El Pirineo es una cosmovisión, la montaña esconde su indolencia bajo las nubes. Los que pueblan el macizo sufren el destino de abandonar o ser abandonados. El gran mastodonte es el Central Park de la Europa meridional urbana, el Riverside State de Chicago o el Yellowstone de Kevin Costner.

El Pirineo es un coloso nacido en la entraña de la Tierra dispuesto a balancear la terquedad de nuestros corazones. Desde los altos picos, la lucha contra el malestar cósmico producido por los gobernantes de las comunidades autónomas desleales es un escarceo con la Nada sin ataduras.

Cuando el fuego es ley y el desencuentro institucional es la norma, la barrera natural que aísla la Península ofrece agua a borbotones. En noches de luna menguante, los vecinos se asoman a sus balcones para ver la Vía Láctea. Hace ya mucho que la madera y el río vencieron al síndrome del furgón de cola.

Pero no estamos solos. Disfrutamos del derecho al instante, mientras el planeta sangra en Gaza, sufre en el Donbás y fenece en la península del Mar Negro en la que combatió hace un siglo y medio el conde León Tolstói, como oficial del Zar. Trump y Putin mienten; son “los trileros de la paz” (Javier Biosca). El límite de nuestra ética se trazó en el Holocausto nazi y hoy se alarga desde el Jordán hasta el mar. No es una cuestión de bandos, sino de dolor; el dolor de una masacre.

El expresidente de la Knéset, Avraham Burg, lidera una denuncia ante la Haya de un millón de judíos contra la ocupación de Gaza. Burg no es un sospechoso antisemita; fue presidente de la Agencia Judía y de la Organización Sionista Mundial y ahora habla claro: “no al crimen de Netanyahu en nuestro nombre”.

En El final de la modernidad judía, Enzo Traverso escribió con letras de molde dos paradigmas antinómicos del mundo judío: el intelectual crítico con vocación de justicia (desde Joseph Roth hasta Primo Levi) y el pensador orgánico del sistema de poder dominante.

No estamos solos: bomberos, técnicos forestales y vecinos vuelven a luchar contra las llamas en León, Galicia y Picos de Europa. Las patrullas de bomberos inactivos por la pasividad de la Junta de Castilla y León se lanzan contra el fuego a pelo. Fernández Mañueco es el rey desnudo; está donde está porque el debate sobre la seguridad forestal no da votos.

Desde la Vall Fosca pirenaica se avista el Monte Perdido de Ordesa; Oriente y Occidente se hermanan bajo el sol. Pero nuestra cumbre real no son los picos sino el miedo. La ciudadanía exige la responsiveness y la responsibility, lo que esperamos del poder y lo que realmente hacen sus gestores.

En el Pirineo, la ausencia de fines justifica la estancia. Los acordes del blues van y vienen entre casas de piedra y lluvias de estrellas. En una vieja mansión indiana suena el acento de la era del swing, los toques lejanos de las tierras situadas entre New Jersey y las Rocosas. La música despide el verano, envuelta en el perfume de la noche.