Una presidencia devaluada, una investidura esperpéntica
En una sesión de investidura que refleja la degradación institucional en Cataluña, ha sido elegido Presidente de la Generalitat el número tres de la lista por Girona de Junts Pel Sí, designado a dedo por el ex presidente Mas, que parece querer imitar a Putin.
La investidura se produce después de consumarse un caso de transfuguismo institucional sin parangón y como colofón a unas esperpénticas negociaciones entre las formaciones independentistas.
Antes de comenzar con la desconexión con España, Puigdemont ha decido desconectar de la realidad
En su intervención, Puigdemont ha reconocido que no ha tenido tiempo de prepararlo, se ha limitado a hacer suya la hoja de ruta aprobada por los diputados secesionistas el pasado 9N. En un discurso dirigido exclusivamente a los suyos, se ha referido a la creación de un país idílico, una ínsula barataria, un paraíso terrenal de recursos ilimitados en el que todos seremos felices y comeremos perdices. Antes de comenzar con la desconexión con España, Puigdemont ha decido desconectar de la realidad.
Ahora veremos si Puigdemont ,tras la bravata, se atreve a lanzar a sus tropas, metafóricamente hablando, a la tarea de desobedecer la Constitución y el Estatut y las resoluciones de los tribunales. Capaz de hacerlo seguro que lo es, dado su perfil de talibán que ha demostrado repetidamente en su vida política.
La duda que surge es saber cuál será la respuesta del Estado, si se pasa de las bravatas a los hechos. En este sentido, sería deseable que se pudiera formar un gobierno español estable que pueda hacer frente, en su caso, a los desafíos que pueden producirse. La fórmula concreta es lo de menos. Pero todas ellas pasan por algún tipo de acuerdo entre las, todavía, dos fuerzas políticas principales en España, PP y PSOE.
La duda que surge es saber cuál será la respuesta del Estado, si se pasa de las bravatas a los hechos
En cualquier caso, el movimiento secesionista se ha debilitado en los sucesivos procesos electorales y todavía más en estos meses de interinidad marcada por la desconfianza e insultos entre ellos. Por ello creo que no es mal momento para que las instituciones del Estado pasen de la retórica a la acción legal, si se consuman las iniciativas anunciadas en el programa del candidato. La intervención de Rajoy ha ido en esta línea.
Hoy hemos asistido a una investidura que nace del miedo a las urnas de Mas y los suyos, de no asumir el resultado del 27S y que consuma la baja calidad democrática y la degradación institucional catalana. A Junqueras le han vuelto a flaquear las piernas, la CUP se ha autodestruido, y Colau y los suyos se han quedado compuestos y sin novia. Queda por ver si Puigdemont se resignará al papel de comparsa o plantará cara a Mas y la familia.
Aunque la investidura puede haber asustado a muchos catalanes no secesionistas, no ha sido un mal día para quienes no creemos en el paraíso prometido por el independentismo. Siguen cavando su fosa política con un entusiasmo decreciente pero más fervoroso que nunca, a medida que los fieles se van quedando en el camino.