La ‘Carmen’ del Teatro Real y 'L'Elisir d'amore', en el Liceu, por Farruqo

La ‘Carmen’ del Teatro Real y 'L'Elisir d'amore', en el Liceu, por Farruqo FARRUQO

Músicas

La ‘Carmen’ del Teatro Real derrama una ‘furtiva lágrima’ en el Liceu

Bizet en el Real y Donizetti en el Liceu unen a las dos capitales de la opera en España. El Verismo precursor y el Bel Canto terminan un año cargado de funciones y buena música en los fosos

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¿La belleza humana es el poder de hacer o el poder de atraer? Carmen responde a la pregunta en el primer acto de la ópera de Bizet ¿Qué supondría para ella sentirse liberada de las imágenes convencionales de la belleza y de sus relatos? Ella es el sujeto y el objeto de sus planes. Glosa el amor como un pájaro en libertad, tal como dice la emotiva habanera del primer acto de Carmen, L'amour est un oiseau rebelle, cantada sin complejos por la bella cigarrera gitana de temperamento extraordinario, en el aria El Arreglito ou la Promesse de mariage del compositor Sebastián Iradier, que Bizet tomó como melodía de origen popular.

Antes de Carmen, la belleza es una forma de poder que se reafirma frente al hombre, pero se niega a sí misma porque no puede renunciar a ella sin recibir algún tipo de censura social. Pero a Carmen no le importa la censura y, aunque le duela el desaire de los demás, rompe con el pasado. Ella delimita sin marcha atrás la capacidad de asaltar salones de belleza, de destruir juguetes sexistas o de fundar centros de desintoxicación del maquillaje. Su belleza es una máquina de fabricar hombrecitos uniformados; es la trinchera levantada en el ochocientos, ante la integración de las dos categorías tradicionales de identidad.

El Teatro Real de Madrid acaba de exhibir 16 interpretaciones de esta última Carmen, llegada al coliseo madrileño con una puesta en escena firmada por Damiano Michieletto, en coproducción con la Royal Opera House de Londres y La Scala de Milán, sin olvidar la dirección musical de la coreana Eun Sun Kim.

Elixires en el patio de butacas

La producción conecta esta vez de forma clara con el clásico Carmen Jones (1963), dirigido por Otto Preminger, con la historia situada en un contexto afroamericano del sur de los Estados Unidos, marcado por la violencia y la opresión racial. El enfoque de Michieletto aterriza en este caso como una desviación algo desconcertante. Su acción se sitúa en los años 70, en un pueblo mediterráneo, a orillas del Mar Tirreno, cerca del estrecho de Mesina.

La amargura dulce del Real llega a Barcelona con anticipación a lo largo del pasado noviembre y mediados de diciembre, con la ópera belcantista de Gaetano Donizetti, L’elisir d’ amore. Los amantes de la ópera bufa reciben la obra con la implosión incluida de la romanza para tenor, Una furtiva lagrima, cantada por Nemorino que ha comprado un supuesto elixir al charlatán Dulcamara para conquistar el corazón de Adina. Donizetti troca la lágrima en carcajada.

Una escena de L'elisir d'amore, en el Liceu

Una escena de L'elisir d'amore, en el Liceu

Su director, Mario Gas, traslada la acción a la Italia fascista, con la tropa de Belcore convertida en un pelotón de camisas negras y el escenario engalanado como un patio de vecindad, con “Sicilia entera” contemplando una divertida boda. Aparecen las complicidades entre los personajes y el público. Dulcamara entra en escena montado en un sidecar envuelto en la bellísima música napolitana de Beniamino Gigli. Después, Dulcamara y Moretto cierran la escena repartiendo elixires por el patio de butacas.

Gaetano Donizetti, de nuevo recientemente en Barcelona, es el mismo compositor que, en 1847, inauguró, con Anna Bolena, la historia del Gran Teatro del Liceu. Podría decirse que el duro contraste social de Carmen ha reventado las costuras del Real y explora sin pretenderlo la risa de la platea barcelonesa.

Carmen expresa honestidad y crudeza. Su tema es la verdad; su música habla sobre la condición humana, su Habanera –.. oiseau rebell- y su Seguidilla -Près des remparts de Séville- son puras, van directas al corazón del público, a la condición humana. Ella expresa su desdén por las ataduras románticas; desafía las convenciones; anuncia la “profanación y la blasfemia”; “rechaza lo agradable y civilizado porque está lejos de cualquier experiencia totalmente escenificada”, en palabras de George Bataille.

Mortal ironía

A la protagonista de Bizet no le interesan lo común y lo cotidiano; el contrato social le parece insípido. Es un símbolo de resistencia contra las restricciones impuestas a las mujeres de su tiempo. Su pasión se relaciona con el arte producido bajo estamentos institucionales de poderes con pasado absolutista. Se ve en el cine clásico con cintas como Fantasía de Walt Disney, The Gang’s All Here de Busby Berkeley o 2001 Odisea en el Espacio de Stanley Kubrick, “un canto al héroe común y a la eternidad de sus doctrinas, cuando la política se apropia de romanticismo tardío”, en palabras de Susan Sontag (Sobre les dones; Arcadia).

Escena de 'L'elisir d'amore'

Escena de 'L'elisir d'amore'

Por su parte el verismo de L’elisir d’amore nos conduce al corazón de una de sus ciudades amuleto, la Barcelona del periodo entre guerras, la de los banqueros de Las Ramblas, las joyerías modernistas y los bancos de mármol encajonados en el trencadís gaudiniano. Un escenario cargado de humor amargo con apego especial a la desigualdad y a los vapores de la Compañía Trasatlántica atracados en el Port Vell con sabor a vela del Egeo y a óxido del río Hudson de NY. Cada vez que suena Donizetti, la ciudad renace con el estilo de las brigadas del amanecer, el abasto de canapés en los asaltos a las puestas de largo y el olor a pólvora de las bombas orsini en la Rosa de Fuego.

La sede de la mortal ironía de Dirk Bogarde en la película The Servant es el dolor resiliente de Carmen, una heroína digna de Sacher-Masoch. Ella es la búsqueda del placer físico bajo el dolor moral de la marginación. Bizet en el Real y Donizetti en el Liceu unen a las dos capitales de la opera en España. El Verismo precursor y el Bel Canto terminan un año cargado de funciones y buena música en los fosos. Quedan pocos días para los conciertos de fin de año y el estreno de Tristán e Isolda en el Liceu, el inmenso poema dramático medieval en manos de Richard Wagner, la revolución cultural inmarcesible.