Pere Pugès: "Gobierno ya, Bruselas y sociedad civil, esa es la apuesta"
Uno de los fundadores e ideólogos de la ANC admite que no existe el apoyo necesario para "una revolución democrática" y que hay que ampliar la base
25 marzo, 2018 00:00Pere Pugès sonríe. Es un veterano, un militante de la izquierda nacionalista que reivindica con orgullo su paso por el PSAN, un partido que sirvió de cantera para los que, después, gestionaron las instituciones. Pere Pugès sonríe, porque cree que la ANC, la entidad que prácticamente cofundó en 2011 con Miquel Strubell y Miquel Sellarès, ha revolucionado toda la política catalana. Todo se ha movido desde entonces, aunque el horizonte sea ahora más incierto que nunca. Pugès, decidado al cooperativismo inmobiliario, admite que el independentismo “no tiene el apoyo necesario para llevar a cabo una revolución democrática”, y que sería necesario ahora formar ya un Govern. Entiende que todo el independentismo, y la sociedad catalana en su conjunto, debería operar a partir de tres vertientes distintas: “Se necesita un Govern ya, Bruselas y el activismo de la sociedad civil”. Con ello considera que se puede proyectar “internacionalmente” el movimiento desde el extranjero, con Carles Puigdemont, gobernar Cataluña desde la Generalitat, y movilizar a través del poder de la sociedad civil, como la ANC, que acaba de elegir a la economista Elisenda Paluzie como presidenta y que apoya Pugès. Su apuesta es nítida, por la independencia, al entender que las “contradicciones” en el conjunto de España llevarán a muchos catalanes no independentistas a apoyar la causa.
--¿Cómo queda el movimiento independentista después de la decisión del juez Pablo Llarena?
--Los encarcelamientos son un paso más en la consolidación de las dos estrategias que aparecen enfrentadas: la del castigo duro, para los dirigentes del proceso, buscando fomentar el miedo y el desánimo entre la gente que apoya el movimiento, y, al mismo tiempo, intentando provocar la radicalización del independentismo que justifique el mantenimiento de la intervención --política, policial y económica-- del Estado en Cataluña, y la reacción indignada, pero pacífica del independentismo en la calle.
Cada vez hay menos puentes posibles, porque quien se cree más fuerte ve una victoria contundente a corto plazo
--Pero, ¿qué genera en el seno del propio independentismo? ¿Una posible reflexión sobre lo que ha pasado?
--Esas decisiones del juez, y todo lo que ha pasado en los últimos días, renuncias a las actas de diputado, el exilio, la investidura frustrada... son la muestra evidente de que los partidos independentistas no tienen una estrategia compartida, ni a corto, ni a medio plazo. Se demuestra, una vez más, que son el eslabón débil del proceso, y, por tanto, el principal punto que ha atacado de forma persistente el Gobierno del PP. Todo eso no provoca otra cosa que el convencimiento de que cada vez hay menos puentes posibles, si es que todavía queda alguno, y que la parte más interesada en dinamitarlos es el que se cree más fuerte y que cree en la posibilidad de una victoria contundente a corto plazo.
--¿La responsabilidad, entonces, es del Gobierno español?
--Mi impresión es que el Estado español se equivoca, y que todo lo que está haciendo servirá para reforzar y dotar de nuevos argumentos al independentismo, mientras que el PP profundiza el foso en el que caerá muerto, como le pasó a la UCD, cuando dejó paso a Alianza Popular --reconvertido luego en el PP--, que no olvidemos que partía de una fuerza menor a la que tiene ahora Ciudadanos. Los que detentan “el poder real” en España harán lo mismo que entonces y cuando eso pase los veremos defendiendo la nueva España de Ciudadanos, o sea, la de siempre, con un nuevo maquillaje.
Con la lucha entre PP y Ciudadanos, Cataluña sólo tendrá una opción: luchar o morir
--Hay una Cataluña que tiene esa visión, pero no es Cataluña en su conjunto.
--Con esa perspectiva que le decía, creo que Cataluña, toda Cataluña, sólo tendrá una opción: luchar o morir, y me parece claro. Cuando digo toda, quiero decir toda, la independentista y la que no lo es. No creo que ningún catalán, cuando la nueva realidad sea tan evidente, quiera suicidarse por defender una bandera que sólo le aporte retroceso económico y limitación de derechos. Esa nueva realidad que le decía tendrá más relación con un recorte de derechos sociales, políticos y económicos, que con una lucha por las libertades nacionales. En ese momento será mucho más fácil entender que una cosa y la otra no se pueden separar, en Cataluña y en el resto de pueblos que conforman ahora el Estado español. La alternativa, en ese momento, será o refundar España, como Estado confederal, integrado por las naciones históricas hoy existentes en su seno, en un plano de igualdad, o su ruptura definitiva.
--¿Lo que propone es aguantar hasta que eso se produzca, con una especie de determinismo?
--Lo que entiendo es que con esa perspectiva, la paciencia, la perseverancia, pero también la total conciencia de que los términos del enfrentamiento son más complejos que una simple batalla de identidades nacionales, ayudarán mucho a ganar esta guerra, de momento incruenta, entre dos proyectos antagónicos. Uno, caduco, dispuesto a todo antes de morir, y uno nuevo, innovador, atrevido, que está convencido de que “todo es posible, que todo está por hacer”.
La crisis económica fue determinante en la creación de la ANC en 2011, más que la cuestión nacional
--Usted es el responsable del nacimiento de la ANC, en 2011, junto a otros pocos activistas. En ese momento, ¿el factor principal no fue la crisis económica?
--Totalmente. El descontento con la clase política no era por la causa nacional, o no sólo por ello. Era por el alejamiento de la clase política frente a los problemas de la sociedad, con un periodo de crisis, que nadie había explicado, aunque algunos sí lo sabían, que lo condicionó todo. Yo provengo del PSAN, y aquellas reflexiones de finales de los sesenta se actualizaron en los documentos de la ANC con la idea de que la liberación nacional estaba ligada a las cuestiones sociales.
--Entonces, ¿la sentencia del Estatut de 2010, no fue tan decisiva como apunta siempre el independentismo?
--La sentencia da pie a la explosión del independentismo emocional, pero llevarlo al independentismo racional no es sencillo. Es el trabajo que pusimos en marcha. La gente que se moviliza emocionalmente, puede pararse si racionalmente entiende que le afecta, y que puede ser un problema. Y también sucede al revés. Pero en cuatro años conseguimos arrastrar a mucha gente, creamos un movimiento que ha condicionado toda la política catalana.
--¿Es suficiente, o cree que la ANC ha llegado a un límite que no podrá superar sin otro gran esfuerzo?
--El independentismo ha alcanzado un techo, por ahora. El movimiento creció mucho, pero hay que decir que en los últimos dos años aquel techo se ha estancado. No tenemos el apoyo necesario para una revolución democrática.
En la ANC ha habido en el secretariado más gente de ERC que de cualquier otro partido
--¿Cree que lo que vivimos ahora, no es otra cosa que una guerra por el poder, entre lo que fue Convergència y Esquerra Republicana, y que eso lo explica casi todo?
--Hay una guerra partidista, eso es cierto. En Esquerra las direcciones han ido cambiando más o menos cada siete años y en Convergència se asiste ahora a una transformación de su espacio, que, se quiera o no, veo que tiene más posibilidades de interpretar la nueva realidad. Ya ocurrió con Jordi Pujol en 1980, cuando superó a la izquierda, que lo daba todo por ganado, cuando supo interpretar mejor el tipo de país que tenía delante.
--La ANC con Carme Forcadell, vio su momento de gloria, lo que destapó una batalla entre los partidos independentistas por influir y encauzarla hacia una u otra dirección. ¿Fue Convergència, con Jordi Sànchez, la que trató de condicionarla?
--No, eso es un discurso de Esquerra, que, desde la restauración de la democracia, ha sido un partido con muchos problemas. Ha tenido un complejo de inferioridad, y creo que no parará hasta que mate al padre, que es Convergència, o el nuevo espacio que pueda crear. Desde el momento en el que llegó a acuerdos con CDC, en 1980, porque los republicanos entendieron que era mejor votar a Pujol que a cualquier otra fuerza sucursalista, los convergentes pasaron también a ser el máximo rival de Esquerra. Si se repasa lo que ha ocurrido, se verá que los únicos diputados que han sido de la ANC lo han hecho en listas de ERC, y no sólo para premiar los servicios prestados. La figura de Jordi Sànchez no cambió la línea de la ANC. Es cierto que Sànchez adoptó un doble papel que Forcadell no tenía, y que marcaba el discurso político y lo difundía, mientras que Carme Forcadell principalmente lo comunicaba, de una forma muy efectiva. Pero las decisiones se han ido tomando siempre de forma colegiada. En el secretariado de la ANC ha habido en estos años mucha más gente de ERC. A mí me han acusado de convergente, y me parece un pequeño insulto si se analiza toda mi trayectoria política. Si se desacredita, eso quiere decir que no hay mucho que ofrecer.
El Govern gestionará una autonomía limitada, pero es mejor tener Govern que no tenerlo
--Y ahora, con la elección de Elisenda Paluzie, tras las elecciones al secretariado, con la nueva situación política, ¿qué debe hacer la ANC, qué papel tiene?
--Creo que volver un poco a la época inicial, al trabajo de la sociedad civil, en todo el territorio. Lo primero es ver cómo queda el Gobierno de la Generalitat. Con la aplicación formal del 155, o sin el 155 formal, lo que se tendrá es una autonomía con herramientas mínimas para el autogobierno. Pero es más importante tener ese gobierno que no tenerlo. Ese Gobierno deberá impulsar políticas sociales, ambiciosas, y ya se verá si el Gobierno de Madrid las impide o no. Y luego, yo creo que será muy importante implementar lo que se ha llamado la República virtual, que deje de ser simbólica y que se ejerza, y eso pasa por dar poder a la gente, para que se organice. Si tiene proyección internacional, eso puede poner contra las cuerdas al Estado. Y todo eso se debe hacer manteniendo la solidaridad con los encarcelados y los exiliados. Aunque algunos se hayan equivocado, no se les puede dejar solos. Por tanto, la idea es Govern ya, Bruselas y sociedad civil, esa es la apuesta.
--¿Hay algo de renuncia por parte de la ANC, como se empieza a percibir por parte de un independentismo más contundente?
--Es que hay una cuarta pata a lo que le decía. Debemos reflexionar. Lo que no nos podemos permitir es una fractura social. Yo creo que no existe, pero puede producirse, si vemos cómo Ciudadanos y el PP se están comportando. Creo que con los comuns, y también con el PSC debe haber una aproximación, una reflexión colectiva, que es lo que pretendemos también con la iniciativa de Catalunya i Futur, que recoge la experiencia del Congrés de Cultura Catalana de hace 40 años. Si entonces se dibujó la Cataluña de hoy, ahora nos toca plasmar la del mañana, con las fuerzas progresistas.
--¿Ha sido la ANC una segunda juventud para muchos expolíticos frustrados, jóvenes en la transición que se sintieron impotentes?
--Sí, pero no le diría políticos frustrados. Yo no me siento frustrado. Con los años hemos visto cosas que se debían hacer, pero no desde la frustración. Es cierto que yo quise ser alcalde de Sant Boi, con el PSC, pero todo eso pasó. Lo que sí existe es una recuperación de los valores del mayo del 68. Hay un componente real, de generaciones que vivimos aquel momento y que ahora son autónomos, jubilados, con conocimientos y con tiempo para ayudar a proyectos que sean constructivos.