La cantante country Patsy Cline / YOUTUBE

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Músicas

Patsy Cline

De no ser por el accidente de aviación que se la llevó por delante, la cantante se habría deshecho del marido, habría seguido evolucionando musicalmente y nos habría deparado grandes alegrías sonoras

17 mayo, 2021 00:00

La carrera de Virginia Patterson Hensley (Winchester, Virginia, 1932), en arte Patsy Cline, fue breve, pero intensa. Acabó bruscamente en 1963, cuando el avión en que regresaba a casa tras una gira por Estados Unidos se precipitó a las afueras de Camden, Tennessee, matando a todos sus ocupantes. Tras algunos éxitos póstumos, Patsy entró en el olimpo de la música country y más allá, pues se las había apañado muy bien para ampliar su registro inicial y ampliar su audiencia recurriendo a la torch song y flirteando con un incipiente pop, cuyo éxito gracias a los Beatles y los Stones no pudo llegar a ver, aunque habría sido interesante --como en el caso del también difunto prematuro Buddy Holly-- qué podría haber hecho a lo largo de los años sesenta y setenta. Junto a Hank Williams, otro glorioso fiambre, Patsy Cline fue la intérprete que más logró trascender un género en principio limitado a poblaciones rurales tirando a conservadoras. Aunque nunca ejerció de femme fatale, sus desgarradas canciones (en general, historias de amores echados a perder y protagonizadas por mujeres nacidas para el sufrimiento) iban más allá de los tópicos habituales de Nashville y podían ser apreciadas por gente que no disfrutase especialmente de la música campestre.

Patsy Cline no componía su material, pero, como Sinatra, lo interpretaba como si se tratase de episodios de su vida. Una vida que no fue precisamente una fiesta permanente, como quedaba bien claro en el biopic de 1985 Sweet dreams (título de una de sus canciones más enternecedoras), en el que la interpretaba una joven Jessica Lange, mujer más atractiva que la original, todo hay que decirlo, pero que fue de una gran fidelidad al personaje, alguien al que no siempre le cayeron las mejores cartas --su marido, interpretado por Ed Harris, era un gañán que nunca hizo el menor esfuerzo por comprenderla--, pero tuvo la intuición necesaria para intentar jugarlas siempre a su favor.

Poco conocida fuera de Estados Unidos, la difunta Patsy Cline encontró en la película Sweet dreams cierto público en Europa (quien esto firma, sin ir más lejos, al que ya le pasó algo parecido con Loretta Lynn y el largometraje biográfico Coal miner's daughter, protagonizado por Sissy Spacek). Swee dreams era un biopic melancólico, tirando a triste, en el que el espectador empatiza, aunque no quiera, con esa mujer de voz portentosa que se empeñó, sin mucho éxito, en ser la esposa de un tipo que no se la merecía y una madre de familia como Dios manda. La película está trufada de grandes y tristes canciones de la homenajeada: Walking after midnight, I fall to pieces, Crazy... Canciones de un amor que siempre acaba mal, pero que, por lo menos, ha servido para fabricar un tema espléndido de apenas tres minutos de duración. En la brigada de la melancolía musical --toda esa gente que te hace compañía cuando la necesitas--, Patsy Cline ocupa un lugar importante a perpetuidad: una vez rayado el elepé con la banda sonora de Sweet dreams, no me quedó más remedio que adquirir sus obras completas, reunidas en una caja de varios cedés que siempre está ahí para momentos de quebranto suave (si estoy realmente hundido, no me conformo con menos de Nick Drake o el fadista Alfredo Marceneiro, que me pone los pelos de punta y del que ya les hablaré un día de éstos).

Reivindicada por bastantes feministas y algunas lesbianas, Patsy Cline fue una mujer que intentó ser libre en una época y un lugar en el que eso no estaba especialmente bien visto. Yo creo que, de no ser por el accidente de aviación que se la llevó por delante, se habría deshecho del marido más pronto que tarde, habría seguido evolucionando musicalmente (o encontrando nuevos sonidos para su triunfal melancolía) y nos habría deparado grandes alegrías sonoras. No pudo ser y hay que conformarse con lo que dejó grabado, que es bastante para el poco tiempo que pasó en este planeta. Si no hubiera existido, la gran K. D. Lang (otra que partió del country para cruzar después a otros predios sonoros) no habría sabido a qué agarrarse para iniciar su peculiar carrera como cantante y compositora.