Imagen de promoción del grupo Galerna

Imagen de promoción del grupo Galerna SUBTERFUGE RECORDS

Músicas

El 'Grand Tour' de Galerna

La jovencísima banda vasca entrega con Viaje a Roma un disco de belleza y romanticismo arrebatado, heredero de los iniciáticos viajes románticos, sobre las vicisitudes del amor en los tiempos de Instagram y Airbnb

5 septiembre, 2024 19:00

Los amores fugaces –como las bicicletas– son para el verano. Bien lo sabe Richard Linklater, autor de la magnífica trilogía fílmica: Antes del amanecer, (1995), Antes del atardecer (2004) y Antes del anochecer (2013). Ahora que cuentan que el director de Austin ha telefoneado a Julie Delpy y Ethan Hawke –siempre coescribe los guiones de esas películas junto a sus protagonistas—para ponerse con la cuarta y tal vez definitiva parte de su particular serie, podemos entretener la espera con el fabuloso disco de la banda Galerna, que desde la primera escucha pasa a ampliar la antología de nuestros amores breves favoritos. 

Como en todas las películas de Linklater, la historia –porque este disco cuenta también una historia– discurre en una ciudad icónica y también está protagonizada por amantes jóvenes y parlanchines. Se trata de Viaje a Roma, el primer LP –antes entregaron un EP—de la banda vasca, doce canciones de romanticismo arrebatado y belleza rítmica, que empiezan a correr, de lista en lista, entre lo mejor de lo que llevamos de curso del indie nacional. 

Galerna

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La obra parece homenajear –a su personal manera, puesta al día— a los grandes viajes iniciáticos que los jóvenes aristócratas del siglo XVII y XVIII realizaban como parte de su educación cultural y sentimental. Estos grand tours solían comprender la visita de los lugares más destacados de Francia y buena parte de Italia en aras de ampliar la mirada humanística del joven viajante. En la época, también era habitual que la experiencia acabara plasmándose en forma de obra literaria o pictórica. Hiperlentas selfies culturetas avant-la-lettre. La más popular fue, tal vez, el Viaje sentimental por Francia e Italia de Laurence Sterne, precursora, de toda una colección de diarios y obras viajeras, de la que este disco forma el penúltimo y formidable eslabón.  

El viaje aquí es más humilde, nada de viaje inacabable o carruajes dieciochescos, apenas un Bilbao-Roma a lomos de una Renault Space de una semana. Y en lugar de la figura clásica del tutor acompañante –muchas veces un amigo mayor de la familia o un  clérigo antiexcesos juveniles-- nuestro vocalista viaja junto al denominado El Guay un amigo de la infancia. Los hospedajes y palacetes renacentistas son aquí sustituidos por albergues juveniles y airbnbs. Lo que se mantiene intacto, eso sí, es la emoción pura, la experiencia bien contada, los retazos de gracia y belleza, el ligero toque del mal de Stendhal, el paso de lo grave a lo ligero y viceversa. 

Lo primero que sorprende del disco es su particular manera de estructurar las canciones en forma de capítulos, a la manera de una novela. Así, narra de forma cronológica el viaje del cantante/narrador desde la salida hasta la vuelta. La particular concepción de la obra favorece que entren ganas de escucharlo en orden, atendiendo a las caras del doble elepé, a la antigua usanza. De tal modo, la experiencia de su escucha se encuentra a medio camino entre un podcast y una teleserie, pero hecho a base de temazos. Canciones que funcionan también de forma autónoma, pero que se engrandecen al escucharlas una junto a otra --¿no debería aspirar a eso todo álbum?--, ora con su ritmo trotón y melancólico, ora con su explosiones de alegría controlada.  

'Viaje a Roma'

'Viaje a Roma'

El disco se abre con La razón, en la que Mario Garcia-Atucha –letrista y vocalista de la banda-- marca las pautas musicales de lo que será toda la obra –el piano, la guitarra, el tempo--y se permite inflexiones a lo Morrissey, que irán apareciendo posteriormente. La canción funciona también como introducción argumental –el porqué del viaje–, y después se irán sucediendo la presentación de personajes y situaciones. 

La historia es clásica. Triángulo erótico-sentimental entre el innombrado narrador y dos jóvenes mujeres. Una, Inés, le espera y no le espera en alguna playa de la costa de Bilbao, la otra, Marta, estudiante madrileña que conoce en Roma. Lo que sigue son paseos, autopistas, nostalgia prematura, morreos de portal en portal, descripciones impresionistas, desacuerdos y reflexiones filosóficas en minúscula siempre con un punto en la herida y otro en el humor. Produce euforia ver lo bien que Galerna han sabido realizar una obra tan ambiciosa sorteando la pedantería o la impostura.

Así, resulta casi imposible no simpatizar con el narrador veinteañero cuando paseando por Florencia destaca que va de “intelectual” pero que, en realidad, piensa obsesivamente en pizzas y helados. O, de entre todos los recuerdos del viaje, se acuerda también de “esa pasta y ese vino”. O cuando, después de su paso por las carreteras francesas, llega a una Roma imaginada en pantallas de cine, mitificada por el visionado obsesivo de La Gran Belleza de Sorrentino. 

Contiene el disco un hedonismo moderno, pero no modernillo, una manera de entender las artes de viejo nuevo cuño. La vida y los recuerdos se someten a comentario y juicio ético y estético. Las referencias culturales son variadas y naturales, el narrador, nos parece, es una suerte de representante involuntario de cierta droite divine, un Ignacio Peyró a lo rock and roll star. Gusta de las formas clásicas y jovenzuelas, se cita a las dos o tres Españas, caben El Crack de Garci y las películas de Almodóvar, La gran belleza y El viaje de Chihiro de Miyazaki, el amor por Vizcaya y España. Lujo ibérico en el pop actual, en las antípodas de las modas preponderantes.

Musicalmente beben de múltiples fuentes, así pertenecen la tradición del indie vasco más pijo y elegante, Getxosound, no en vano los mismos McEnroe –la excelente banda liderada por el no menos brillante Ricardo Lezón—los han apadrinado e invitado como teloneros en su última gira, pero a ratos también suenan a The Smiths, Sun Kil Moon, al Germán Coppini de Golpes Bajos. En definitiva, a falta de viajes físicos, súbanse a la furgo de Galerna y disfruten hasta el final de su pequeño grand tour contemporáneo.