Negra como la trufa
Llegué a Morella para participar en las jornadas grastronómicas y literarias organizadas en el ayuntamiento por los imprescindibles Nancy García y José García y el programa 'Todos somos sospechosos' de RNE3 y su directora Laura González, del 19 al 21 de febrero. Negra la trufa y negra la novela que congregó autores y público, venidos del territorio y de más allá de las fronteras.
Mena puntualizó que los delincuentes no entran por una puerta y salen por otra, sino que salen por la misma que han entrado
El contacto con los lectores y amantes del género nos permitió a los autores, Xavi Borrell, Pere Cervantes, Ángel Gil Cheza, Isidro Garrido y yo misma, certificar la pasión por el género, redescubrir y compartir lecturas nuevas y clásicas.
La participación del periodista Josep Martí y el fiscal José Maria Mena, dejó en el recuerdo una interesante charla en la que Mena puntualizaba que los delincuentes no entran por una puerta y salen por otra, como suele decirse para expresar con amargura que la justicia no hace su trabajo, sino que salen por la misma que han entrado. Sobran las polémicas.
El evento me permitió conocer un territorio cargado de historia y leyendas que me explicaron los entendidos; historias que desde luego dan para más de una buena novela (tomo nota) y le convierten en un lugar único. Camilo José Cela habló en 1992 de Morella como "ciudad soñada", y Vázquez Montalbán afirmaba que en Europa las dos únicas ciudades que pueden rivalizar con el horizonte de estructuras y edificios de Nueva York eran San Gimignano, en la Toscana, y Morella, en Els Ports.
Pero había un aliciente más para viajar ese fin de semana: la trufa. Escribía el recientemente fallecido Umberto Eco en 'El nombre de la rosa', cómo el narrador, el joven monje Adso, y Severino, el herbolario, a fin de distraerse, y el primero además, con el secreto anhelo de poder ver a su amada, salen de la abadía en busca de la trufa que se define como "ese fruto exquisito de la espesura".
Su sabor es único, es cierto que no se parece a nada, pero coincido con muchos cuando puedo afirmar sin lugar a dudas, que la trufa, sabe a gloria
En Morella no se supo de su existencia hasta el siglo XX, al acudir recolectores de fuera de la región provistos de perros, a la caza del tesoro gastronómico. La trufa ya se consumía en Egipto, y en la Edad Media era bocado exquisito. Adso relata: "Y me dijo que era muy difícil de encontrar porque se escondía bajo tierra, más hondo que las setas y que los únicos animales capaces de descubrirlo, guiándose por el olfato, eran los cerdos. Pero que cuando lo encontraban, querían devorarlo, y había que alejarlos enseguida para impedir que lo desenterraran". Muy apreciada en la cocina francesa ya desde el Renacimiento, es conocida también con el sobrenombre de "oro negro".
Nunca la había probado. Pregunté a qué sabía y las respuestas eran diversas: ni dulce ni amarga, no se parece a nada, es un aroma único que te envuelve la garganta y es afrodisíaca (extremo que todos mencionaban con sonrisa cómplice y un encogimiento de hombros). Imposible por tanto obtener una respuesta que me preparara para ello, así que tuve que esperar. Y sí. Por fin tuve la ocasión de degustarla en diferentes platos. El sabor es único, es cierto que no se parece a nada, pero coincido con muchos cuando puedo afirmar sin lugar a dudas, que la trufa, sabe a gloria.