Cada separador pesa lo que diez separatistas
Estoy tan en desacuerdo con los separatistas como con los separadores. Son polos opuestos que se necesitan para crecer. Esta ley política es extraña. Una mezcla entre la física y la química. Empero, los separadores aún son más peligrosos porque son devastadores a la idea de España. Mucho más.
Los separadores son más nocivos que los separatistas, porque producen un efecto bumerán radiactivo de intenso y largo alcance
Un ejemplo palmario de lo que afirmo: el delegado del Gobierno de Andalucía, no quiero ni nominarlo, cuando soltó esa antología del disparate: que no quería que un Albert (Rivera) dirigiera desde Cataluña a su región, hizo más daño que diez maitines de Pilar Rahola.
Los separadores son más nocivos que los separatistas, porque producen un efecto bumerán radiactivo de intenso y largo alcance. Entiendo como separadores a aquellos individuos que para defender la unidad de España ofenden la dignidad de los catalanes que no somos separatistas.
A los separatistas, la mínima fragancia de España, hasta su mismo nombre, les repele. Así que a los de pata negra ¡que les zurzan! (que me perdonen alguno de mis amigos, que de haberlos haylos).
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A principios de julio me estrené en CRONICA GLOBAL, y quienes me han leído (si lo quieren comprobar, lo tienen fácil), comprobarán que mis artículos son monotemáticos.
Una vez escribí un tuit que decía: Quien sólo tiene una sola idea en la cabeza es que no tiene ninguna. Y da la impresión que esa única idea esté en mi cabeza... Pero no se equivoquen: cierto es que ahora mismo es la que más me preocupa de la actualidad pública, que no personal, porque la política nacionalista la ha llevado a un vórtice en el que ni en mis peores pesadillas habría soñado, y hemos caído de bruces. Contra eso me revuelvo. No quiero ser un apátrida en mi patria.
La política nacionalista la ha llevado a un vórtice en el que ni en mis peores pesadillas habría soñado, y hemos caído de bruces
A Dios gracias, me interesan muchas otras cosas: me interesa la filosofía, tengo al clásico Sócrates y al contemporáneo José Ortega y Gasset en la cabecera de mi cama (en octubre se conmemorará el sesenta aniversario de su muerte; en esa fecha, con el permiso del director, escribiré sobre la actualidad de su pensamiento); mi gran pasión siempre ha sido la Historia (especialmente la visión del gerundense Jaume Vicens Vives); la literatura me apasiona (me gusta el realismo de la generación del 98 más que el realismo mágico latinoamericano), y de la inglesa prefiero a Ernest Hemingway a Faulkner. La música de Falla, Granados, Ricardo Viñes y Chapi a la de Wagner. En fin, soy muy curioso. Creo que tener el culo inquieto es imprescindible para ser periodista.
No les quiero cansar con mis aficiones que cubren lo que se conoce como las Humanidades. Así que, como tengo como lema de estilo 'prohibido aburrir', no diré más sobre mis gustos, salvo que no soy un erudito a la violeta, como escribió hace más de dos siglos José Cadalso.
¡Que tiempo y dinero mis lecturas me han costado!
Parafraseando al autor teatral Antonio Buero Vallejo, cuando le acusaban de perezoso, no lo negaba, diciendo que era el más leve de los pecados capitales, y contestaba con la chufla de Guadalajara que en el castigo estaba su penitencia “porque ser vago me ha costado mucho dinero”.
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Vuelvo al principio: detesto a los separadores no sólo porque, como en teoría son de los míos, me obligan a una equidistancia que no quiero, sino porque aportan a la locomotora antracita, el carbón más preciado para los fogoneros del separatismo.
Así que hasta el puto 27S, o mientras dure el jaleo, me van a tener dale que te pego contra ese dragón de siete cabezas que ya no se bien quien maneja. Tal vez sea el diablo cojuelo...