La sinceridad debería ser un mérito en política. Pero, como vivimos en una sociedad esencialmente hipócrita, se valora como un defecto. Claro que una cosa es ser franco y otra, distinta, es convertirse en un perfecto desahogado. Miguel Ángel Heredia, jefe de los socialistas malagueños, encaja a la perfección dentro de este último grupo: no es que diga lo que piensa, que sería lo honesto, es que no piensa demasiado lo que dice. La cosa es peor. Aunque también tiene sus ventajas: probablemente esta circunstancia explique su condición de comisario del peronismo rociero© en el grupo del PSOE en el Congreso.
El diario El Mundo desveló la pasada semana el audio de una conversación del diputado malagueño con militantes de Juventudes Socialistas en la que, entre otras perlas, como llamar "hijaputa" a su compañera Margarita Robles, Heredia afirma que todos los autónomos "son de derechas" y que en Cataluña lo que habría que hacer es "disolver el PSC" y sustituirlo por una organización dependiente de Ferraz. Con un par. Sus palabras son la expresión exacta del sentido de la democracia que profesa el absolutismo susánida. Y también --nos tememos-- el augurio de lo que le espera a la socialdemocracia si triunfa la candidatura de Díaz en las primarias: si no te gustan las decisiones de tus compañeros, aunque se adopten por mayoría, los disuelves y los sustituyes por gente que colabore. Así de fácil.
Los argumentos de Heredia para disolver el PSC son aún peores que la idea: los votos de los socialistas catalanes --afirma el diputado-- son de las familias andaluzas inmigrantes en Cataluña
El PSC tiene 39 largos años de historia y, según los expertos, dos almas enfrentadas: una que tiende hacia el soberanismo y otra orientada hacia el autonomismo. ¿Puede disolverlo Heredia? Evidentemente, no, porque ni siquiera milita en él. Esa prerrogativa sólo es de sus afiliados. A lo más que podría llegar Su Peronísima, que es su jefa de escuadra, es a cortar la relación federal que aún mantiene con el PSOE. Un movimiento de esta naturaleza, que estaba en los planes de Díaz tras el golpe de Ferraz para lograr un censo de militantes más favorable a sus intereses, implicaría dividir en dos un respaldo electoral que históricamente ha ido menguando. No parece una medida inteligente en términos políticos, pero esto no importa demasiado. Así es el método que la presidenta de Andalucía tiene para dominar: conquistar a toda costa, aunque sea convirtiendo en ruinas el palacio. Et in inferno ego.
Los argumentos de Heredia para disolver el PSC son aún peores que la idea: los votos de los socialistas catalanes --afirma el diputado-- son de las familias andaluzas inmigrantes en Cataluña. Heredia, natural de Mollina, lleva dos décadas como diputado, aunque no se le conocen aportaciones de enjundia al parlamentarismo patrio. Lo suyo es votar lo que diga la Máxima Autoridad, garantizarse sueldo y dietas del Congreso y contribuir a la transformación de España mediante esa castiza costumbre que consiste en hacer la digestión cobijado en sede legislativa. En su biografía oficial se presenta como maestro y biólogo. Y, sobre cualquier otro factor, exalta sus orígenes humildes: padre jornalero, madre ama de casa.
Sus aficiones confesables son estar con la familia, leer novelas, libros de historia y filosofía --laus Deo--, jugar al baloncesto y hacer ciclismo. Su procedencia agraria --según relata él mismo en un texto autoficcional-- explica que "valore el mundo del trabajo" y que disfrute "paseando por el campo". ¿No es una trayectoria entrañable? Cincuenta años después de su nacimiento, un hijo de jornaleros andaluces asume como categoría propia uno de los principios del caciquismo meridional: el voto no es un derecho de los ciudadanos libres. No. Es un patrimonio exclusivo de su tribu de origen que tiene que ser administrado por la Reina (de la Marisma), que en su reciente visita como candidata a Barcelona ha dicho que está dispuesta a "solucionar el encaje de Cataluña en España". Ya pueden ustedes suponer cómo.