No podemos sino celebrar los esfuerzos del presidente de la Generalitat, Salvador Illa (y de su socio, Oriol Junqueras), por conseguir una robusta Hacienda catalana y cobrar ellos los tributos. ¿En qué mejores manos podrían estar esos monises?
Esto exige aumentar el número de nuestros funcionarios (catalanes) pero contratar más funcionarios para huronear en los bolsillos y las braguetas del contribuyente es cosa que va con las ideologías izquierdistas. Es una irresistible tendencia socialista que hay que entender y respetar, ya que te matan a impuestos por tu bien, mientras que la derecha sólo lo hace por su propio bien.
El president de la Generalitat se propone, cuando de verdad disponga de Hacienda propia, quintuplicar la recaudación de impuestos en Cataluña. ¡Cuánto nos alegra un propósito tan enriquecedor para la autonomía! Y es que parece que las extorsiones del Gobierno central al ciudadano, por extractivas y abusivas que nos parezcan, son una chapuza, están llenas de agujeros, a la gente se le podría sacar mucho más.
Ya puede trinar toda España ante el progresista –por más que hasta que se le ocurrió a nuestros socialistas pareciese insolidario-- proceso de troceo de la caja común: mientras allende el Ebro nos llaman de todo nosotros ya estamos formando flamantes inspectores de hacienda (progresistas y catalanistas) y detectives (progresistas y catalanistas) de tu cuenta corriente, y expertos (progresistas, etc) en técnicas de espionaje, inspección y control informático.
Claro que este proceso progresista sólo es posible creando unos cuantos miles más de empleos de funcionarios (progresistas y con nivel C de catalán), lo cual aportará tranquilidad a muchas familias, cuyos vástagos podrán aparcar sus honestas profesiones, siempre sujetas a circunstancias imprevisibles, dejar de estar expuestos a las imprevisibilidades del mercado abierto, para entrar al servicio de un Señor que paga siempre, llueva o truene. Es posible que su vida pueda calificarse como “aburrida”, pero se acabó la preocupación por las incertidumbres del futuro. Ya decía Pío Baroja que “vivir fuera de los Presupuestos del Estado es vivir en el error”.
Gracias a la Hacienda catalana, podrá el Govern financiar muchas cosas que ahora están infrapresupuestadas y/o desatendidas. Financiar, para empezar, los nuevos puestos de trabajo funcionariales.
Aumentar el sueldo de sus señorías del Govern, la oposición y en general de los diputados del Parlament; podrá contratar muchos miles más de Mossos d’Esquadra; podrá comprar muchos más drones y radares para multar a los conductores a los que se les escape un apretón del acelerador cuando no toca; se podrá financiar como Dios manda a los medios de comunicación para que olviden cualquier veleidad de criticar; se podrá fundar más embajadas catalanas, una en cada capital del mundo, para colocar a los hijos de los amigos.
Se podrá dotar de más presupuesto al Institut d’Estudis Catalans y demás chiringuitos lingüísticos que no sirven para nada.
El objetivo a largo plazo es el siguiente: que cada ciudadano al salir de su casa sea consciente de que tras la puerta de la izquierda vive un inspector de Hacienda (catalana) y, tras la puerta de la derecha, un policía (catalán). En el piso de arriba, un funcionario (catalán); en el de abajo, otro funcionario (catalán). A todos los mantendrá él, sin duda con dificultades, pero contento, pues podrá pagar en catalán.
Con la Hacienda catalana a toda potencia de extorsión del ciudadano catalán, reinará entre nosotros la alegría, pues el nuevo corsario sabrá decir cloïsses y maduixes. Se pagará con mucho gusto.