Europa 'jaque mate'
"La Unión Europea tal como la conocemos tiene los días contados. La crisis de los refugiados la hará saltar por los aires". Sentados ante una buena mesa, el politólogo francés Sami Naïr me contaba a su paso por Madrid el pesimismo con que ve el futuro y el desánimo que reina entre los intelectuales de su país. "Es algo que no se resuelve con 'buenismos', sino con política". Salíamos de un coloquio sobre inmigración en el que él había sido el principal orador y que había reunido a una buena representación de las ONG de izquierda madrileñas. SOS Racismo, que se desgañita incansablemente contra las inhumanas políticas europeas en el caso de los refugiados, recordaba que dos o tres millones de manifestantes habían clamado contra la participación de España en la guerra de Irak, mientras que hoy, lograban convocar apenas a 1.500. Naïr argumentaba que, aunque la UE aportara 6.000 millones de euros para que Turquía fuera un valladar, la presión de los refugiados no cedería, ni Europa sobreviviría al desafío.
Durante 40 años los inmigrantes venían y volvían a su país de origen. El culebrón diario en las fronteras habría empezado el día en que éstas se cerraron
Y es esa Europa del Tratado de Maastricht la que, según mi interlocutor, habría creado el problema. Construir un mercado único con fronteras cerradas, donde se permitirá sólo la inmigración legal para evitar la competencia en el mercado de trabajo, según Sami era un error porque "no se podía elaborar un modelo económico sin tener en cuenta el contexto geopolítico" que incluye a Europa del Este, el Magreb, Oriente Medio.
Antes de que se creara el mercado único, en cada país se regulaba la inmigración en función del trabajo disponible. Durante 40 años los inmigrantes venían y volvían a su país de origen. El culebrón diario en las fronteras habría empezado el día en que éstas se cerraron. "Para no quedarse fuera se instalaron en los países respectivos, con lo que ha crecido una inmigración que no es de trabajo si no de reagrupación familiar, así como también la ilegal controlada por las mafias. Hoy, con los refugiados de Siria vivimos el resultado extremo de esta lógica", sostiene el intelectual francés y añade que "se ha producido una derechización de los que antes se decían de izquierdas, que está fracturando Francia".
Yo misma había sido testigo semanas antes de ese dilema en un encuentro parecido con Jean Pierre Castellani, un profesor francés que colabora con la Complutense: "No se puede considerar francės a todo el que ha nacido y vive en Francia si no es capaz de abrazar nuestra cultura y valores", decía refiriéndose a los nacionales de segunda generación, justificando la polémica iniciativa, ya abandonada, del presidente Hollande que pretendía despojar de la nacionalidad a los acusados de terrorismo.
Mientras aumenta el número de los que quieren entrar en Europa, cada día son más los del 'interior' que se cuestionan la ventaja de haber cedido soberanía para crear un espacio en beneficio del mercado
Se diría que mientras aumenta el número de los que quieren entrar en Europa, cada día son más los del 'interior' que se cuestionan la ventaja de haber cedido soberanía para crear un espacio en beneficio del mercado y detrimento de los derechos de los ciudadanos. "Europa nació como proyecto económico, no político, y se ha hecho evidente que el mercado no puede regular la sociedad. El proyecto económico siempre ha seguido al político en la historia de la humanidad, y no al revés." ¿Puede ahora Europa dar la vuelta a la situación?
Poco pueden hacer los gestos tan bien intencionados como grandilocuentes de ofrecer de forma unilateral ayuda a refugiados sirios para que vengan a instalarse en tu localidad. Es en la crisis de los refugiados donde se mide la voluntad política de Europa para existir y tener un proyecto común, y no solo policías en la frontera. Esa voluntad política que reclaman cada vez más voces se llama ir a la raíz del problema, lo que significa no sólo abrir vías legales para que puedan pedir asilo los que lo necesiten, sino proteger a millones de desplazados internos, la apertura de corredores humanitarios para las ONG y Cruz Roja y, sobre todo, como arquitrabe de toda una nueva política, subordinar los intereses económicos a los políticos; esto es prohibir y perseguir el tráfico y venta de armas que en muchos casos proceden de países europeos; revisar las relaciones con países como Arabia Saudí, que, aunque sea subrepticiamente, procuran ayuda económica al ISIS; pedir cuentas a los países vecinos del conflicto y a menudo aliados de Occidente, como Turquía y Jordania, que hacen de intermediarios en la venta del petróleo que explota el Estado Islámico y que es una de sus grandes fuentes de financiación... Y eso sólo para empezar.