Llanto por Puig Antich
Ha hecho ya cuatro decenios que un muchacho de veinticinco años de edad fue muerto por garrote vil, un infame método procedente de la antigua Roma. El barcelonés Salvador Puig Antich fue el último ciudadano español ejecutado de este modo en nuestro país. No olvidaremos tampoco que el último extranjero así ejecutado lo fue el mismo día y a la misma hora, se hizo llamar ‘Heinz Chez’ y era natural del estado alemán de Brandeburgo; fue ‘la torna’, según expresión de Albert Boadella y Els Joglars. Aquel proceso judicial ha sido analizado por Gutmaro Gómez Bravo, profesor de la Universidad Complutense, en su libro Puig Antich: La transición inacabada(Taurus). Para hacerlo, ha consultado el Archivo de la Policía del Ministerio del Interior, a cuyo personal agradece su cordialidad y atención. Todo ha de constar.
Señala Gómez Bravo que jamás ha prosperado un recurso de revisión de sentencia de un tribunal militar dispuesto contra un delito político
Tres meses antes del asesinato de Carrero, hubo una redada de la policía en el Ensanche barcelonés contra integrantes del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), los autotitulados grupos autónomos de combate; fundados unos tres años antes y denominados inicialmente ‘1.000’, en forma numérica. Una tarde de septiembre, en una portería realmente pequeña se produjo la refriega ‘multitudinaria’ que ocasionaría la muerte de un joven subinspector de 24 años y las heridas del joven anarquista que intentaba escapar y no matar. Con toda certeza, aquella muerte no fue a sangre fría, por lo que de ningún modo se la puede considerar un acto terrorista.
Hace unos años se pidió revisar la sentencia de muerte, para negar la validez de su juicio. Pero no salió adelante. Señala Gómez Bravo que jamás ha prosperado un recurso de revisión de sentencia de un tribunal militar dispuesto contra un delito político. No es razonable que esto haya de ser así. Sépase, por otro lado, que sólo en 1971 hubo 231 civiles condenados por consejos de guerra. En el caso de Salvador Puig Antich se alegó que el tribunal no aceptó la verificación de pruebas básicas solicitadas por la defensa, a partir de sensatas dudas. Hay que saber que el propio gobernador civil Tomás Pelayo Ros, fiscal de carrera, sugirió el indulto; anotó en su informe confidencial la duda de si “los disparos que recibió el cuerpo del policía señor Anguas procedían todos ellos del arma empuñada por Puig Antich, puesto que no está suficientemente demostrado cuántas veces disparó”. Los casquillos de bala desaparecieron y no hubo prueba de balística, era probable que alguna bala policial alcanzase al joven Francisco Anguas.
En los informes policiales posteriores se subrayaba el “temperamento rebelde y en extremo rencoroso” de Salvador. Una expresión que invita a ser rechazada de plano. No digamos la que se refería a otra encausada: “Pese a haber convivido en un ambiente familiar de buenas costumbres y de ejemplar formación cívica, está conceptuada como de pésima conducta moral, tanto pública como privada, no ya solo por militar en el citado MIL, sino también por haberse fugado del domicilio paterno para entregarse al vicio (…)”.
-¿Cómo se puede ser tan cínico y tonto? -Castigando el razonar.
Para acabar este llanto por la pérdida de unas personas que no conocí pero de las que algo supe, me evadiré con ayuda de la poesía, un consuelo imposible y retrospectivo. Casi cuatro siglos antes de aquellas muertes, Lope de Vega exclamaba en unos versos puestos en su novela La Arcadia lo que sigue:
“¡Ay, dulce y cara España,
madrastra de tus hijos verdaderos,
y con piedad extraña
piadosa madre y huésped de extranjeros!
Envidia en ti me mata;
que toda patria suele ser ingrata”.
Unos y otros eran hijos verdaderos. Todo tiene dos caras. La dulce y querida España puede resultar también dañina madrastra. Pero no sólo ella. “Toda patria suele ser ingrata”, o si se quiere: “toda sociedad”; esto es, cada uno de nosotros suele serlo. En el capítulo 67 del Tao Te Ching, fascinante y misterioso libro del taoísmo, se dice: “Paciente con tus amigos y enemigos, armonizas con el modo de ser de las cosas. Compasivo contigo mismo, reconcilias a todos los seres del mundo”. Esto deseo para todos. Todos somos ‘nosotros’: unos y otros.