Contra los talibanes, ¡a secas!
Parecía que la polémica sobre la Ley de lenguas había pasado a mejor vida sepultada por el rechazo previsible, o por el tactismo de sus promotores. Pero no, Joaquim Coll, limpio y pulcro, ha pretendido culminar el debate con un nuevo artículo en El Periódico de Catalunya, 'El Estado y las lenguas de España'. El texto menos temerario y más aseado de todos los publicados. Como si hubiera sopesado al milímetro sus puntos débiles para reducir las suspicacias que han levantado todos los que le precedieron. Una más de las mil caras del catalanismo del PSC, esta vez propiciada por la candidatura de Carmen Chacón a la presidencia de la Generalidad y la complicidad de Federalistes d’Esquerra y, últimamente, por UDC. Nada nuevo bajo el sol si damos pábulo a esta maldad de uno de los comentaristas de la polémica: “No sería descabellado pensar que el catalanismo o nacionalismo moderado y constitucionalista que tan buen resultado electoral dio durante treinta años, esté buscando un nuevo cuerpo, con una nueva imagen, con un nuevo partido y con un nuevo nombre. Y que además niegue su condición”. (Escudero 05/05/2015 - 19:13h. Crónica Global).
Me han aconsejado que no conteste, sería hacernos daño entre iguales. Me ruegan. Esos temores ignoran que las ideas están para debatirlas, compartirlas, rebatirlas; las personas, para respetarlas
Me referiré a él inmediatamente, pero antes lo haré con los dos últimos artículos de sus zapadores, Mercè Vilarrubias y Juan Claudio de Ramón, que abrieron el camino con dos artículos conjuntos en El País, el 4 de septiembre y el 1 de diciembre de 2014. Pero esta vez, no para contradecir el contenido de la propuesta, sino para mostrar la deriva personalista que sus últimos artículos han tomado contra todos los que nos oponemos a la propuesta de hacer oficiales en toda España las lenguas regionales. La razón es obvia, si importa este debate es por el contenido de la propuesta, no por el sayo ni por el monje. Y porque en Cataluña, esta tendencia a la descalificación del contrario, tan propio de catalanistas, lo pervierte todo y ha acabado por contaminarnos a todos. Me han aconsejado que no conteste, sería hacernos daño entre iguales. Me ruegan. Esos temores ignoran que las ideas están para debatirlas, compartirlas, rebatirlas; las personas, para respetarlas. Queda a disposición de cada cual que arriesga ideas en la plaza pública, considerarse agredida, confundiendo contradecir ideas con ataques personales. Sé que incomodo manteniendo criterios coherentes, sean amigos o adversarios, pero por encima de la etnia, sea por amistad, comunión de ideas o intereses comunes, está la honestidad. No ya la verdad, porque tal pretensión sería pura soberbia, pero sí la honestidad de sostener siempre y en todo lugar lo que se considera verdadero, independientemente de si tal proceder halaga o irrita, cosecha amigos o antipatías. Aunque parezca menor sostener tal coherencia, les aseguro que acaba por pasar factura muy gravosa. Ya quisiera pasar del trago, pero nobleza, obliga. O sea, no sabría hacerlo de otra manera.
Empecemos con el último artículo de Juan Claudio de Ramón, 'Lo que la ley de lenguas es y lo que no es'. Amable, pulcro..., insulso, un no artículo si la función de un artículo consiste en nombrar hechos, argumentos y verdades, y no adornos y estrategias de marketing para colar la ley de lenguas “sin que se note el cuidado”. Mira que hubiera sido fácil exponer un borrador de tal ley para que nadie tomara por una cosa lo que debe ser entendido por otra. Pues no, prefiere contarnos la milonga de que no hemos entendido nada, para a continuación decirnos lo que tenemos que entender sobre la ley de lenguas. Un poco de respeto al lector. No te quejes de que no te entiendan si no enuncias lo que presuntamente pretendes. Hasta la fecha, ninguno de los defensores del pluri/multilingüismo (¿?) ha expuesto el borrador de tal ley de lenguas, ni siquiera una referencia parcial a su articulado, ¡nada! Solo vaguedades, intenciones, sugerencias, alegatos a sentimientos y emociones, símbolos y conveniencias, tan interpretables como la existencia o no de los extraterrestres. Sin embargo nos abronca por no entender su cometido y nos alecciona sobre lo que tenemos que entender. El título del artículo es en sí mismo un insulto a la inteligencia: “Lo que la ley de lenguas es y lo que no es”. Si no te importa, Juan Claudio de Ramón, publicad el borrador de la ley, y ya determinaremos los demás lo que es o no es; o para ser más exactos, lo que a los demás nos parece que es, o no es, lo que puede solucionar, o por el contrario, enredar aún más. Estoy convencido de que todos los que estáis persuadidos de esta artimaña para reducir la capacidad de maniobra del nacionalismo está guiada por la inteligencia y el sincero propósito de buscar lo mejor para la paz social y el respeto a todos los ciudadanos en su diversidad cultural y lingüística. No sé por qué habríais de dudarlo de quienes nos oponemos a tal estrategia.
No creo en las conspiraciones, pero sí en la existencia de convicciones equivocadas concebidas con la mayor honestidad, y por lo mismo, despreciativas contra cualquier punto de vista que las contradiga. Nadie está libre, yo el primero, de creernos fuera de la caverna de Platón. No nos deis lecciones tramposas. Dadnos datos, dejad de hacer prospecciones sociales, calcular su rentabilidad política, preparar con vaselina la siguiente maniobra de distracción del nacionalismo en nombre del pluri/multilingüismo. Aunque la intención sea la contraria.
No dudo de las buenas intenciones de Juan Claudio de Ramón cuando dice: “Me gustaría pedir que ninguno de nosotros, partidarios o detractores de la Ley, cayéramos en el vicio dialéctico que todos hemos padecido en nuestros debates con nacionalistas: refutar aquello que no se ha dicho”. Nada que objetar, salvo que la forma más eficaz de evitarlo es que sus responsables presenten públicamente un borrador de dicha ley de lenguas, si es que existe, para saber a qué atenernos. Y a ser posible, quién está detrás. En democracia, la única libertad de elección es la capacidad de discernir entre opciones. Y para discernir, tener criterio, es preciso estar informados, bien informados, con la máxima neutralidad y universalidad.
A falta de tal información, de momento sabemos lo que nos han dicho en varios artículos cinco de sus inspiradores: Joaquim Coll, Mercè Vilarrubias, Juan Claudio de Ramón, Ángel Puertas, y Rafael Arenas. Todos ellos, personas cordiales, sensatas, preparadas y con buena fe. Algunos, amigos.
Con el material de estos cinco articulistas habría suficiente para justificar todo lo que se ha contestado y contrastado, pero, a falta de un borrador de tal ley de lenguas, hay dos documentos claves publicados que preceden e inspiran la necesidad de tal ley. Con nombres y apellidos. El primero fue la 'Proposición de Ley Orgánica de Reconocimiento y Amparo de la Pluralidad Lingüística de España', presentada hace dos años en el Senado por el grupo parlamentario Entesa pel Progrés de Catalunya, formado por PSC-PSOE, ICV, EUiA e IU, y no admitida a trámite por la Mesa del Senado (31/1/2013). Su portavoz era el ex presidente de la Generalidad José Montilla. El segundo documento es el presentado el pasado 24 de Abril de 2015 al II Seminario Multidisciplinar sobre el Plurilingüismo en España, bajo el título 'Una España multilingüe y plurilingüe. Bases para un pacto lingüístico', celebrado en el Institut d’Estudis Catalans de Barcelona, organizado por la Fundación Ortega-Marañón y la Fundació Joan Boscà, e inaugurado de nuevo por José Montilla, y al que asistieron entre otros, Joaquin Coll, Mercé Villarrubias o Ángel Puertas, y organizó Fernando R. Lafuente y el portavoz de Cultura del grupo parlamentario Entesa en el Senado, Carles Martí, un soberanista cultural del PSC.
La sintonía entre dichos documentos y el contenido de los artículos donde se defiende tal Ley de Lenguas, es total. Por primera vez en este debate, aquí los tienen linkados. Juzguen si podemos o no podemos tener opinión sobre el disparate.
¿Cuánto creéis que tardarían en denunciar un pequeño incumplimiento en cualquiera de las mil traducciones de esta o aquella exposición en un museo y tomarlas como justificación para no cumplir con su parte?
Es una lástima; si tuviéramos el borrador de ese proyecto podríamos sopesar qué alcance tendría la oficialidad de esas lenguas en todo el territorio nacional, y cuál el mosqueo de las que no están incluidas a pesar de existir, qué presupuesto sería necesario y de qué partidas se retraería, cómo se solucionarían los problemas previsibles en comisarías de policía y juzgados de guardia cada vez que un rótulo o una denuncia no fueran atendidos en el idioma de cada cual, cómo se cubrirían las plazas de jueces para evitar la endogamia en la justicia, qué áreas de conocimiento deberían ser eliminadas en las escuelas para dar entrada al estudio del resto de lenguas en todo el territorio nacional, si tendrían o no los enfermos el derecho a ser atendidos en su lengua de preferencia en cualquier hospital de España, qué grado de conocimiento y con qué titulación se podría acceder a los puestos de trabajo donde fuera imprescindible garantizar el uso lingüístico de cualquiera de las lenguas regionales, cuál sería el protocolo lingüístico a nivel internacional tanto en las instituciones europeas como en el resto de relaciones internacionales, consulados, embajadas etc, etc, etc. ¿Os habéis imaginado las infinitas colisiones que se producirían con tal proposición? ¿No creéis que es una frivolidad lanzar al aire una propuesta que abriría más frentes de los que cerraría? ¿Creéis que se puede jugar con un tema tan sentimentalizado donde la racionalidad brinda por su ausencia? ¿Es sensato salir con la ocurrencia sin haber sistematizado sus consecuencias negativas? En cualquier lanzamiento de prototipos científicos se hacen mil y una pruebas para que a la hora de la verdad pueda servir al usuario, no dañarlo. ¿Cuánto creéis que tardarían en denunciar un pequeño incumplimiento en cualquiera de las mil traducciones de esta o aquella exposición en un museo y tomarlas como justificación para no cumplir con su parte? ¿Qué y quién garantizaría que los nacionalistas iban a corresponder en sus territorios respectivos con la misma moneda? ¿Sois conscientes de que la propuesta está más incentivada por las ganas de agradar que de ser justos?
Aquí me quedo. No rebatiré ni un punto más de este último artículo de J.C. de Ramón a falta de un redactado concreto de la ley. Sobradas razones he dado en los dos artículos anteriores: 'Contra el laberinto de la ley de lenguas (I)' y (II).
Vuelvo al objeto de esta contestación, es decir, marcar el sinsentido de desautorizar a los autores, en lugar de rebatir las ideas. El último artículo de Mercè Vilarrubias, 'Ley de lenguas: ¿Debate o disputa?', es una antología sobre ello. Creo que ha estado contestado sobradamente por Santiago Trancón en su último artículo, 'Entender y no entenderse'. No insistiré sobre ello, a excepción de una acusación directa contra algunos de nuestros argumentos haciéndose la ofendida por algo de lo que nadie la ha acusado.
Parece que se encuentra más a gusto asumiendo el papel de conspiradora que nadie le ha atribuido y del que se siente ofendida, que hacerse cargo del derecho de los demás a cuestionar sus ideas. Un mal demasiado frecuente en Cataluña: “No somos ningún submarino del PSC ni yo tengo idea de haberme vendido a nadie”, me reprocha personalmente. Nada que objetar si hubiere sostenido el reproche, pero nunca lo he explicitado. Más aún, Mercè pudiera estar colaborando a elaborar una ley de lenguas con el PSC, y no por ello ser submarino de nada ni nadie. Sólo faltaría que no pudiéramos en una democracia trabajar donde nos viene de gana con las ideas que creemos más convenientes. Eso no implica que los demás no tengamos derecho a ponernos a la defensiva ante un partido que ha traicionado los derechos sociales de la clase obrera y los derechos culturales y lingüísticos de la mayoría de sus afiliados y votantes a favor del catalanismo, de la inmersión, del monolingüismo institucional y la construcción nacional en sintonía con la casta pujolista. El nacionalismo lo llevaba en su naturaleza, pero sólo ha triunfado porque quién debería haberlo combatido, durante tres década colaboró a apuntalarlo. A estas alturas de la película, recordarlo cansa mucho. Afortunadamente, esa traición le está pasando factura, y desde que C’s irrumpió en el Parlamento defendiendo lo que tanto traicionó el PSC, simplemente han dejado de ser alternativa de nada. C’s no caerá en ese error, porque está en sus genes combatirlo. Por ello nació, en ello está, y de abandonar tal posición, perdería buena parte del sentido de su existencia.
Dejémoslo claro de una vez, no creo que Mercè Vilarrubias, ni ninguno de los defensores de esta ley de lenguas sea un nacionalista al uso (al menos los que han presentado y defendido esta iniciativa), ni busquen perjudicar en absoluto los intereses de los ciudadanos que tienen por lengua la común de todos los españoles. Ni siquiera considero que su estrategia la consideren coincidente con las soberanistas. Están demostrando sobradamente su compromiso contra las fuerzas secesionistas en Cataluña. Muchos, no todos, se han dado a conocer socialmente a partir de su oposición a la inmersión y a la defensa del bilingüismo, caso clarísimo de la propia Mercè Vilarrubias, a la que conozco desde entonces. Dicho lo cual, el hecho de que no pretendan perjudicar derechos, no quiere decir que aún así pudieran lesionarlos, si creyendo defenderlos con la mejor de las intenciones, acaban por descuidar los daños colaterales que necesariamente se derivarán de ello. Reprocho su estrategia con la misma convicción que ellos consideran equivocada nuestra determinación por cumplir la ley en Cataluña ante que ninguna otra cosa. Señalo sus errores desde mi perspectiva y remarco el entorno social sofocante que pudiera explicar la causa que los propicia. ¿Le es tan difícil aceptar que abogar por el multi/plurilingüismo puede tener unos efectos que sus inspiradores no han previsto, y que sin embargo, de rebote engrase los intereses del peor nacionalismo? No juzgo su comportamiento ético, sólo sus acciones, ni siquiera sus intenciones, sólo las consecuencias de sus acciones, y por tanto, las iniciativas que las animan.
Es paradójico que, cuando más cuestionados estaban los defensores de la inmersión, cuando por primera vez los tribunales cerraban toda escapatoria para que el Gobierno de la Generalidad respetara la educación bilingüe solicitada por algunos padres, y la obligaban a incluir la casilla de opción lingüística en las instancias de principios de curso para que los alumnos pudieran escoger en qué lengua estudiar, salen con este debate que disuelve la polémica y da nuevos argumentos a los nacionalistas para emprender nuevas reivindicaciones. Es paradójico que ayuden a tapar con esta polémica el escuálido derecho de recibir el 25% de las clases en castellano que impone la última ley de educación, cuando más acosados estaban sus detractores.
Como objetivo o finalidad, ya les he marcado en artículos anteriores el grave error que supone sacralizar sentimientos y lenguas; como estrategia, la iniciativa no parece mejor encaminada. La primera consecuencia que se saca de instar al Estado a promover una ley de lenguas es que España aún está en deuda con las lenguas regionales, al menos en su consideración simbólica y legal con el resto del Estado. Vamos, que el Estado las ningunea fuera de sus territorios a pesar de ser tan españolas como el castellano. Nuevos agravios para los nacionalistas en el momento que estaban contra las cuerdas. Y mientras tanto, en Cataluña siguen sin cumplirse las sentencias. De eso, ni mú.
Echo a faltar a partidos y asociaciones que se han mostrado partidarios a través de alguno de sus representantes de esta ley de lenguas, que no hayan hecho ni una denuncia contra la inmersión
Importa poco que la estrategia no persiga eso, ni la intención tenga nada que ver con ello, pero de momento, a los únicos que les ha ido bien esta ley de lenguas es a los nacionalistas. Por el contrario, echo a faltar a partidos y asociaciones que se han mostrado partidarios a través de alguno de sus representantes de esta ley de lenguas, que no hayan hecho ni una denuncia contra la inmersión, ni se hayan puesto una sola vez al lado de los padres que exigen la opción de lenguas en las casillas de principio de curso. Y por supuesto, no hayan movido un dedo para que se cumplan las sentencias judiciales. Es el caso de SCC, que sin haber acordado nada en su junta directiva sobre la materia, la está promocionando. El recurso a la estrategia es buena ocurrencia, pero cuando llevamos 35 años de dejación de la ley, la estrategia es sólo una excusa. Cuando el abuso no nos molesta tanto como para exigir su fin sin demora, puede que no lo veamos tan mal, tengamos temor a enfrentarnos a ello, o lo que es peor, estemos de acuerdo con él. Lo que acabo de decir de SCC, es aplicable a UDC y al PSC. Podrán estar contra la independencia, pero a mí la nación española sin garantías jurídicas, culturales y lingüísticas, me importa un rábano. O dicho de otro modo, yo no me irrito por España, yo me irrito porque la exclusión es intolerable. Yo me irrito porque en Cataluña hay una casta catalanista que pisotea la democracia en nombre de sus derechos históricos, como si los derechos constitucionales no nos hicieran a todos iguales en derechos y obligaciones. De ahí que excluyan de la democracia el derecho a estudiar en la lengua materna. Les basta con considerarse dueños de la masía y excluidos de cumplir la ley. Como la antigua aristocracia.
Vuelvo al principio, a la necesidad de respetar el sentido literal de lo que se expone, y no a refutar aquello que no se ha dicho, tal como pide acertadamente Juan Claudio de Ramón. Pero sin trampas; si criticas la retórica, respeta las reglas de juego que pedís para los demás. Un ejemplo, mientras vuestros últimos artículos son cada vez más inocentes y blancos, algunos tuits revelan el talante intransigente y satanizador que están tomando sus contenidos contra quienes nos oponemos a vuestra propuesta de ley de lenguas. A propósito del artículo de Francesc Moreno, lleno de buena voluntad y equidistante de posiciones radicales, Joaquín Coll, lo tuiteaba bajo el siguiente titular: “Contra los talibanes de uno y otro lado”. O sea, la descalificación de salida por no pensar como yo, por no pertenecer a la racionalidad, por no ser de los nuestros, esa maldita atmósfera excluyente y clasista tan propia del catalanismo. Y lo que es peor, manipulando el título del artículo de Francesc, o si quieren, utilizándolo para descalificar desde autoridad externa lo que en realidad no se ha atrevido a hacer él en su artículo de El Periódico de Catalunya el pasado 27 de junio. La invitación amable y nada impositiva del título del artículo de Francesc Moreno, 'La conveniencia de regular las lenguas', fue retitulado por Joaquim Coll en su tuit por: “Contra los talibanes de un lado y de otro”. No me andaré con zarandajas, sobran en la política española, apestan en la catalana. No quiero faltar al respeto a nadie, pero tampoco que nos lo falten a los demás. Las cosas cuanto más claras, mejor. Desde el principio. No quiero ser amable, sólo limpio.
Doy por supuesto que defender una ley de lenguas para que todas las lenguas territoriales sean queridas y respetadas en toda España es una estrategia legítima para dejar fuera de juego al nacionalismo. No más que los que pensamos que es un disparate hacerlas oficiales en igualdad de derechos a la común de todos los españoles, y antes que ninguna otra cosa, un error. Pero no dejaremos pasar por alto ni una más de las estrategias de la peor retórica del nacionalismo para desautorizar, criminalizar o ridiculizar a quienes no pensamos dentro del establishment. En este tuit, Joaquim Coll no es mejor que los nacionalistas. Muestra la misma intransigencia que el nacionalismo cuando trata a cualquier disidente a sus postulados de franquista, españolista, ultraderechista para destruirle intelectual, ética, social y políticamente. En este caso, con un plus, nos tilda de talibanes. Exactamente la misma jerga que el mundo aberzale dedicaba a cualquiera que se opusiese al diálogo con ETA. Los dos extremos eran entonces ETA y el PP. ¿A quién se le ocurre? Unos mataban y otros estaban en la legalidad, unos segaban piernas, brazos y socializaban el dolor, y otros los perdían o morían. No amigo Joaquín Coll, los que estamos en contra de vuestra ley no somos talibanes, solo ciudadanos con criterio propio que no coincidimos con los vuestros. Nada más. Llevamos tragando con ruedas de molino durante más de tres décadas. No nos vengas con esas. El que inmediatamente lo retuiteara Mercè Villarrubias y otros defensores de la propuesta no aumenta la bajeza, entiendo que todos tenemos los dedos ligeros a la hora de manejar ese demonio digital que dispara nuestro inconsciente sin dejarnos reflexionar. No quiero hacer de ello una categoría, pero al menos sí reseñar la intención racional de descalificar, satanizar etc. de Joaquín Coll. Nada que objetar si la acusación se adecuara a la realidad. Llamar a Pujol capo de la mafia del 3%, o a Bárcenas chorizo y sinvergüenza, entra dentro de lo razonable si está uno dispuesto a soportar una querella, pero tratar a todos los que no estamos de acuerdo con la ley, de talibanes, demuestra la presencia de los usos y costumbres del catalanismo como medio de liquidar a la disidencia.
Por mi parte, doy por terminado este debate de agravios. Si lo he contestado es por poner contra el espejo a los que se creen con derecho a faltar, y a la vez, ofenderse por cualquier rasguño, sin reparar que los demás también tenemos corazón. No lo hago porque me moleste, estoy tan acostumbrado después de tantos años de soportar la satanización del nacionalismo que sería ridículo sentirse ofendido por pequeños detalles retóricos propios del debate acalorado. Lo hago porque sería más inteligente centrarse en el debate de ideas. Desde esa cercanía, a ver si quedamos para tomarnos una cerveza bien fría. El verano las hace especialmente atractivas. A ellas y a los amigos que las comparten.
P.D.: Acaba de publicar Mercè Vilarrubias un nuevo artículo, no sobre la ley de lenguas sino sobre los derechos lingüísticos de todos los ciudadanos en ayuntamientos e instituciones catalanas. Nada que objetar, a excepción de la manera de hacerlo. El restablecimiento de derechos no ha de supeditarse a conveniencias ni a plazos. O se restablecen o no se restablecen. Si los ciudadanos de Cataluña tenemos derecho a utilizar la lengua oficial que queramos, se ha de poder hacer, sin esperar a que los amos de la masía tengan a bien considerarlo. ¡Mira que es fácil!
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Orden de aparición de todos los artículos sobre esta polémica que he logrado reunir:
'Blindar la convivencia, no las lenguas', Juan Claudio de Ramón / Mercè Villarrubias (El País, 5 de septiembre de 2014)
'Todas las lenguas de España', Mercè Villarrubias / Juan Claudio de Ramón (El País, 1 de diciembre de 2014)
'El Estado frente al conflicto lingüístico (I)', Mercè Vilarrubias (Crónica Global, 22 de enero de 2015)
'El Estado frente al conflicto lingüístico (y II)', Mercè Vilarrubias (Crónica Global, 8 de febrero de 2015)
'¿Hace falta oficializar las lenguas regionales?', Marita Rodríguez (Crónica Global, 19 de marzo de 2015)
'El catalán es también una lengua española', Mercè Vilarrubias (Crónica Global, 8 de febrero de 2015)
'Contra el laberinto de la ley de lenguas (I)', Antonio Robles (Crónica Global, 31 de marzo de 2015)
'Lengua española y lenguas de España', Carmen Leal (Crónica Global, 6 de abril de 2015)
'Contra el laberinto de la ley de lenguas (y II)', Antonio Robles (Crónica Global, 20 de abril de 2015)
'Una ley de lenguas sin síndrome de Estocolmo', Francisco Oya (Crónica Global, 21 de abril de 2015)
'¡Dios mío! Me he vuelto nacionalista', Mercè Vilarrubias (Crónica Global, 26 de abril de 2015)
'Un nuevo actor lingüístico en España', Mercè Vilarrubias (El País, 4 de abril de 2015) En papel había salido inicialmente con el título 'España y sus lenguas: es hora de avanzar'.
'Algo hay que hablar', Arcadi Espada (El Mundo, 1 de mayo de 2015)
'Lenguas y sentimentalismo', tsevanrabtan (Las cuatro esquinas del mundo, 4 de aayo de 2015)
'Lo que la ley de lenguas es y lo que no es', Juan Claudio de Ramón (Crónica Global, 4 de mayo de 2015)
'Con el pinganillo en la oreja', Eduardo Goligorsky (Libertad Digital, 7 de mayo de 2015)
'¿Ley de lenguas, o derechos lingüísticos?', Santiago Trancón (Crónica Global, 8 de mayo de 2015)
'Otra ley de lenguas', Eduardo López-Dóriga Enríquez (Crónica Global, 13 de mayo de 2015)
'Formas y fondo de una disputa', Miquel Escudero (Crónica Global, 14 de mayo de 2015)
'De lo simbólico a lo ridículo', Miriam Tey (Crónica Global, 16 de mayo de 2015)
'Ley de lenguas: ¿debate o disputa?', Mercè Vilarrubias (Crónica Global, 19 de mayo de 2015)
'El Estado y las lenguas de España', Joaquim Coll (El Periódico de Catalunya, 27 de junio de 2015)
'Entender y no entenderse', Santiago Trancón (Crónica Global, 28 de junio de 2015)
'Queremos ayuntamientos bilingües', Mercè Vilarrubias (Crónica Global, 22 de julio de 2015)
'Talibanes, ¡a secas! A propósito de la ley de lenguas (III)', Antonio Robles (Crónica Global, 23 de julio de 2015)