Mujer electricista

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Raquel, electricista con 25 años de experiencia y 3 hijos: “El primer año fue duro porque estaba sola en con 35 chicos”

Más allá de su propia historia, le duele ver que el sector sigue arrastrando dos grandes problemas: la falta de relevo generacional y los estereotipos de género

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Aunque vivimos en una época en la que todo parece avanzar rápido, todavía hay oficios donde a las mujeres se les pone cuesta arriba entrar.

Ser electricista, fontanera o albañil sigue sonando “raro” para algunos, como si hubiera trabajos con nombre y apellido masculino por defecto. Y aun así, hay mujeres que se empeñan —y consiguen— derribar esa pared a base de constancia, talento y carácter.

Raquel López es un buen ejemplo. Electricista autónoma, costurera y madre de tres hijos, tiene sus raíces en Terrassa (Barcelona), aunque se crio en Castellbisbal.

La separación de sus padres, en plena adolescencia, marcó un antes y un después en sus estudios y la colocó ante una decisión difícil. Le ofrecieron tres caminos de Formación Profesional: Administrativo, Automoción o Electricidad.

Y ella, que no se veía encerrada en un despacho toda la vida, se decantó por la electricidad, influenciada también por su padre, que era constructor y podía echarle una mano para empezar en el sector.

Su recorrido formativo dice mucho de su empeño: FP de Electricidad de grado I y II, un curso sobre el Reglamento Electrotécnico de Baja Tensión (REBT) y formación constante en áreas como climatización o gas.

Sin embargo, el inicio no fue sencillo. En una entrevista con Material Eléctrico confesaba: “El primer año fue duro porque estaba sola en clase con 35 chicos”. Aun así, todo cambió cuando encontró un grupo de compañeros “maravilloso” en el que se sintió por fin parte del conjunto.

Desde que terminó la formación, Raquel no ha dejado el oficio, combinándolo con las pausas necesarias para criar a sus tres hijos. Trabajar junto a su marido, Raúl, en su empresa —Instalaciones R & R— le ha permitido organizarse mejor y, además, acoger a jóvenes en prácticas, algo que le apasiona y la motiva.

Lo que más disfruta de ser electricista es el dinamismo del día a día. Normalmente, se encarga de instalaciones domésticas y montaje de cuadros eléctricos, aunque nunca sabe qué le espera al abrir la furgoneta: desde una acometida quemada hasta cambiar fluorescentes en un parking. La variedad es parte del encanto.

Pero no todo ha sido un camino amable. Raquel se ha topado con ese estigma social que todavía persigue a las mujeres instaladoras. Ha tenido que escuchar frases como “¿Pero esto lo vas a hacer tú?”, “¡Qué bien que ayudes a tu marido!” o “Prefiero que lo haga él”. Al principio respondía molesta, pero con el tiempo ha aprendido a respirar, hondo, asentir y seguir trabajando, dejando que sea el resultado el que hable por ella.

Más allá de su propia historia, le duele ver que el sector sigue arrastrando dos grandes problemas: la falta de relevo generacional y los estereotipos de género. Uno de los recuerdos que más le pesa es el de una joven que hizo prácticas con ellos y que acabó abandonando la FP de Electricidad porque sus compañeros la increpaban a diario por ser la única mujer. Raquel reconoce que esa chica tenía futuro en el oficio, y que perder talento por prejuicios es una herida que el sector no se puede permitir.

A pesar de todo, también destaca lo mejor: la comunidad de grandes profesionales que forman parte del mundo de las instalaciones. Insiste en que la electricidad no es un territorio exclusivo de hombres, sino un espacio lleno de oportunidades para quien tenga ganas de aprender, mejorar y crecer. Su mensaje, claro y contundente: “Si quieres, puedes”.

En cuanto a su vida personal, Raquel no oculta lo complicado que resulta conciliar en España. Explica que, para que los padres puedan terminar la jornada a una hora “decente”, los hijos prácticamente deben apuntarse a actividades extraescolares.

Por eso, ella y su marido han decidido tomarse el trabajo con más calma, sabiendo que acabar más tarde no los lleva más lejos, pero sí les roba tiempo, que no vuelve con sus hijos.

Y mirando al futuro del sector, Raquel lo tiene claro: formación, formación y más formación. Estar al día de las normativas y de los avances tecnológicos no es solo cuestión de profesionalidad, sino también de seguir creciendo como persona y como especialista en un oficio que, para ella, sigue siendo pura pasión.