En España invertebrada, ensayo publicado por Ortega y Gasset en 1922, había dos tesis superpuestas, una referente al origen y formación de la nación española y otra que constituía un diagnóstico de la situación social de nuestro país en aquellos años de aguda crisis social y económica. Tomo prestado el título del libro de Ortega para referirme a la actual situación de Cataluña, no en relación a su origen y formación como comunidad nacional, sino como diagnóstico de su medio ambiente social en vísperas de unas elecciones en las que se juega en parte su devenir en los próximos años.
Cataluña ha estado sometida a un permanente estado de tensión por parte del secesionismo, lo que ha puesto en peligro la convivencia, ha provocado un gran deterioro económico y ha afectado gravemente a su modelo social.
Lo primero que llama la atención del procés es la escasa sensibilidad social del nacionalismo. Durante este último lustro horribilis para Cataluña, el gasto social no ha estado entre las prioridades del Govern de la Generalitat. Cinco años de parálisis institucional por los desacuerdos entre Generalitat y Gobierno han pasado factura a todos los servicios públicos. La agenda social ha acabado condicionada a un proceso político permanentemente bloqueado por la incapacidad de las partes. Se ha producido un desplome del gasto social, el dato que mejor lo resume es que en el año que finaliza el Govern cesado ha invertido 1.300 millones de euros menos en sanidad, educación y protección social de lo gastado en el 2010.
La Cataluña del procés es más pequeña y está más encerrada en sí misma
Un segundo rasgo definitorio de esta Cataluña invertebrada es su alejamiento del mundo global y su absurda confrontación con el europeísmo. La Cataluña del procés es más pequeña y está más encerrada en sí misma. En un mundo donde surge una nueva polarización emergente, nacionalismo contra cosmopolitismo, cultura cerrada contra cultura abierta, la Cataluña procesista se desconecta del mundo global y es percibida como "zona de riesgo" para las inversiones de las multinacionales. A pesar del dinamismo y capacidad exportadora de nuestras empresas, la ausencia de una estrategia industrial desde el Govern ha dificultado la creación y potenciación de grupos empresariales con suficiente masa crítica para ser competitivos y con la capacidad de generar los recursos necesarios para abordar la innovación y el cambio tecnológico.
La Cataluña invertebrada del secesionismo, prototipo de la cultura cerrada del nacionalismo, ha terminado afectando a la pérdida de imagen y al debilitamiento de la marca Barcelona, cuya zona de influencia lidera y articula la Cataluña del futuro en la economía global.
La Cataluña invertebrada del secesionismo, prototipo de la cultura cerrada del nacionalismo, ha terminado afectando a la pérdida de imagen y al debilitamiento de la marca Barcelona
La marca Barcelona está en peligro, nuestra ciudad había logrado diversificar su actividad económica, siendo no solo uno de los principales destinos turísticos europeos (ocio y negocios), sino que al mismo tiempo había construido un ecosistema muy potente favorecedor del desarrollo de sectores tecnológicos y farmacéuticos .Como sintetizaba un titular del Financial Times, Barcelona: sun, beach, and start-ups. El impacto negativo del procés y la cortedad de miras de la actual gestión municipal, pone en peligro la continuidad del Mobile World Congress y la ubicación de empresas como Amazon, Tesla o Norwegian Airlines.
El 21D necesitamos un Govern capaz de superar una Cataluña invertebrada alejada de la modernidad y de la globalización, encerrada en sí misma, donde la desigualdad aumenta como consecuencia del desplome del gasto social. Cataluña tampoco puede permitirse una Barcelona debilitada, que pierda las oportunidades de competir en el mercado de las ciudades globales, verdaderos nodos estratégicos donde se deciden los negocios, las transacciones económicas, las decisiones políticas... Barcelona y Cataluña no se merecen estar sometidas al pernicioso binomio populismo-secesionismo.