Paradoja: dicho o hecho que parece contrario a la lógica. De paradójica podría tildarse la actitud de los independentistas.
Es paradójico que reivindiquen "democracia" cuando ellos son los primeros en pisotear lo que dicho término significa, organizando una votación no permitida, sin garantías censales; una consulta en la que una misma persona podía votar varias veces o votar incluso sin tener la vecindad civil catalana; una votación de mero autobombo para regocijarse con un resultado que carece de credibilidad a todas luces, pues todos los comicios son más menos disputados, de modo que más de un 90% de votos a favor de una opción sólo se ve en Cataluña, Venezuela, Corea del Norte y algunos Estados africanos.
Es paradójico, además de impresentable y un muy peligroso ejercicio, que Marta Rovira hable de "violencia" esgrimiendo que no se avanzó en la "República catalana" porque se cernía una violencia brutal sobre Cataluña por parte del "opresor" Estado español, cuando nadie en absoluto ha corroborado oficialmente esa información, y las fuentes a las que Rovira atribuía dicho comentario han negado haberlo hecho o tener conocimiento de ello. Así se evidenció en la entrevista de Jordi Évole a Marta Rovira e Inés Arrimadas. Mientras tanto, un ciudadano pacífico muere de una paliza por llevar unos tirantes con los colores de la bandera española, los independentistas hacen escraches reiterados en la casa del juez de Barcelona que investigaba el 1-O, en la casa de la fiscal jefe de Barcelona, en la tienda de los padres de Albert Rivera y en las sedes del PP y Ciudadanos, y tantos otros ejemplos que se pueden poner de intolerancia y violencia por parte de quien va de víctima.
Es paradójico pedir tolerancia cuando se fomenta y comulga con la xenofobia y la exclusión, y basta ver las calles, rotondas y carreteras de Cataluña, inundadas de banderas esteladas, de lazos amarillos y hasta de muñecos simulando cadáveres, al puro estilo Narcos, colgados de puentes en autopistas con las siglas de los partidos políticos no independentistas.
Es paradójico pedir tolerancia cuando se fomenta y comulga con la xenofobia y la exclusión
Y es paradójico querer ser president de Cataluña "sin volver a pisar España", como al parecer pretende el señor Puigdemont según informaciones de este viernes, en su línea y marcada voluntad de huir de la justicia, pues hace lustros que la presidencia de la Generalitat se ubica en la plaza de Sant Jaume, no en Bruselas. Si el señor Puigdemont quiere perpetuarse en el país que acoge y no extradita a los delincuentes, está en su derecho, pero no presidiendo Cataluña desde allí.
El cúmulo de despropósitos, mentiras y falso victimismo que caracteriza a los independentistas, así como la presión asfixiante de éstos para pensar como ellos y la violencia que profesan contra los que no pensamos igual, además de ser una enorme farsa, es realmente paradójico y fariseo, pues supone vender unos valores e ideales comulgando con los exactamente opuestos.
Apelo una vez más al seny català y a dejar de pensar de forma naíf y con el corazón para empezar a hacerlo con la cabeza, y preferiblemente fría, en aras a recuperar una Cataluña próspera, donde sustituyamos la enorme fractura social actual por la concordia. Los millones de catalanes independentistas deberían darse cuenta de que es mejor sumar que dividir, pues al fin y al cabo estamos todos en el mismo barco, y en lugar de continuar tirándonos piedras con el riesgo de hacer aguas, es más inteligente remar juntos con fuerza y hacia buen rumbo. Esperemos que así sea a partir del próximo 21 de diciembre.