Savall y Ordine: el barroco contra el pensamiento único
El músico catalán y el humanista italiano recurren al poder de la música antigua y la palabra hablada para celebrar el arte, la literatura y la historia frente a la barbarie y la guerra en Europa
27 julio, 2022 20:30En los buenos libros germina la vida, así como en los acordes de la música barroca abundan sus mejores himnos. Consagrados a este fin, en plena travesía del crimen político convertido en cultura, el violagambista Jordi Savall y el escritor italiano Nuccio Ordine rompen el silencio en su conciertos de verano. El calor abrasador se hace más llevadero de noche, a los acordes que sonaban en la Corte de Alfonso X el Sabio y en el Reino de Nápoles. Las notas llegan ahora salpicadas por las reflexiones de Ordine, autor de la sobresaliente obra Clásicos para la vida (Acantilado), un texto recomendado por George Steiner en el The Times Literary Supplement, como un cruce entre el arte, la literatura y la historia. Buen momento para recordar que aquella glosa de Ordine fue uno de los últimos artículos publicados por el brillante Steiner, filósofo, crítico, especialista en literatura comparada y teoría de la traducción, fallecido en 2020.
Savall y Ordine han vuelto juntos al escenario para ofrecer sus insólitos conciertos de partitura y palabra, reconocidos por la alta crítica. La letra y la cuerda se confabulan en una forma de resistencia frente al pensamiento único, fruto de una combinación falaz entre la desesperanza económica y la fuerza militar. Lo han hecho en lugares tan diferentes como La Pedrera, la Sede de la Fundación March o en la basílica de Poblet, en plena a ruta del Cister y pegados al panteón de los reyes. A Savall y a Ordine les acompasa la piedad del arte, símbolo de la paz como anhelo en una Europa convulsionada por la guerra de Putin en Ucrania. La música y la letra son parte inseparable de la resistencia; representan a la cultura en su totalidad, redimen a los que combaten contra la agresión y son una promesa de futuro. Las soluciones complejas exigen la complicidad del arte, casi siempre ausente en las mesas de negociación.
Puede que parezca ingenuo, pero el elenco barroco reunido en plena canícula refuerza la esperanza de paz. “Nace bárbaro el hombre, redímese de bestia cultivándose”, en palabras del gran jesuita Baltasar Gracián, el sabio que en 1647 diseminó el mundo de aforismos recogidos en su mayoría en El Criticón, El discreto o El Héroe. Gracián elogiaba la paideia de los clásicos, un modelo elocuente de cruce entre el pensamiento y la vida civil. Ordine nos recuerda que Gracián fue perseguido y denostado por la fiebre jansenista.
El oportunismo es un ave de presa contra el que el compositor y violagambista, Jordi Savall, libra un gran combate al frente del grupo instrumental Hespèrion XXI, acompañado del conjunto vocal de la Capella Real del Monasterio de Poblet, que tendremos ocasión de ver y escuchar en diferentes escenarios, a lo largo de este verano. Cuando la viola da Gamba pone en marcha el entramado barroco, suena el bajo continuo en las piezas de Pachelbel, Scarlatti, Corelli, Claudio Monteverdi, Henry Purcell, y sobre todo, Johann Sebastian Bach y Friedrich Händel. El repertorio de Savall está cubierto por uno o varios instrumentos melódicos graves (violonchelo o fagot, preferentemente) junto a los acordes armónicos del archilaúd, el órgano, el arpa o la tiorba.
En las composiciones de Savall están presentes casi siempre Händel y Revel; y muy a menudo culminan en el históricamente reconocido Music for the Royal Fireworks, que en 1749 sirvió para celebrar la Paz de Aquisgrán, el fin de una guerra sin vencedores ni vencidos que acabó consagrando la hegemonía de la Europa austrohúngara. No es ningún capricho que reproduzcamos aquí la intersección entre una música comprometida con el ser humano y el anhelo mismo de algunos de sus mejores compositores e intérpretes. Montesquieu resumió el dilema de las patrias que han enfangado Europa. Lo hizo con estas palabras contenidas en sus Pensamientos: “si supiera de alguna cosa que me fuese útil y resultara perjudicial para mi familia, la expulsaría de mi mente. Si supiera de alguna cosa útil para mi patria, pero perjudicial para Europa y para el género humano, la consideraría un crimen”.
Montesquieu, recordado por Ordine en estos conciertos y en sus libros, enardece todavía a millones de consciencias. Remarca que antes que francés, él fue un ser humano: “Somos seres humanos por necesidad; pertenecemos a una nación por azar”. No anunció ni profanó ninguna ley no escrita antes del invento de un continente unido, cuyo proyecto se desfiguró durante el Sacro Imperio, pero que regresó el pasado siglo en Maastricht con el primer tratado de la UE, sellado en 1992. Las batallas son solo los corchetes de la historia. El paréntesis entre Austerlitz y Waterloo explica menos que los Cien Días de Napoleón en Córcega. La derrota de las Águilas del emperador es la base real de la construcción de la Europa soñada por Saint Simón y Konrad Adenauer –tan lejos y tan cerca el uno del otro– y está a años luz de aquel general de la mano en el pecho, frente a las pirámides ptolomeicas.
Los clásicos nutren la mente: “la hostería sin el escritorio de nada sirve”, dice Ordine. El autor se exige la compañía de la música para no olvidarse de Campo di Fiore, en Roma, donde fue quemado Giordano Bruno y de la sangrante Pascua Judía, en la Varsovia del Nobel Czeslau Milosz. En medio de los conciertos, el escritor italiano expone fragmentos como este, contenido en Cartas de Nicolás Maquiavelo: “Llegada la noche, me vuelvo a casa y entro en mi escritorio....entro en las antiguas cortes, me nutro de aquel alimento por el cual nací”.
La solidaridad es la fuerza motriz del alma. Lo señala la cuerda del barroco, que fue y sigue siendo uno de los momentos solemnes de la historia de la música, hermanando al continente gracias a instrumentos como el clave, el órgano, el violín, el laúd, el fagot, la flauta o el oboe. Ocurrió con una naturalidad que nunca ha encontrado nuevamente una expresión tan genuina; el Barroco y su música formaron una simbiosis extrañamente irrepetible; su expansión tuvo lugar antes de que nos colonizaran otros momentos, más cercanos en el tiempo y acaso menos inextricables.Ordine y Savall tienen plena conciencia del difícil momento actual y nos proponen una reconversión del pensamiento en línea con el aprendizaje del Wilhelm Meister de Goethe. Persiguiendo lo crematísticamente inútil puede que encontremos la máxima utilidad. La música que les place al escritor, Ordine, y al compositor español, Savall, no trata de enmascarar; llora simplemente ante la inclemencia de los prepotentes.