El miércoles, la paisana de lecturas compartidas y convecina Teresa Freixes escribió en ED un escrito magnífico (se lo dije por Whatsapp), Puigdemont o la versión líquida de un golpe de Estado, que suscribo de la ceca a la meca. Como sus ideas son las mías, lo repetiré con mis palabras. Ella es una catedrática y yo periodista, pero seguiré fil per randa su visión. Cada uno tiene su estilo.
La catedrática de Derecho europeo analizó el discurso del lunes de Puigdemont en Madrid que tanto impresionó a Pilar Rahola, una mujer muy impresionable cuando el discurso coincide.
Valga a modo de aperitivo esta frase atribuida a Homero: "Sabía muchas cosas, pero todas las sabía mal". Me refiero al Molt Honorable, hijo del pastelero de Amer. Dejo a la Mas Pilar de las Raholas para otro día de su locuaz verborrea desde su palco del conde de Godó.
Teresa Freixes no entra en la trampa del choque de trenes entre el Estado y la Generalitat porque ese choque no deja de ser un eufemismo, ya que el choque no es de trenes sino del AVE que pasará por encima del tren chuchú de feria. El tren de la bruja no tiene más vía que dar vueltas en un recorrido elíptico por el que sólo disfrutan los niños que se creen que el procés llegará a algún sitio, y su único destino es la entrada. De allí el sopor de un viaje a ninguna parte.
Puigdemont dijo que al Gobierno español le falta "sentido de Estado" porque no quiere jugar al órdago de la ruleta rusa con la única bala de la recámara. Que no se atreve a jugar con el futuro de España.
El tren de la bruja no tiene más vía que dar vueltas en un recorrido elíptico por el que sólo disfrutan los niños que se creen que el procés llegará a algún sitio, y su único destino es la entrada
No quiere ni puede, si no quiere que España se levante de su modorra y le corra a gorrazos. No quiere porque nadie, ni el Rey, puede saltarse la ley por el Arco de Triunfo de su entrepierna, como parece que sí está dispuesto el oyente Pablo Iglesias.
Puigdemont aún es más desleal que lo fue Ibarretxe porque, siendo como es el máximo representante ordinario del Estado en Cataluña, el vasco aceptó ir al Congreso para explicar su proyecto de crear un Estado libre asociado al Estado español, en este sentido el lehendakari fue más leal que el Molt Honorable.
Parafraseando a Homero: "Sabía muchas cosas, pero todas las sabía mal". Recordó el talante de Josep Tarradellas. Lo bueno de estar muerto es que no le puedes dar cuatro bofetadas como a las barras de su pastelería y clavarle la estelada en la coronilla de su mata de pelo adolescente, porque en el mundo del catalanismo no existe nada más distante del actual Molt Honorable al extinto. No ha aprendido un carajo de la Historia.
Habla del derecho a la autodeterminación como si fuera la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU, cuando sabe que ninguna democracia contempla esa posibilidad en su ordenamiento, ni siquiera la añorada Gran Bretaña. Del Canadá se ha olvidado porque el movimiento separatista se ha evaporado. Ni está ni se le espera.
Ni siquiera cuenta con la mayoría social para proclamar la República catalana de sus sueños. Tiene la mayoría legislativa porque esa ley electoral que quieren derogar le da una mayoría que no tendría si en el Parlament todos los votos valieran igual: en la provincia de Barcelona cada voto vale la mitad que en el resto de las circunscripciones catalanas.
No quiero hablar de la corrupción porque esta lacra está distribuida por toda la geografía con la excepción vasca, porque ahí tuvieron la peor lacra que puede brotar en una sociedad, y los empresarios bastante tenían con pagar el impuesto revolucionario a ETA como para untar a los políticos con el 3%. Los políticos no cayeron en los brazos de la corrupción porque el dinero no tiene el valor de la vida.
Puigdemont habla del derecho a la autodeterminación como si fuera la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU, cuando sabe que ninguna democracia contempla esa posibilidad en su ordenamiento, ni siquiera la añorada Gran Bretaña
Como los vascos no son ni mejor ni peor que el resto de los españoles, cuando se olvide la sangre se extenderá la sombra de la pestilente corrupción que ha convertido a España en una sentina.
Lo digo con profundo dolor porque me duele España.
Los que defienden la unidad, la integridad y la defensa del Estado de derecho hablan de golpe de Estado líquido, y Puigdemont se escandaliza con esta comparación; y ha soltado esta frase brillante que ha entusiasmado a Rahola: "El Estado no tiene tanto poder como para parar tanta democracia".
Acepto que la frase es redonda pero forma parte de la realidad virtual que he intentado explicar con las parihuelas de Teresa, pero ni la frase más bonita del mundo puede ocultar lo del golpe de Estado, siguiendo al pensador Curzio Malaparte que al inicio de los años 30 publicó Técnica del golpe de Estado que le costó el exilio interior en la Italia de Mussolini. El resumen es éste: basta con que unos mil técnicos bloqueen las capacidades del Estado y hagan creer a la mayoría que su golpe es lo mejor para el futuro de la nación...
Teresa lo explica con palabras más doctas pero que confluyen en el mismo corazón.