Pensamiento

El dilema del boxeador mentiroso

4 junio, 2015 08:42

Durante las pasadas elecciones municipales, Societat Civil Catalana ha denunciado a los Ayuntamientos que ondeaban banderas independentistas en sus balcones y en sus fachadas. La reacción inmediata de sectores nacionalistas fue criticar la iniciativa de SCC, argumentando que la reacción sería contraproducente porque por cada estelada retirada de un Ayuntamiento, los vecinos de esa localidad pondrían muchas esteladas en sus casas.

Los que hemos practicado el noble deporte del boxeo, sabemos que el hecho de cerrar la guardia defensiva y recibir puñetazos en hombros y brazos, no significa que se esté perdiendo el combate

De forma parecida se ha criticado la iniciativa la Comisión antiviolencia del Consejo Superior de Deportes, de iniciar expediente sancionador a los promotores de la pitada en la final de Copa, argumentando que medidas de este tipo fomentan el sentimiento independentista y crean desafección hacia la nación española.

En la Comunidad Autónoma Catalana vemos expectantes como a diario se está produciendo una dura confrontación, entre declaraciones y contra declaraciones, de los partidarios y detractores de la independencia. Este ambiente político enrarecido, traspasa el ámbito de las instituciones públicas, proyectándose en tertulias radiofónicas, televisivas, familiares o las llamadas "de taberna". Estableciendo una metáfora visual, este tipo de discusiones, ya sean más o menos acaloradas, nos recuerdan un combate de boxeo en el que los dos púgiles intercambian puñetazos, golpeándose el uno a otro, con la única intención de salir victorioso de la pelea.

Existe una técnica dialéctica inserta en el pensamiento separatista, que con una intención claramente disuasoria, pretende marcar los límites de todo debate que se centre en la dicotomía: "independencia sí", "independencia no", de forma que para entender la relación correlativa entre política y boxeo, debemos de volver al ejemplo del pugilato, estableciendo lo que denomino "el dilema del boxeador mentiroso".

Imaginemos una previa de una velada de boxeo, en la que un boxeador le dice a otro -si durante el combate me pegas, con tus golpes me fortaleceré gradualmente, de forma que, cuantos más golpes reciba, más fuerte seré, y lógicamente eso no te conviene, porque a bien seguro perderás el combate-.

Trasponiendo esta actitud al terreno de la política ¿Cuántas veces hemos oído la frase? -cada vez que habla el Sr o la Sra. X (por X se entiende un político o tertuliano defensor de la unidad de España) muchas personas se vuelven independentistas-, o -el Sr. X es una fábrica de nacionalistas-. Esta afirmación priorística pretende anular las opiniones del Sr/a X, porque si el Sr X se cree ese razonamiento, optará por no abrir la boca para no favorecer la causa independentista, que pretende rebatir. Una variante de esta técnica dialéctica, consiste en auto otorgar a las realidades nacionalistas de facto, una especie de blindaje, que se sitúa por encima de cualquier otra consideración, y por supuesto, por encima de la Ley.

Todos recordamos que cuando se iba a encarcelar a los integrantes de la Mesa nacional de Herri Batasuna, mucha gente en País Vasco decía poco más o menos que veríamos barricadas en las calles, y no pasó nada. Años después, cuando el Tribunal Supremo ordenó ilegalizar Herri Batasuna, y la policía procedió a clausurar sus locales, los portavoces de esa organización afirmaron que "ardería Euskadi", y no pasó nada. En la misma sintonía, si ahora se sanciona a los promotores de la pitada al himno de España, o en el futuro algún Gobierno de España ordena definitivamente la retirada de todas las banderas esteladas, y la reposición de la enseña nacional en cientos de Ayuntamientos catalanes, a bien seguro no pasará nada, salvo el cumplimiento de la legalidad y el triunfo del Estado de derecho.

Lo curioso es que en Cataluña ocurre precisamente lo contario, ya que los defensores de la democracia, de la libertad y de la legalidad, recibimos constantemente "golpes" políticos, en forma de declaraciones y de alusiones, en muchos casos ofensivas. Y cuando protestamos, se nos dice que no nos podemos quejar porque no hay para tanto y porque, según ellos, estamos contra la mayoría de los catalanes.

En la entrañable película de 1958, con guión de Vicente Escrivá, titulada "El Tigre de Chamberí", en una escena, José Luis Ozores (el Tigre) estaba recibiendo una soberana paliza de su oponente, y al sonar la campana liberadora que finaliza el round, al sentarse en la banqueta rinconera, su entrenador Antonio Garisa, para animarle le dijo -ni te ha tocado- a lo que el Tigre respondió -pues si no me ha tocado, debe de haber alguien entre el público que no para de sacudirme-.

Este ejemplo cinematográfico, trasponiéndolo a la política catalana, se equipara al hecho de que el Estado y la legalidad, están recibiendo constantes envites y desafíos por parte, no sólo de sectores separatistas, sino de los propios representantes de la Generalitat. Y es precisamente el Estado español, como garante de todas las libertades públicas y privadas el que, cual boxeador fajador, se limita a encajar golpes arrinconado entre las cuerdas.

Los que hemos practicado el noble deporte del boxeo, sabemos que el hecho de cerrar la guardia defensiva y recibir puñetazos en hombros y brazos, no significa que se esté perdiendo el combate. Porque si nos quedan fuerzas -y el Estado español tiene a su disposición las fuerzas necesarias- cuando se considera que el oponente ya ha golpeado lo suficiente, y de seguir así, podría realmente debilitarte, la contra puede ser terrorífica y demoledora.