Pensamiento

BCN World, la tomadura de pelo que no cesa

23 julio, 2016 23:00

Oriol Junqueras, vicepresidente del Gobierno catalán, anunció hace pocos días que sigue adelante la macro-iniciativa urbanística y de casinos prevista junto a Port Aventura. Se la conocía como BCN World. Pero este nombre parece haber perdido todo su encanto y ahora ha sido sustituido por el pomposo título de Centro Recreativo y Turístico de Vilaseca i Salou.

Tras la proclama de Junqueras, llegó el tío Paco con la rebaja. El nuevo engendro que se pretende levantar experimenta una dura amputación, pues su edificabilidad se poda en un 25%. La inversión inicial se rebaja a 2.500 millones, que según Junqueras acarreará la creación de 10.000 puestos de trabajo. Los anteriores patrocinadores juraron y perjuraron que el dispendio ascendería a 4.700 millones y se crearían nada menos que 40.000 empleos.

El nonato proyecto de juego y entretenimiento del político independentista es ya el cuarto de los que se han presentado públicamente. Y según voces de entendidos en la materia, tiene todos los números para acabar condenado al fracaso, como ya ocurrió con los tres anteriores.

En realidad, la puntilla a este gigantesco espantajo especulativo no es de ahora. Se la propinó en diciembre de 2014 su principal valedor, el valenciano Enrique Bañuelos.

Este personaje, consumado agiotista del ladrillo, cuenta entre sus actuaciones estelares con la fundación y desarrollo de la inmobiliaria Astroc, de infausto recuerdo para millares de ahorradores que invirtieron en ella y perdieron todo su dinero.

Bañuelos es quien tiraba del carro de BCN World, pero hace más de un año y medio arrojó la toalla y se desligó de la entidad, ante las nulas perspectivas de viabilidad que avizoraba.

El meollo del asunto reside realmente en que Bañuelos y sus socios apenas ponían un céntimo de su bolsillo. Todo lo fiaban al logro de abundante financiación bancaria. Y en aquel momento, si de algún sector huía la banca como de la peste era el de los bienes raíces.

Bañuelos nombró un equipo gestor y convocó conferencias de prensa a destajo. Hasta llegó a organizar varias presentaciones en el extranjero, con el sano propósito de atraer inversores.

En una de esas tenidas, congregada en Londres, contrató de organizadora nada menos que a Corinna zu Sayn-Wittgenstein, la “amiga entrañable” del rey emérito Juan Carlos I.

Doña Corinna prestó gustosa su noble jeta, pues si hay algo que ciega a esa señora es la posibilidad de obtener un lucro expeditivo en forma de comisiones de intermediación.

Bañuelos pregonó en su día que calculaba un plazo de un año para conseguir las licencias de construcción y otros 36 meses para ejecutar las obras. Por tanto, sobre el papel, el conjunto debía quedar listo para entrar en servicio en el curso del presente año.

Sin embargo, a estas alturas nos encontramos con una doble y penosa realidad. Primera, no se ha movido un solo metro cúbico de tierra de los terrenos afectados. Y segunda, no hay la más mínima previsión de que a corto plazo las máquinas excavadoras se vayan a poner en marcha.

El reciente destape público de Junqueras suena a brindis al sol y a patada hacia adelante para ganar tiempo. Mutatis mutandis, es lo mismo que ya hizo con anterioridad el Gobierno de Artur Mas.

Cuando la iniciativa hacía agua por todos lados, Mas sostuvo impávido que lo de BCN World estaba más vivo que nunca. Se comportó así por motivos estrictamente políticos. Se resistía como gato panza arriba a reconocer que el cacareado plan está muerto y lo mejor que se puede hacer con él es darle piadosa sepultura.