Publicada

La guerra comercial entre Bruselas y Pekín ha dejado de ser una amenaza lejana para convertirse en una realidad que golpea la línea de flotación de la industria local. Lo que empezó con los coches eléctricos ha derivado en un fuego cruzado donde los daños colaterales se cuentan por millones en el sector agroalimentario. En medio de esta tormenta perfecta, que amenaza con expulsar a los productores europeos del gigante asiático, una planta de Lleida ha encontrado una inesperada vía de escape.

Mientras la mayoría de competidores continentales se preparan para un impacto frontal que podría sacarles del mercado, esta factoría leridana ha aparecido en una lista muy exclusiva publicada por el Ministerio de Comercio de China. No se trata de una amnistía total ni de un golpe de suerte, sino del resultado de una estrategia calculada al milímetro en los despachos. La fábrica no se libra del castigo, pero ha conseguido algo que hoy cotiza al alza: una ventaja competitiva vital frente a sus rivales directos.

Golpe asiático

El dictamen de Pekín ha caído como una losa sobre el sector lácteo de la Unión Europea. Las autoridades chinas han concluido que la industria comunitaria juega con las cartas marcadas gracias a los subsidios, y la respuesta ha sido contundente. La tarifa general impuesta a las empresas que no han colaborado o no han sido seleccionadas se dispara hasta un asfixiante 42,7%. Un muro fiscal prácticamente infranqueable para productos como natas y quesos.

Imagen de una tabla de quesos CANVA

Sin embargo, la planta de Industrias Lácteas de Mollerussa ha logrado esquivar la bala de mayor calibre. La fábrica, centro neurálgico en la zona del grupo Lactalis (matriz de marcas como Puleva o El Castillo), ha conseguido entrar en un tramo reducido. Pekín le aplicará un recargo del 28,6%. Sigue siendo un lastre pesado para las cuentas, sí, pero supone una diferencia de 14,1 puntos respecto al castigo máximo que sufrirán la mayoría de las exportadoras europeas.

Lista blanca

La clave de este trato diferenciado reside en una sola palabra: cooperación. El Ministerio de Comercio chino ha premiado a aquellas compañías que facilitaron información y colaboraron activamente durante la investigación antidumping iniciada el pasado verano. Mientras otros guardaban silencio o protestaban, desde Mollerussa se optó por la transparencia burocrática, un movimiento que ha salvado a la planta de la quema generalizada que afecta especialmente a franceses, italianos y neerlandeses.

El presidente chino, Xin Jinping, en una imagen de archivo Europa Press - CGTN/PR NEWSWIRE

La factoría del Pla d'Urgell no está sola en este "club de los elegidos", aunque los asientos son limitados. Junto a la planta leridana, solo un puñado de firmas españolas como Capsa (Central Lechera Asturiana), Innolact (Quescrem) o Campo de San Juan (García Baquero) han logrado acceder a este porcentaje bonificado del 28,6%. Fuera de esta lista, exportar a China se convierte desde esta semana en una misión casi suicida para la rentabilidad de cualquier empresa láctea.

Mercado clave

La importancia de esta "rebaja" va mucho más allá del ahorro inmediato en aduanas. China se ha convertido en los últimos años en un destino estratégico para los lácteos de alto valor añadido, especialmente natas industriales y quesos frescos, productos que dejan más margen que la leche líquida. Quedar fuera de los lineales de Shanghái o Pekín por precio supondría un retroceso de años en la internacionalización de la marca y ceder esa cuota de mercado a competidores de Nueva Zelanda o Australia.

Para la planta de Mollerussa, este arancel del 28,6% es el mal menor en un escenario de guerra comercial abierta. Mientras sus competidores europeos recalculan precios intentando absorber un impacto del 42%, la fábrica leridana cuenta ahora con un margen de maniobra que le permite seguir en la partida. En un tablero geopolítico tan complejo, sobrevivir ya es una victoria, y hacerlo pagando menos que el vecino es, directamente, un triunfo empresarial.

Noticias relacionadas