Miedo a las urnas
Cataluña sigue creando estilo. No conozco precedentes en los que se anuncien elecciones anticipadas con ocho meses de antelación. Claro que tampoco es muy 'normal' que un líder político de un país formalmente democrático diga quién debe ir o no en la lista de otros partidos, o que en las negociaciones para convocar las elecciones asistan representantes de entidades creadas y/o sostenidas desde el poder.
El dato esencial para entender el parto de los montes de este miércoles es la debilidad de Mas y Junqueras
Aunque la lista de anomalías es infinita, recordaré alguna más: ¿dónde se ha visto sancionar a empresas privadas por no hacer publicidad gratuita de una pseudoconsulta no oficial, o que se llamen plebiscitarias a unas elecciones como cualquier otras?. Y, por último, ¿es 'normal' convocar elecciones en septiembre y en medio de un puente -el día 24 es La Mercè- para que baje paticipación en una zona no especialmente favorable al nacionalismo?
La conclusión preliminar es que Cataluña es una pseudodemocracia, y no es directamente un régimen autoritario porque sus dirigentes carecen del poder suficiente. Si lo tuvieran, es decir si tuvieran un Estado, no sería extraña la persecución de los disidentes y su envio a algún gulag, a reeducarlos como ya ha escrito algún personajillo. Es lo que se hace a los "quintacolumnistas", es decir, a todo aquel que no comulga con ruedas de molino, como explica Antoni Puigverd en su articulo de La Vanguardia bajo ese mismo título.
El dato esencial para entender el parto de los montes de este miércoles es la debilidad de Mas y Junqueras. La presencia en la reunión de las representantes de la ANC y Òmnium, y del presidente de una asociación de municipios así lo ratifican. Mas no quería unas elecciones en las que, en el mejor de los casos, iba a perder un quincena de diputados. ERC sí que las quería inicialmente, no en vano las encuestas les eran muy favorables, pero en los últimos meses se detuvo su crecimiento, y la aparición de Podemos ha acabado de complicarle las cosas. Recordemos el famoso lloro de Junqueras.
El problema era cómo diluir la presión de la opinión pública nacionalista a la que repetidamente se le ha prometido que la independencia era inminente
A la situación de ambas fuerzas políticas debemos sumar que el 9N visualizó que la mayoría de los catalanes no están por la independencia y que Cataluña continúa profundamente dividida entre la Cataluña interior, volcada a favor de las posturas nacionalistas, y el cinturón de Barcelona y buena parte de la propia Ciudad Condal, en los que el mensaje nacionalista, a pesar de los esfuerzos de todo tipo empleados, no ha cuajado.
Ante un panorama en el que CiU pierde muchos escaños y ERC gana alguno pero entre ambos pierden la mayoría absoluta, no es de extrañar que ninguna de ambas formaciones quiera elecciones, a pesar de las declaraciones de cara a la galería. El problema era cómo diluir la presión de la opinión pública nacionalista a la que repetidamente se le ha prometido que la independencia era inminente. A eso se han dedicado en los dos últimos meses. Se ha creado una cortina de humo, aunque no fuera pactada de forma explícita entre Mas y Junqueras, para ganar tiempo y justificar la no convocatoria inmediata de elecciones sin explicar la verdad a los electores. No digo que haya habido un pacto explícito, como no es necesario que lo haya cuando un empate sirve a dos equipos para pasar la eliminatoria. En estos casos, siempre hay riesgos de que por error alguien marque un gol, pero al final los intereses comunes prevalecen.
¿Y ahora qué? El primer objetivo se ha conseguido: ganar tiempo sin que sus seguidores les insulten demasiado. Ayer, los comentarios en la red de los independentistas -muchos cumpliendo órdenes de sus formaciones- se repartían entre los que se declaraban frustados y engañados, y los que trataban de vender esperanza. Pero el pacto es precario. Primero, porque en mayo hay elecciones municipales y la competencia entre ambas formaciones va a ser feroz. Segundo, porque al final no habrá lista unitaria y, por tanto, cada formación tratará de llegar en las mejores condiciones posibles.
El primer objetivo se ha conseguido: ganar tiempo sin que sus seguidores les insulten demasiado, pero el pacto es precario
No recuerdo quién dijo que en política una semana es una eternidad. Ocho meses dan para mucho. Hacer previsiones es jugar a la lotería. ¿Cómo evolucionará la economía, qué pasará en Grecia, qué pasará en las municipales y autonómicas, se consolidará Podemos? Muchos interrogantes, demasiados. Lo único seguro es que durante los próximos meses Cataluña seguirá sin ser gobernada, continuarán cayendo las inversiones y continuaremos con el protagonismo de personajes pintorescos ante la inanidad de quienes deberían gobernar y solventar problemas en vez de crearlos para alargar el uso y disfrute del poder. Lo único positivo es que ya empiezo a tener opiniones diversas que dicen que no hay que enfrentarse a la familia y a los amigos por cuestiones políticas. La decepción de muchos independentistas les ha hecho volver a la sensatez.