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La ingeniería catalana Comsa resurge: de empresa endeudada a gigante saneado

“Casi 135 años después de su nacimiento, esta compañía de vías férreas sigue viva y coleando, bajo la batuta de la cuarta generación”

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Comsa, la mayor constructora de Cataluña, ha experimentado una notable mejoría en los últimos tiempos y deja atrás los amargos sinsabores vividos en épocas pretéritas.

Este titán de las vías férreas renace en 2009, cuando Comsa, de la familia Miarnau, acuerda absorber a su colega Emte, perteneciente a la saga Sumarroca.

Por aquellas fechas había estallado una crisis financiera que hundía a España en una pertinaz depresión. En consecuencia, el largo decenio siguiente resultó aciago. Las cuentas del conglomerado se sumieron en un océano de quebrantos por un importe total de 230 millones. Hubo que entablar negociaciones con la banca para aligerar la insoportable carga de las deudas, que llegaron a rondar la escalofriante suma de mil millones.

Comsa ha suscrito ya tres acuerdos de refinanciación, el último de ellos en 2021. Los contratos con los prestamistas tienen vencimiento en junio de 2026. Por si acaso, la dirección de Comsa ha entablado conversaciones para refinanciar los saldos pendientes, quién sabe si por última vez.

Tras ímprobos esfuerzos, los débitos se reducen a solo 38 millones, a años luz de las cantidades que habían llegado a arrastrar. Pero los daños patrimoniales sufridos son cuantiosos. Baste señalar que, cuando comenzaron los problemas, Comsa atesoraba unos recursos propios de 400 millones, y ahora se cifran en solo 97.

Para hacer frente a la montaña de descubiertos, se desprendió de varios negocios, como Aigües de Catalunya y Comsa Aparcamientos. Asimismo, enajenó parques de energía fotovoltaica, así como Comsa Rail, dedicada al transporte de mercancías en tren. De forma paralela, abandonó algunos mercados exteriores.

La venta de filiales y los expedientes de regulación comprimieron la plantilla de casi 10.000 colaboradores a los 5.760 actuales.

Tampoco es desdeñable la caída de los ingresos que ha experimentado el grupo, debido en buena parte a la cesión de subsidiarias. Cuando empezaron las dificultades, la facturación rebasaba ampliamente los 2.000 millones. En 2024 se situó en 986 millones, con un alza del 6% sobre el año anterior.

Los resultados arrojaron un flujo de caja cercano a 30 millones y un beneficio de 7,5 millones.

La fundación de Comsa se remonta al siglo XIX. El pionero fue José Miarnau Navás, natural de Lleida, bisabuelo de los actuales propietarios. Era albañil de los ferrocarriles, donde trabajó un lustro hasta los 23 años.

Después se emancipó y, en 1891, montó su propia empresa en Reus, una constructora al servicio de las compañías ferroviarias de la época, dedicada a obras de infraestructura.

A su fallecimiento, en 1934, tomó el mando su hijo Juan Miarnau Ciurana, quien trasladó la sede central a Barcelona y adoptó la forma de sociedad anónima, bajo la denominación de Hijos de José Miarnau Navás.

Treinta años después, la entidad se transformó en Construcciones Miarnau, mientras tomaba el relevo la tercera generación, encarnada en Jorge Miarnau Banús. A finales de los años ochenta, la razón social se simplificó a Comsa.

Su hijo Jorge Miarnau Montserrat ascendió a consejero delegado en la postrimería de los noventa y a presidente en el arranque de este milenio, tras el fallecimiento de su progenitor.

Fiel a sus orígenes, Comsa es líder en España en su especialidad predilecta, el montaje de vías férreas, con ventaja sobre potentes contrincantes madrileños como Acciona, ACS, FCC y Ferrovial. En su momento, participó en el tendido de los tramos del AVE Madrid-Sevilla y de Madrid-Barcelona-La Jonquera. También abordó otras áreas, como obras hidráulicas, carreteras, autopistas, residencias, hoteles y energías renovables.

En resumen, Comsa sobrevive tras una racha de graves circunstancias adversas. Ha depurado sus cuentas y se ha deshecho del pesado lastre del endeudamiento. El precio pagado no es menor, pues le ha acarreado una drástica reducción de tamaño. Aun así, mantiene unos copiosos activos valorados en 840 millones.

Al día de hoy, este consorcio de los rieles y las traviesas está saneado y es rentable. Casi 135 años después de su nacimiento, sigue vivo y coleando, bajo la batuta de la cuarta generación.