Izquierda izquié
A mí la gente me suele regañar (incluso cariñosamente) por no ser nunca lo suficientemente de izquierdas. Elisa Beni me dice siempre que si dices que no eres de izquierdas ni de derechas, no falla: eres de derechas. Lucía Etxebarria me trata con la gallardía con que un general vencedor (así sea moralmente) trata al simpático vencido. Jorge Verstrynge se ríe y atribuye mi remusguis a mi carácter imposible. "Claro, como a ti no te gusta que te empujen", me razona, partido de la risa. Antonio García Ferreras se dirige a mí con afecto como a la "derecha civilizada". Hasta el editor de mi libro, que es medio indepe, bromea con el tema. Y se cree que bromeo yo cuando le digo que en cuanto ganen los suyos yo le esconderé a él en mi casa en plan 'lista de Schindler'.
Mientras la izquierda no haga de izquierda, o crea que para serlo y parecerlo se tiene que junquerizar (como al pobre Maragall no se le ocurrió otra cosa que carod-rovirizarse...), aviados están
Coñas aparte, yo siempre he creído que era pura filfa la leyenda esta de que los catalanes eran más de izquierdas que el resto de la península. Y cuando de verdad lo han sido, tiembla. Hay que leerse 'Homenaje a Cataluña' de George Orwell, no sólo citarlo. Es que si te lo lees te das cuenta de que el título es, como poco, sarcástico. Cataluña era un horror y además un despropósito, un rompeolas de totalitarismos, cuando Orwell la padeció.
Sigamos. No ser de izquierdas (o no serlo lo bastante al gusto de todo el mundo) no me impide aquilatar la importancia de esta opción política. Yo siempre digo que a mí me costó mucho ser del PSC en su día, me resultó hasta imposible, porque al ser objeto de toda clase de burlas y chanzas, por no decir de bullying, por el mero hecho de escribir en catalán y en el Avui, pues qué quieren que les diga. ¿Que luego me acabé hartando igual de los otros? Seguro. Es evidente, ¿no? Pero vamos, que yo nunca esperé la salvación de la calle Nicaragua.
Y en cambio con el tiempo he aprendido a echarles de menos. A esa izquierda barcelonesa un tanto celofanesca, epidérmica, arrogante, más chula que un 8 y más repleta de contradicciones que un 69, pero que por lo menos tuvo la virtud de asegurar un día, en su día, cierto cordón umbilical tangible con las Españas. Si Pujol, antes de volverse loco, cohesionaba las Cataluñas, ellos garantizaban que un menestralismo furioso no ahogara el tirón de lo ibérico... ni obligara a cerrar un comercio como Vinçon.
¿Qué ha quedado de todo aquello? ¿La hostia a Pere Navarro en una iglesia de Terrassa por parte de una octogenaria furiosa porque "tens la senyera bruta"? ¿Los Mossos d'Esquadra interrogando a todos y cada uno de los asistentes a aquella malhadada comunión para que nadie pudiera acusarles de proyihadismo indepe? ¿La octogenaria yendo a entregarse porque su yerno, militante de CDC en Sant Cugat, así se lo exigió para que su descontrol no hundiera a toda la familia y quién sabe si a todo el prusés?
Se me ocurre todo esto porque he leído no sé donde que la futura alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ya va diciendo que BComú es la compañera de viaje ideal del independentismo. Todo el derecho tiene ella a decirlo. Y yo a quedarme con la boca abierta, también.
¿Qué coño le pasa de un tiempo a esta parte a toda la izquierda izquié catalana que, cuanto más radical, más ansía arrimarse a las esencias de la ceba que eran objeto de burla y de pedorreta rústica por parte de sus mayores?
Mientras la izquierda no haga de izquierda, o crea que para serlo y parecerlo se tiene que junquerizar (como al pobre Maragall no se le ocurrió otra cosa que carod-rovirizarse...), aviados están. Y encerrados todos nosotros con un solo juguete. Con un plato político único.
Yo entiendo que Barcelona, lo que se dice Barcelona, siempre se ha gobernado con extrema dificultad, haciéndose necesario sumar una verdadera merienda de negros en todos los consistorios...
Pero oye, para más y peor de lo mismo, ¿por qué cambiar?