Josep Piqué, Josep Borrell y Francesc de Carreras liderarán un think tank constitucionalista dirigido a combatir el independentismo con argumentos académicos, enfatizando la racionalidad y promoviendo debates y estudios sobre los temas más candentes de la economía, la sociedad y la política catalanes y sus relaciones con el conjunto de España.
La noticia, de concretarse, merece un aplauso. La causa principal de la situación política que vive Cataluña han sido las décadas de inacción frente al nacionalismo tanto por parte de los gobiernos del Estado como de los catalanes no nacionalistas. Ello ha permitido al nacionalismo construir un relato basado en una mezcla de victimismo y supremacismo que por muchos es visto como algo natural, como una verdad irrebatible.
En los últimos años han nacido diversas plataformas para combatir al nacionalismo. La más activa y ambiciosa, precisamente por su vocación de transversalidad e independencia de los partidos, ha sido Societat Civil Catalana. La actividad de estas plataformas ha hecho, por ejemplo, que las redes hayan dejado de ser territorio exclusivo del secesionismo. Que la universidad no sea zona vedada a los constitucionalistas a pesar de las coacciones. O que las banderas secesionistas sean vistas como lo que son, banderas de partido que no pueden ondear en los edificios públicos. En esta línea tambien ha sido positivo el nombramiento de un político como Enric Millo como delegado del Gobierno en sustitución de una funcionaria de perfil exclusivamente técnico. Millo es capaz de articular un discurso inteligible para muchos catalanes, de rebatir argumentos de los secesionistas sin complejos pero con sensibilidad catalana, aunque sea desde la perspectiva parcial de una persona vinculada al partido del Gobierno.
Harán falta muchos años de perseverancia y trabajo continuado y coordinado para conseguir que el nacionalismo secesionista sea visto por los catalanes que han comprado el producto averiado como lo que es: una ideología que siempre acaba en fundamentalismo
Pero los marcos mentales creados por décadas de propaganda y agitación no se cambian ni rápida ni fácilmente. Sobre todo si el secesionismo continúa disponiendo de un multimillonario presupuesto público a su servicio, el control de la escuela y el de los medios de comunicación públicos catalanes y la mayoría de los privados bien regados por los impuestos de todos.
Harán falta muchos años de perseverancia y trabajo continuado y coordinado para conseguir que el nacionalismo secesionista sea visto por los catalanes que han comprado el producto averiado como lo que es: una ideología que siempre acaba en fundamentalismo, que promete paraísos imaginarios, peligrosa para la convivencia y la paz, justificación de algunas de las mayores barbaries de la historia.
Por todo lo dicho, que se genere, y sobre todo que se divulgue, pensamiento en esta línea desde una plataforma solvente y transversal es una buena noticia. Que lo haga colaborando con las entidades ya existentes y que cubren parcelas complementarias. Que deje a los partidos las confrontaciones sobre el modelo de Estado y de sociedad y se centre en combatir la hegemonía ideológica del nacionalismo. Esperemos que goce de recursos económicos suficientes y que sepa combinar las actuaciones a corto, imprescindibles en un año como el que entramos, con el imprescindible trabajo a medio y largo plazo. Que esto va para largo.