He cambiado de opinión. En las últimas cuatro entregas había aprovechado la buena nueva de la confluencia periodística de Crónica Global y El Español de Pedro J. Ramírez para no hablar del monotema separata inevitable en el Día de la Marmota de todo 11-S al que los no indepes estamos resignados con las púas de cilicio que nos colocan en el muslo los medios públicos y subvencionados por la Cofradía de la Santa Espina y la Bendita Espardenya, loado sea.

No quería hablar por una cuestión estrictamente higiénica: ventilarme la cabeza. Antes, cuando podía viajar, si el día 11 caía en lunes o viernes, cogía un vuelo a cualquier destino y me autoexcluía de la Diada. Permítanme una gota de humor negro: hace quince años, por culpa la barbarie del derrumbe de las torres gemelas por los aviones empotrados por los terroristas islámicos en los EEUU, nos olvidamos del 287º aniversario de las cinco y cuarto de la tarde.

Siempre he sido de festejar la victoria del libro y de la rosa que las de las derrotas. Díganme perro verde, lo acepto. Aunque puestos a la animalada, llámenme gato montés. Los gatos tienen unos ojos inescrutables que te invitan al misterio. Animales solitarios que cuando los buscas no están, y que aparecen cuando no los buscas. Los antiguos egipcios los adoraban.

Aunque es cierto que son muchos menos de lo que dicen los de la ANC, los manifestantes independentistas de la Diada siguen siendo muchos y no son menos que en 2012

Sin embargo, he cambiado de opinión y el sábado siguiente a la performance separatista de los últimos años vuelvo a la carga cabreado, no con la Cofradía de la Bendita Espardenya sino con lo que han publicado algunos medios nacionales que no comulgan con las ruedas de molino de los medios del pesebre indepe, liderados, cómo no, con la omnipresente Casa Nostra, la Corpo.

Sí, me cabreé con la estulticia de poner en las portadas, con grandes titulares, que el soufflé separata iba de capa caída dando por buena la mentira de los números hinchados por la ANC los cinco años anteriores: que si 1.500.000 (2012); 1.800.000, la Via Catalana de 2013; 2.000.000, la V de victoria de 2014 y vuelta a la meta de salida, el año pasado. Y, como este año habían sido 800.000, se demostraba con la frialdad de las matemáticas que el soufflé estaba menguando para que quienes no queremos que rompan España fuéramos a dormir tranquilos esa noche. Unos y otros nos tratan como a niños. En política la mentira es compulsiva.

Hace un año expliqué la multiplicación de los asistentes a estas Diadas con datos objetivos, y no voy a repetir lo que escribí hace un año.

No cometeré la estupidez contraria porque, aunque es cierto que son muchos menos de lo que dicen los de la ANC, siguen siendo muchos y no son menos que en 2012. Es decir, lo del soufflé es otra falsedad construida en este mundo de mentiras interesadas de la política.

Por supuesto, no es un hecho diferencial catalán ni español. El mejor arma de la dialéctica política es esa. Sea democracia o dictadura.

Esa palabra pronunciada por Ortega ante las Cortes Españolas duele, pero es descarnada. Nos duele especialmente a los catalanes que también nos sentimos españoles: tenemos que aprender a "conllevarnos"

Tenemos un problema, Houston ¿Pero cómo lo resolvemos? No existen soluciones sencillas a problemas complejos. No tengo la solución, ni espacio para enumerar el diagnóstico de la enfermedad (la palabra es egoísmo) porque más que un artículo necesito El Libro Gordo de Petete. Pero el de Petete podría explicarlo, no solucionarlo; como ni siquiera encontró la solución la cabeza española más preclara de José Ortega y Gasset cuando en 1932 en el atrio de oradores del Congreso de los Diputados, al debatirse L'Estatut de Catalunya, dijo esa frase que aún resuena en la cabeza de los que amamos la historia para entender el presente y vislumbrar las formas borrosas del futuro que no veré, y lo digo con melancolía...

Esa palabra pronunciada por Ortega ante las Cortes Españolas duele, pero es descarnada. Nos duele especialmente a los catalanes que también nos sentimos españoles: tenemos que aprender a "conllevarnos". Es una palabra nada atractiva, pero la menos mala si no queremos algo peor: Cataluña quedaría rota en dos. Es igual que sea 52% a 48% o al revés. El daño es el mismo. Y España convertida en Expaña.

Desde Madrid es fácil hablar y escribir, pero desde la capital de España hay que escuchar con atención a las voces que desde Cataluña defendemos la unidad y el orden constitucional porque podemos aportar importantes matices, pues por ser catalanes nadie nos tiene que contar cuál es nuestra sensibilidad. La diferencia en la política, como en el arte, está en el cuidado del detalle. Saber distinguir las voces de los ecos.

En este sentido, Crónica Global es un excelente instrumento para hacerla llegar a toda España a través del potente amplificador de El Español.

Un ejemplo palmario de esa falta de sensibilidad hacía Cataluña fue la que tuvo el delegado del Gobierno en Andalucía cuando en las últimas alecciones andaluzas criticó a Albert Rivera no por su ideología sino porque se llamaba Albert. Y el PP no lo destituyó porque Don Mariano se apellida Tancredo...