La semana del 1-O comenzó con un sueño y acabó con un electrochoque. Millones de catalanes despertaron del sueño de la independencia guay cuando el Banco Sabadell anunció el jueves que trasladaba su sede corporativa a Alicante para esquivar una posible declaración unilateral de independencia (DUI). Esa decisión ha sido como una descarga eléctrica que ha abierto los ojos a muchos y ha tenido una eficacia mayor que mil discursos para explicar la irrealidad de la independencia.
Al Sabadell le han secundado CaixaBank (a Valencia) y empresas como Gas Natural y Oryzon (ambas a Madrid), mientras están en lista de espera Catalana Occidente, Freixenet y otras muchas. La economía ha irrumpido con su realidad tangible en el territorio de los sueños (para unos) o las pesadillas (para otros). El mero anuncio de que se preparaba una DUI ha hundido la bolsa; ha confirmado una caída de las inversiones; ha forzado el cambio de sede de las entidades bancarias para no perder clientes ni depósitos (el traslado de cuentas a otras zonas de España es lento pero constante) y para seguir contando con el paraguas del Banco Central Europeo (BCE), y ha provocado el descenso de las reservas en el sector turístico, el más boyante de la capital catalana.
Si esto ocurre solo con el anuncio de la DUI, la gente se empieza a preguntar qué ocurriría en el caso de la independencia efectiva y la salida segura de la UE, pese a las mentiras que han difundido durante años los propagandistas de la secesión. Unas mentiras y medias verdades que siguen propalando ahora, minimizando el cambio de sede de bancos y empresas (que si no afecta a los impuestos, que si la sede fiscal no cambia, que si Cataluña no perderá nada porque no cerrarán sucursales, etcétera). Ocultan, sin embargo, lo sustancial: que esa huida se produce, en el caso de los bancos especialmente, ante el temor de perder el respaldo del BCE, lo que para muchas entidades comportaría la quiebra segura. El mismo día del anuncio del Sabadell, Oriol Junqueras no se lo creía, sumido como está en su mundo imaginario.
El mismo día del anuncio de la marcha del Banco Sabadell, Oriol Junqueras no se lo creía, sumido como está en su mundo imaginario
¿Significa todo esto que la DUI esté descartada? Nadie puede asegurarlo. La última maniobra de Carles Puigdemont ha sido solicitar su comparecencia en el pleno del Parlament el martes, después de que el Tribunal Constitucional anulara antes de que se celebrase el plenario previsto para el lunes. La DUI causa discrepancias en el frente secesionista, en el que algunas voces proponen un aplazamiento, aunque sin descartar la proclamación de la independencia, por lo que hay que preguntarse para qué serviría el retraso, si en realidad no hay ninguna intención de renunciar al objetivo final.
Pero el fundamentalismo de Puigdemont puede llevarle a proponer al Parlament la aprobación de la DUI incluso con la oposición de parte de su partido. El president es capaz sin inmutarse de reprocharle al Rey que no cumpla la Constitución porque en su mensaje no se dirigió, en su opinión, a todos los catalanes, después de que el Govern y el Parlament violasen la Carta Magna y el Estatut en los plenos del 6 y 7 de septiembre. A Felipe VI se le puede reprochar que no tuviera palabras de consuelo para los agredidos por la policía el 1-O, pero echarle en cara que se salte la Constitución es de un cinismo infinito.
El mensaje real del martes enturbió aún más el ambiente, no tanto por lo que dijo, sino por lo que no dijo, en una semana en la que Cataluña ha vivido prácticamente en un clima insurreccional, con una insólita huelga convocada por el Govern --hecho que pasará a los anales--, manifestaciones en las calles y acoso a policías y guardias civiles en los hoteles de Calella y Pineda de Mar donde se alojaban.
El éxito de la movilización fue acrecentado por la violenta actuación de los antidisturbios durante la jornada del referéndum, una decisión de una inmensa torpeza porque la validez de la consulta estaba ya anulada por las medidas antidemocráticas de los organizadores --el inédito censo universal, la falta de control de los resultados por la inexistencia de junta electoral, etcétera-- y por la desarticulación del sistema informático por parte de la Guardia Civil.
El vértigo causado por el anuncio de la DUI ha propiciado la aparición de un nuevo mantra que sustituye al diálogo. Mediación se llama ahora, cuando nadie tiene que mediar en nada y menos instancias internacionales
Aunque el Govern exageró claramente al contabilizar los heridos --se pasó de 38 a 400 y a cerca de mil en pocas horas-- y las redes sociales difundieron imágenes falsas de las cargas policiales --ha tenido que ser la sección Les Décodeurs de Le Monde la que lo demostrara--, lo cierto es que el impacto de los porrazos a los ciudadanos que votaban fue tremendo.
Al volumen de la movilización callejera y de participación en el referéndum contribuyó la postura adoptada por Ada Colau y los comuns de transformar el dilema de sí o no a la independencia en una protesta contra la política del PP y de Mariano Rajoy, aunque esta decisión legitimara indirectamente al movimiento secesionista, que, de todas formas, sigue estancado en los dos millones de votos.
El vértigo causado por el anuncio de la DUI ha propiciado la aparición de un nuevo mantra que sustituye al diálogo. Mediación se llama ahora, cuando nadie tiene que mediar en nada y menos instancias internacionales. Lo que se necesita es que el Gobierno de Rajoy y el Govern de Puigdemont abandonen sus posiciones irreductibles --ninguna oferta por un lado; la independencia por el otro-- y se pongan a negociar dentro de la ley. Esta tensión irresistible a la que se ha llegado debe desactivarse con la ley, pero no solo con la ley.