Pensamiento

Personas contra barbaries

16 julio, 2016 00:00

Otra de las consecuencias deleznables de la Primera Guerra Mundial fue la desmembración del Imperio Austro-Húngaro para formar pseudo países. En 1918, se estableció el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos. En 1929, pasó a denominarse Reino de Yugoslavia. En 1945, al acabar la siguiente Guerra Mundial, pasó a ser República, presidida por Tito con el lema 'Hermandad y Unidad'. Tremendas tensiones sepultadas reaparecieron tras la muerte del mariscal. La discordia --potenciada por los medios de comunicación, con chanzas de apariencia inocente y con embustes sistemáticos-- se cultivó durante años, por gente mezquina y bien organizada. Se exacerbaron los temores y resentimientos hasta límites insospechados. Servido el polvorín, mucha gente corriente dejó de serlo por un odio que se justificaba por los intolerables agravios y crímenes de los otros.

La carencia de espíritu crítico, su falta de hábito o su rotundo desprecio, impide a los seres humanos escapar de las interpretaciones maniqueas que les sirven los peores

El profesor José Ángel Ruiz Jiménez, de la Universidad de Granada, ha hecho un estudio espléndido, Y llegó la barbarie (Ed. Ariel), que considero de obligada lectura para estar al corriente de la cuestión yugoslava como inverosímil laboratorio de la barbarie. Subraya lo que en nuestro tiempo se puede hacer con la historia. Herencias invisibles, agravios recreados, pánico a un pasado de pesadilla. Generar torbellinos de exaltación, de ensañamiento y de crueldad programada: "Sembradas las semillas de la barbarie, los hechos detonantes tienen un efecto multiplicador". Asesinatos, muertos y heridos, refugiados, destrozos, odio incurable, desespero, vidas rotas. No se trata de presagios teóricos y agoreros, sino que ha pasado en Europa a finales del siglo XX. Esclarecer las causas del despliegue del espíritu homicida es imprescindible para volver al civismo, y superar los desgarros de un metódico envilecimiento social. La carencia de espíritu crítico, su falta de hábito o su rotundo desprecio, impide a los seres humanos escapar de las interpretaciones maniqueas que les sirven los peores. Cuando se rebate la evidencia de las atrocidades del propio bando, ¿qué se puede esperar? Las repúblicas de taifas declararon antipatriotas a sus ciudadanos más valiosos y decentes.

Al comienzo de 1992, doce años después de morir Tito, fueron reconocidos los Estados independientes de Eslovenia y Croacia, cuyo presidente llegó a decir en público que "gracias a Dios, mi mujer no es judía ni serbia". En 1994, se desencadenó en Ruanda un descomunal genocidio (3 de cada 4 tutsis fueron exterminados), y también se produjo la primera de dos masacres en el mercado de Sarajevo. En 1995, hubo en Srebrenica una matanza organizada por gente serbia. Pero hubo limpieza étnica en varias direcciones, hay cínicos que se 'olvidan' de la reconquista de Krajina. Habría que considerar también el juego de torres de cráneos, organizadas por bosnios, cuyo dirigente principal luchó en las unidades musulmanas integradas en las Waffen SS nazis. Kosovo declaró unilateralmente su independencia en 2008. Se habla de las violaciones masivas de serbios a mujeres musulmanas: Sarajevo cifró su número en 50.000. Para cuando la Cruz Roja habló de menos de 2.000 violaciones, incluyendo las cometidas sobre mujeres de cualquier nacionalidad, el juicio de la opinión pública ya era inamovible; éxito de la estrategia publicitaria, manipulación triunfante. Acercarse a la verdad es "arduo y a menudo implica ir contracorriente, pero es el precio de nuestra libertad de juicio" y del bien común.

Pasados los años, en los 'nuevos' países se ha hecho evidente el auge de las mafias y de la corrupción, con el consiguiente incremento del descontento y del desamparo. Los sectores más preparados tienen un irremplazable deber moral: transmitir la fuerza constructiva, lucidez, razón, nobleza y solidaridad, como norma social para doblegar el gusto imparable por hacer daño y vivir instalado en el miedo y el odio. El autor destaca la asociación 'Mujeres de Negro', comprometidas con la reconciliación y los derechos humanos. Mencionemos que Yugoslavia tenía la mayor proporción de doctoras universitarias de Europa. Urge que suba la cotización de valores anónimos, sin ideología que niegue la conciencia de lo mucho que vale una persona.