El 12 de octubre unos valientes --para el imaginario independentista-- abrieron el Ayuntamiento de Badalona. Según decía a los medios de comunicación el principal responsable del tema, el teniente de alcalde José Téllez, mientras rompía unos papeles, "este es el auto del juez que impide que hoy ni siquiera los cargos electos podamos estar dentro de dependencias municipales; ayer lo definimos como un golpe de Estado a la soberanía municipal". Y añadió: "Esta mañana el Gobierno municipal nos hemos reunido para dar respuesta a tanta gente que solicita poder entrar, y hemos decidido eso".
Según parece, al día siguiente otro teniente de alcalde rebajó el auto a una simple fotocopia --suponemos que pagada con dinero público--. Ya delante del juez, la bilis se había secado y abrir el ayuntamiento fue un espejismo. Suponemos que Dios lo abrió y cerró solo. Pero no sorprende esta actitud. Sólo hay que recordar que el gran héroe catalán Rafael de Casanova abandonó a los suyos en 1713 en Barcelona, algunos ahorcados, para vivir tranquilamente como abogado en Sant Boi. A los héroes en Cataluña, aunque sean cobardes, les hacemos monumentos.
A los héroes en Cataluña, aunque sean cobardes, les hacemos monumentos. Pero en el caso de José Téllez no sabríamos dónde ponerlo
Pero en el caso de José Téllez, no sabríamos dónde ponerlo. Según su biografía profesional nació en Barcelona, pero según los datos de la web de su partido, Guanyem Badalona, nació en Badalona. Al parecer, hasta eso tan de Bilbao, como nacer donde queramos, ha sido importado por los radicales catalanes. Aunque la explicación parece más sencilla para personas con poca personalidad. Una cosa es la vida profesional, donde debemos ser de Barcelona --y escrito en inglés--, y otra vivir del cuento, donde da igual donde nazcamos, y obviamente en catalán.
Quiero extenderme poco en el personaje. Pero unas líneas en ese contexto. Es curioso porque el día de esa "accidental ruptura de una fotocopia --pagada con dinero público-- de un auto judicial" su nombre fue citado hasta tres veces más en los medios de comunicación que el día en que se acobardó ante el juez. No aprendemos en Cataluña. Elevamos los actos impúdicos sonrojantes mientras los castigos y las vergüenzas se esconden en la prensa. ¿Cuántos catalanes sólo habrán escuchado lo de la ruptura y nada de la bajada de pantalones? Suponemos que los mismos que creen que Rafael de Casanova murió por Cataluña en Barcelona. Como hemos escrito en diversas ocasiones, los medios, la prensa, son cómplices con su silencios de esta oscura época.
Sin abandonar la prensa. No puedo olvidar cerrar mi columna sin recordar la entrevista de Josep Cuní a Pedro J. Ramírez en TV3. Digo entrevista porque ese parecía el objeto del programa. Era gracioso como el periodista catalán insistía sobre la poca influencia del riojano. Quizás Josep Cuní, siempre al servicio del pagador público, debería recordar que su audiencia no es precisamente millonaria. Están bien 200.000 espectadores diarios de media (según datos de 2015), más de los que leen mi columna. Pero son claramente inferiores a cualquiera de los tres programas de información general de la radio en Cataluña, RAC1, Catalunya Ràdio o la Cadena Ser.
En todo caso, sorprendió su afirmación de que él si tenía diez apellidos catalanes. Josep Cuní i Llaudet, nacido en Tiana, ha tirado hasta --suponemos-- principios del siglo XIX. Nacido en 1953, con cinco generaciones estudiadas, a una media de 25 ó 30 años, habrá llegado hasta alrededor de 1800. Tiana, entonces, era un pequeño pueblo de apenas 800 habitantes. Si vamos aún más atrás en los fogatges (censos de familias) de los siglos XV y XVI, veremos que ninguno de sus dos apellidos formaba parte de ese acervo marcado con tanto entusiasmo catalán. Vamos, no sólo en Tiana (Maresme), tampoco en el resto de Cataluña. Ninguno de sus apellidos está registrado. Aparecen, eso sí, siglos más tarde. Por cierto, en aquellos fogatges sí están los Duran, Roca, Casas, Veciana o Carreras, precisamente no tanto de la ceba.
Usted, Cuní, como la mayoría de los catalanes, no puede apropiarse del sesgo de catalanidad por tener diez apellidos catalanes
Como no podía ser de otra forma, el origen de sus apellidos --tanto el Cuní como el Llaudet-- es francés. Cataluña siempre ha sido tierra de paso, de invasiones, de conflicto y, por lo tanto, de poca homogeneidad. La mezcla es parte de nuestro valor como cultura. Aquellos que quieren homogeneizar olvidan que la variedad, la divergencia, es la clave del progreso. Seguramente, los que mas insisten en ese extraño vínculo entre origen y catalanidad son los primeros que han sido forasteros, o emigrantes según su propio lenguaje, en algún momento en Cataluña.
Porque, Cuní, usted, como la mayoría de los catalanes, no puede apropiarse del sesgo de catalanidad por tener diez apellidos catalanes. Algunos tienen veinte, otros cuatro, algunos dos y otros ninguno. Y eso no es síntoma de nada. Sólo un egocéntrico puede alardear de algo tan elemental como la naturaleza de su familia. Al final, ni su bisabuelo, ni su tatarabuelo, ni el mío, perdían el tiempo en chorradas como estas. ¿Sabe, Cuní? Simplemente se dedicaban a sacar adelante una familia o unos hijos. Y los suyos debieron irse o escaparse --nunca se sabe-- de Francia a Cataluña, seguramente en un período de guerra, simplemente para poder vivir con tranquilidad.