert Rivera aumentan, prácticamente sin hacer nada, con un guion muy sencillo, atrapando votos del PP y de un PSOE cuyo líder tiene ejercita vaivenes impropios de un partido con experiencia y voluntad de gobierno.
Va a darse una cierta correlación entre el caso Cifuentes y el desgaste manifiesto del gobierno del PP y especialmente de Mariano Rajoy. Estando en el poder, no es fácil renovar un partido ni a Rajoy se le ve con ganas de apostar por caras nuevas. Lo que era una habilidad con el tempo de la política, cada vez se asemeja más a una inercia. El caso Cifuentes puede ser el Rubicón de Albert Rivera y su partido, avalado por su logro electoral en Cataluña. ¿Quién controla el PP? En términos comparativos para escenarios de futuro, un dato significativo es que la popularidad de Macron está en su punto más bajo porque el electorado --un 57 por ciento-- considera que no es bueno proponer “demasiadas reformas”. Los sindicatos de la empresa pública ya han colapsado Francia. Tantos otros presidentes de la República francesa tuvieron que retirar sus reformas o dar un paso atrás. Eso es: votar con ilusión a Macron hace unos meses --o para frenar a Marine Le Pen-- y luego desestimarle como gobernante. Eso genera un vacío. También pudiera ocurrir en España.