En diciembre de 2012 abrí mi cuenta de Twitter el día después de saber que el papa Benedicto XVI había abierto la suya urbi et orbi con un mensaje al día, como esa cita ejemplar que de niños teníamos escrita en la pizarra y que el maestro sustituía por otra al día siguiente. ¿Por qué me interesaba el Benedicto Padre de la Iglesia romana? Mi interés era saber la frase del día de un papa tan ortodoxo, porque en el ADN de un periodista está la curiosidad.
En septiembre de aquel año Artur Mas había decidido echarse del avión constitucional sin paracaídas, creyendo que en los brazos de la ANC iba a volar hasta los cielos de la estelada. Así que pasé de simple lector del Papa a activista versus el expresident, jugando de todas las maneras posibles con su apellido: que si Artur había conseguido con el Mas ser Menos; que si deslegitima a su apellido porque no deja de restar; que nunca un Mas, sin acento, había sido tan menos, y cosas por el estilo...
Una tarde de corrida irrumpió Toni Albà, que pareció un toro bravo recién picado por el banderillero, queriéndome cornear en la entrepierna. Escrito está en la hemeroteca de Twitter. Dejo la metáfora del toreo: así que me convertí en un dualista del contumaz imitador del rey honorario Juan Carlos I. Pronto vi que el actor no es que tenga desenroscado un tornillo en la cabeza, como expliqué en un artículo anterior, sino que ha perdido más de uno. No existe ingeniero de Ferrari que pueda reparar la avería.
Pasé del duelo de esgrima a no tener contrincante para afilar mi espada. Luego supe que Toni Albà tenía refriegas con todo Cristo que no fuera estelado
Al principio, en mi ingenuidad, creí que iba de coña, pero comprobé que el Albà era un mal bicho por una iniciativa que escandalizó incluso a algunos de su cuerda: pidió que se boicoteara un espectáculo que estrenaba su compañera de profesión Carmen Machi en un teatro de Barcelona porque la actriz había suscrito un manifiesto de intelectuales y gente de la farándula en contra de la decisión del paracaidista que se echó del avión constitucional sin paracaídas.
Toni Albà no debe estar acostumbrado a que le respondan con su propia medicina, el sarcasmo, y me bloqueó la cuenta. Pasé del duelo de esgrima a no tener contrincante para afilar mi espada. Luego supe que el cómico tenía refriegas con todo Cristo que no fuera estelado. Que enviaba a todo Dios al carajo, y llegué a la conclusión de que tantos años borboneando había dañado gravemente a su cerebelo.
Me había olvidado de este payaso, que me perdone el gremio de mi admirado Tortell Poltrona, hasta que la pasada semana vi el pregón alternativo al oficial organizado para protestar contra el personaje elegido por la alcaldesa Ada Colau para el pregón de les Festes de la Mercè. No soy un defensor la Colau, pero en este caso ha acertado con la elección del pregonero: el columnista y escritor de Sant Adrià de Besòs Javier Pérez Andújar.
Confieso que no he leído ninguno de sus libros, pero sí algunas de sus columnas de El País. A veces coincido y a veces no. Es un hombre de izquierdas inclasificable que los lunes de cabreo puede pasar por anarquista, los miércoles por comunista y los sábados por la noche, con un gintónic en la terraza de El Nacional de Paseo de Gracia, como compañero socialista recién llegado de su mundo, el barrio del margen izquierdo del Besós.
No lo he comprado, pero estoy tentado por estrenarme con 'Paseos con mi madre' (Planeta), no sólo por la promoción involuntaria que ha hecho Toni Albà, sino también por las pullas que le ha dedicado Rahola, la Pilar anfitriona de los aquelarres separatas del último verano en Cadaqués.
Oyendo a estos talibanes indepes me enternezco (incluso con las palabras que me disgustan de Javier Pérez Andújar), con la defensa de este verso suelto de Rufián que por un día ha sido mi ángel San Gabriel.