La frase no es mía sino de Mario Vargas Llosa, que retrata el lodo en que vive encharcada la política catalana en un callejón sin salida. Desde el 21D, nada se ha movido. Como si el frío invernal hubiera congelado las ideas. Pero no es el tiempo sino el callejón en que estamos instalados. No desde diciembre, ni desde septiembre de 2012, sino desde finales de 2011, cuando se tramó esta operación para tapar con la estelada el pastel del 3% o el 4%. ¡A mí que me registren!
Le situación me recuerda el Soneto a Orfeo, de Rilke, que decía que el animal, un unicornio, no existía pero que tanto querían que el animal existiera que al caballo le salió el cuerno, y nació y vivió, pero sólo en el reino de los sueños de quienes querían que viviera. La realidad de un sueño. La república catalana de plasma, en Bruselas.
En el fondo, la performance indepe se ha convertido en auténtico surrealismo, sin arte, que ni el director mexicano Guillermo del Toro, recién oscarizado por La forma del agua, no habría podido imaginar: una mansión de Warteloo convertida en sede la república irreal del fugado errante.
No están en una realidad paralela sino en el mundo de la ficción más disparatada que ha conocido la política. No ha existido otra igual, salvo la República de Saló, dirigida por el pornógrafo italiano Tinto Brass.
El independentismo radical no está en una realidad paralela sino en el mundo de la ficción más disparatada que ha conocido la política
Entiendo perfectamente que Jordi Pujol y su hijo político, Artur Mas, estén depresivos. Es para estarlo al ver cómo su otrora partido hegemónico está hecho unos zorros. El partido nacionalista que había aguantado sus siete años de travesía en el desierto, y ahora está para ser ingresado en el frenopático de Salt.
Esta metamorfosis sólo es comparable a la padecida por el PSC, que en diez años pasó de Pasqual Maragall a Miquel Iceta, pasando por el increíble efecto de las dos lunas menguantes: José Montilla y Pere Navarro...
Hasta tal punto de locura se ha llegado que los de la CUP se entiendan más con la banda de Puigdemont que con la de Junqueras, algo muy propio del surrealismo de esta inflamación política llamada independitis. Y que los de Carles Riera aparecen como los más coherentes con su exigencia implementar la república proclamada el 27 de octubre. Toman pastillas para soñar.
Y los de ERC aparecen como más sensatos, por la vía de Joan Tardà, que el lunes en El Periódico proponía una especie de reedición imposible del antiguo tripartito con los socialistas y los comunes. No era una ocurrencia del asaltador de la carrera de San Jerónimo porque el portavoz de Esquerra ha dicho que era la idea de Junqueras. Tardà no va por libre...
¡La verdad de la mentira, qué frase tan exacta la del novelista Mario Vargas Llosa!