El actual escenario celtibérico se encuentra condicionado por las variables espacio y tiempo --posicionamiento territorial y cronología de los acontecimientos políticos-- que determinan la estrategia de las llamadas fuerzas de izquierda. Estas fuerzas se encuentran sumergidas en un debate de falsos dilemas, sobre quién ejercerá la hegemonía en ese espacio ideológico --quién liderará la oposición-- y la plurinacionalidad del Estado, en el fondo un debate más oportunista que oportuno, pero que permite obtener fuertes réditos electorales.
En Cataluña, una vez más el debate social queda subordinado al identitario, la batalla política se centra entre soberanistas independentistas y confederales, ambos convergentes en la obtención de una República catalana, diferenciándose en cómo conseguirla (referéndum unilateral o acordado) o en qué hacer una vez conseguida.
En Cataluña, una vez más el debate social queda subordinado al identitario
En el resto de los territorios celtibéricos, el PSOE, convulsionado por sus trifulcas internas, es hoy por hoy una partícula sin carga eléctrica y a la deriva. Por el bien de la democracia, confiemos en su recuperación. Podemos acumula una fuerte carga electromagnética, el populismo de izquierdas, alimentado por la entropía del sistema y la crisis económica e institucional. Está por verificar si su capacidad de gestionar la realidad es equivalente a su capacidad de agitación mediática.
Si las llamadas izquierdas quieren algún día recuperar el gobierno de la nación --se adivinan años de hegemonía y liderazgo de las fuerzas conservadoras poco dadas a la modernización del país--, deberán abordar los verdaderos problemas los ciudadanos, derivados de un escenario socio-económico condicionado por la digitalización y sus consecuencias sobre el empleo, el acelerado cambio tecnológico, un modelo energético ineficiente y una nueva estructura de clase en una economía del conocimiento muy distinta a la era industrial.
Pero el escenario donde se dirimirán todas las contradicciones de nuestras izquierdas será el europeo. Europa es hoy día un continente en decadencia, fragmentado por los nacionalismos y sacudido por los populismos de izquierda y de derecha, nacidos de la degradación de sus instituciones representativas, incapaces de dar respuestas a los nuevos retos de la sociedad del siglo XXI. Europa, instalada en su declive tecnológico y económico, es incapaz de encontrar soluciones dignas a la llegada de decenas de miles de refugiados huyendo de la crueldad de la guerra y de la miseria.
El escenario donde se dirimirán todas las contradicciones de nuestras izquierdas será el europeo
Europa no lidera el cambio tecnológico, las grandes de la nueva economía se encuentran ubicadas fuera del continente, fundamentalmente en el Pacífico (EEUU y sudeste asiático). Señalemos el caso muy relevante de California con sus Google, Apple, Facebook, Amazon, Tesla, Uber, Airbnb... Todas ellas suman un valor bursátil muy superior al PIB español y abordan todos los escenarios de los nuevos negocios: vehículo eléctrico, solar city, la colonización del espacio, redes de transporte de movilidad privada, inteligencia artificial, digitalización, turismo global (en la plataforma Airbnb participan más de 50 millones de personas en más de 34.000 ciudades de todo el mundo)...
El aislamiento que propone el gran sátrapa neoyorquino es una gran oportunidad para que Europa pueda liderar la globalización. Una globalización que pueda liberar las energías que encierran las sociedades plurales y abiertas, una globalización sometida a reglas que defiendan los intereses de la mayoría y permitan participar del crecimiento económico a los más vulnerables.
Este es gran reto de la izquierda y de las fuerzas de progreso europeas, reforzar Europa, que ésta sea la gran protagonista de la globalización, que lidere la apuesta inequívoca por el desarrollo de sociedades libres que ganen la batalla a la desigualdad y garanticen los derechos sociales de los más vulnerables.