Los loros no mienten
Los seguidores de Perry Mason recordarán la novela El caso del loro perjuro de Erle Stanley Gardner, en la que el animal es el único testigo del asesinato de un excéntrico millonario en una cabaña del bosque a la que había ido a pescar. La cosa se complica cuando se descubre que no se trata del loro del fallecido, sino que alguien lo ha sustituido por otro y el auténtico está en poder de una sospechosa mujer. El loro repite una frase comprometedora, pero... nada es lo que parece. Alguno se encogerá de hombros y pensará, sólo es una novela, salida de la imaginación retorcida del escritor. Cómo no, pero a veces no hay que inventar mucho, la realidad es rica, y con vestirla un poco es suficiente.
Desconozco la ley americana, aunque parece ser que existe un precedente en 1993 en el que se admitió "la declaración" de un loro como prueba para exculpar a una persona de un asesinato
En junio de 2015, la policía acudió a la casa de Martin y Glenna Duram en Michigan (EEUU) y encontró al marido muerto con cinco balazos en el cuerpo y a la mujer con un disparo en la cabeza, pero viva. A fecha de hoy ha podido recuperarse, pero dice no recordar nada. Los investigadores hallaron en la habitación hasta tres notas de suicidio escritas por ella. Parece ser que el matrimonio pasaba por graves problemas económicos. La cuestión es que transcurrido un año de los hechos, Glenna está acusada de matar a su marido, y ello debido en parte a una mascota, un loro africano llamado Bud, gris y de cola roja. Los expertos dicen que son muy inteligentes y pueden repetir todo lo que oyen con matices sorprendentes. El animal, de diecinueve años de edad, estaba presente el día que sucedieron los hechos y ahora lo cuida la exmujer del fallecido. Al parecer, no deja de repetir "Dont fucking shoot", lo que vendría a ser: "No dispares, joder". En Youtube está el audio completo, en el que se escucha a Bud decir estas palabras con voz grave y los padres de Martin Duram afirman que es la voz de su hijo. La verdad es que impresiona y sí, parece la voz de un hombre. La fiscalía está estudiando si usar ello como prueba y los medios se preguntan si puede admitirse el testimonio del loro en el juicio. Desconozco la ley americana, aunque parece ser que existe un precedente en 1993 en el que se admitió "la declaración" de este animal como prueba para exculpar a una persona de un asesinato. Imagino a los miembros del jurado, expectantes, la vista clavada en el plumífero testigo, a la espera de que le dé por decir las palabras que tiene aprendidas. Confío, por el bien del sistema, que tuviesen más pruebas para demostrar la inocencia, ya que el animal no puede más que repetir lo que ha escuchado, y esto, puede ser lo que realmente sucedió, o lo que ha oído en una serie de televisión.
De lo que sí podemos estar seguros es que a diferencia de los seres humanos, Bud no miente, no conoce el engaño; no puede aplicársele la frase de Paul Joseph Goebbels, ministro de propaganda del Tercer Reich, "una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad". La mayoría de los políticos de nuestro siglo dan la sensación de ejercer de loros en sus discursos, siempre repiten lo mismo, pero no nos engañemos, practican la máxima del ministro nazi todos los días. Se juegan mucho.