Rob Rimen

Rob Rimen GALA ESPÍN Barcelona

Letras

Rob Riemen: “La inteligencia artificial no hará que tu vida sea significativa”

El pensador holandés regresa a las librerías con La palabra que vence la muerte (Taurus), un ensayo donde, a través de la obra de escritores como  Thomas Mann, Saint-Exupéry, Camus o Hugo von Hofmannsthal reivindica la cultura humanista que define a Europa

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Fundador del Instituto Nexus, ensayista y uno de los intelectuales europeos de referencia, Rob Riemen acaba de publicar La palabra que vence la muerte (Taurus. En catalán, Arcadia), un ensayo narrativo en el que, a través de autores como Thomas Mann, Saint-Exupéry, Albert Camus o Hugo von Hofmannsthal reivindica la cultura humanista que ha definido Europa a lo largo de los siglos y que, ahora, se ha visto arrinconada en favor de la nueva mitología del capitalismo que se resume en la falsa idea de que todo debe tener una utilidad. Riemen se alinea con el pensamiento de Nuccio Ordine y retomando ideas de su anterior libro, Para combatir esta era. Su tesis es que solo la cultura humanista, basada en el lenguaje, el arte y el pensamiento, puede combatir el fascismo.

La palabra que vece la muerte es un libro que, en cierta manera, configura un díptico con su anterior ensayo, Para combatir esta era, donde alertaba de la llegada del fascismo.

Escribí Para combatir esta era, que es un ensayo sobre el retorno del fascismo, en 2010, es decir, hace 15 años. Se tradujo en muchos idiomas y, al mismo tiempo, recibí muchas críticas. En Holanda, mi país, se rieron de mí por lo que proponía, y lo mismo pasó cuando en 2018 se publicó en Estados Unidos. En The New York Times escribieron que me equivocaba en todo lo que decía, señalando que en Estados Unidos nunca se produciría un retorno del fascismo. ¡Ojalá me hubiera equivocado! Sin embargo, por desgracia, tenía razón. Mi madre estuvo en un campo de concentración japonés durante la Segunda Guerra Mundial, así que crecí en una familia muy consciente de lo que era la guerra, de lo que la gente puede hacer en circunstancias así y, sobre todo, crecí con una idea muy clara y que marcó a toda mi generación: nunca más. Nunca más se debían repetir los hechos vividos.

¿No es increíble y asombroso que, cincuenta años después de la muerte de Franco y ochenta años después de la Segunda Guerra Mundial asistamos a fenómenos políticos y sociales iguales a los que se vivieron en los años treinta? No hay diferencia alguna. Es un hecho. Todos podemos verlo: el fascismo está de vuelta. Es poderoso en América y en Israel; tiene la presencia de Polonia, en Francia, en Alemania, en mi país… La pregunta que yo me planteo es: yo vivo una vida privilegiada, la de un intelectual público. Me levanto, desayuno, me voy a mi mesa, leo y escribo libros. Es una vida muy agradable, pero tengo la obligación de hacer algo con los talentos y las posibilidades que me han dado y lo tengo que hacer porque todavía no es demasiado tarde. Aún no somos China, pero urge hacer algo.

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De ahí La palabra que vence la muerte.

Efectivamente. Un libro que, para mí, es esperanzador.

Es un llamamiento para rescatar la gran cultura humanista, pero también para recuperar el compromiso y el reconocimiento de lo intelectual.

Soy el fundador de Nexus Institute, que tiene 31 años de recorrido. Cada año buscamos ponentes que, desde miradas particulares y distintas, puedan decir algo significativo el mundo del humanismo europeo. Estamos orgullosos de haber tenido a Vargas Llosa, Orhan Pamuk, Jürgen Habermas, Macron, que estudió filosofía. Hace unos días, le preguntaba a mi esposa, ¿dónde están hoy los filósofos de la talla de Ortega y Gasset, Unamuno, o Isaiah Berlin? ¿Dónde están hoy los novelistas de la talla de Proust, Victor Hugo, Balzac...? ¿Dónde están las Hannah Arendt de ahora? Tenemos estudiantes; muchos académicos, aunque casi mejor no hablar de ellos; tenemos líderes de opinión, pero ¿dónde están los intelectuales? Seguramente, entre la generación más joven hay muchos potenciales intelectuales, pero no lo tienen fácil, porque no estamos cultivando la posibilidad de vivir la vida de una manera significativa, más bien todo lo contrario. Porque la inteligencia artificial no hará que tu vida sea significativa.

En su Apología, Sócrates reivindicaba el lenguaje de la poesía, de la música y del arte para expresarnos. Pessoa, a quien usted cita, señala que ahora “el derecho a vivir, a triunfar, se conquista hoy con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio, la incapacidad de pensar, la moralidad y la hiperexcitación”. Lo que usted nos decía ya lo escribieron otros hace tiempo.

Efectivamente. La cita de Pessoa es, en este sentido, muy bonita y triste. Todo está ahí, pero no lo vemos, miramos hacia el otro lado. La esencia de una civilización es el arte de decir no: decimos no al trabajo infantil, decimos no a armas nucleares, decimos no a violar a mujeres… decir no es la esencia de la civilización, así que, ¿por qué no asumimos que podemos también decir no a Tik Tok, a Instragram, a ChatGP? En el segundo capítulo del libro hablo del pedagogo judío Janusz Korczak, hablo de Antoine Saint-Exupéry y de Robert Oppenheimer: todos ellos son personas que hicieron lo correcto, son para mí ejemplos de lo que puedes hacer con la dignidad humana. Años antes de que derribaran su avión, Saint-Exupéry vio a un niño que dormía plácidamente junto a sus padres en un vagón de tercera clase lleno de polacos expulsados de Francia. En ese niño está el origen de su principito y está la pregunta sobre el futuro. Saint-Exupéry nos recuerda que en cada niño está la posibilidad de ser un Mozart: no en el sentido de ser un genio, sino en el sentido de tener la capacidad y la posibilidad de crear algo hermoso, bueno, verdadero. Saint-Exupéry ya nos dijo que con nuestra política y nuestro sistema económico estamos asesinando a estos futuros Mozarts. Y esto es lo que seguimos haciendo, ahora incluso más, pues nuestro sistema está basado en las cifras, en la producción… en toda una serie de ideas absurdas que nos llevan a perder los valores del humanismo.

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A través del personaje de Naphta de La montaña mágica usted reflexiona sobre los totalitarismos que han jugado con el miedo, prometiendo seguridad, estabilidad y orden.

Por esto ha ganado Trump en América y por esto Putin es amado por la mayoría de los rusos. Si ha leído Los hermanos Karamazov recordará la leyenda del gran inquisidor. Ahí Dostoievski lo explica todo: nos habla de que la gente está feliz con ese cardenal que pone a Jesús en prisión y le llama estúpido por todas sus ideas de libertad, puesto que –dice el cardenal– lo que quiere la gente es obediencia y liderazgo. Y esto es lo que algunos ofrecen. Ya lo advertía Sócrates: si puedes escoger entre el camino fácil y el difícil, ¿cuál escoges? El fácil.  Si tienes que escoger entre quedarte de lado o ser parte del grupo, ¿qué eliges? Ser parte del grupo, porque quedarse fuera no es fácil. Sin embargo, está es la cuestión y aquí está la esencia de educar correctamente. He visto que tienes hijas [señala mi foto del móvil]: estoy seguro de que lo que les enseñarás es a no tener miedo, a vivir su propia vida,  a tomar sus decisiones. Pero, estamos en un mundo en el que se aboga por todo lo contrario. Así que con Nexus y con mis libros lo que busco es mantener viva la tradición del humanismo europeo.

La educación es fundamental. Sin embargo, estamos en un momento en el que las aulas, incluso en infantil y primaria, se llenan de pantallas: hay la obsesión por enseñar tecnología, programación, haciendo desaparecer el papel y el lápiz y, por supuesto, esta cultura humanista.

De ser así, lo que hay que hacer es sacar a los niños de los colegios, porque los niños son las víctimas. Ellos no pidieron esto y, sin embargo, son los que pagan en primera persona las consecuencias de este crimen. Como decía antes, de esta manera se mata a los futuros Mozarts. Este sistema no está interesado ni en lo más mínimo en que los niños desarrollen su propia alma y su mente para llegar a ser hermosos. Quieren convertir a tus hijas y a todos los demás niños en pequeños robots que funcionen según la lógica de la economía. Se está inculcando constantemente la mentira de que la vida tiene que ser útil, pero ¿tienes hijos por qué son útiles? ¿Tienes relaciones con los demás simplemente porque te resultan útiles? No se entiende que todo lo exclusivamente útil carece por completo de interés. Porque las cosas más importantes en la vida son aquellas que van más allá de lo útil:  que el amor, la belleza y el bienestar no son útiles. Me parece un absoluto delito esta obsesión por lo útil.

'La palabra que vence a la muerte'

'La palabra que vence a la muerte' TAURUS

Mientras le escuchaba a hablar pensaba en Nuccio Ordine, que precisamente escribió un ensayo titulado La utilidad de lo inútil.

Nuccio era un buen amigo. Desgraciadamente murió demasiado joven. Nos unía la amistad que manteníamos con George Steiner, que era un referente, un maestro. Nuccio era una voz solitaria, pero fue sobre todo alguien que hizo lo correcto, aunque esto lo situara fuera del grupo, pero ¿cómo es posible que esa cultura humanista que representaba Ordine es lo extraño, lo que no es común?  La Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil española o la Guerra Fría están detrás de la esquina. No ha pasado tanto tiempo y, sin embargo, se nos han olvidado muchas, demasiadas, cosas. Nos hemos convertido en una especie de sonámbulos que caminan sin cabeza hacia la próxima catástrofe. Y si no cambian las cosas, esto no acabará bien. Pero para que cambien las cosas debemos repensar el sistema educativo, volver a valorar el conocimiento humanístico y dejar de pensar en el interés propio. A veces me pregunto: ¿la clase política sigue leyendo libros? ¿la clase política tiene ideas? Dicho esto, está bien plantearse estas preguntas, pero también es necesario que nos miremos a nosotros mismos y, concretamente, que los intelectuales nos miremos y nos preguntemos qué ideas estamos vehiculando. Al fin y al cabo, los políticos son un reflejo de la sociedad.

Hemos hablado de Trump y de Putin, de Israel; podríamos también hablar de Argentina con Milei, pero déjeme preguntarle si usted cree que, en cierta manera, estas distintas formas de populismo tienen en Berlusconi un precedente.

Berlusconi representaba todo lo que a la gente en general le gusta. Era rico, estaba rodeado de jóvenes hermosas, introdujo la diversión en la televisión y hacía que todo fuera divertido, agradable, bonito. Representaba esa falsa idea de que todo siempre va bien y así borraba cualquier problema y conflicto. Y esto a la gente le gustaba, así olvidaba todo lo demás. Al fin y al cabo, ¿por qué se empieza a consumir drogas?  Para olvidar cosas. Pero ya se sabe que las drogas terminan llevándote a la ruina y en política pasa los mismo: puedes seguir y apoyar a los Berlusconi, pero esto solo conducirá a pobreza, desigualdad, guerras…

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Por esto insisto en el hecho de que estamos en un momento clave; como dirían los americanos, estamos en un punto de inflexión, podemos ir hacia un lado o hacia el otro. Las señales, eso sí, no son muy positivas. Trump está ahí para quedarse. Rusia y China están como están. En Argentina tenemos a Milei. Como Europa, nos tenemos que preguntar qué vamos a hacer. Lo que está sucediendo a nuestro alrededor es un toque de atención, pero toca tomar decisiones y toca decirle a la clase política que necesitamos unidad y que hay que volver a las ideas iniciales de la socialdemocracia. Podemos hacerlo, pero para ello debemos librarnos de esta idea de falsa grandeza y pensar en construir una civilización europea que beneficie a toda la humanidad. Pero si no nos ponemos las pilas, entonces ya nos podemos esperar la Tercera Guerra Mundial y tus hijas serán las víctimas.

Escribe: “La palabra y el amor son lo mismo”. ¿Esta reconstrucción pasa, ante todo, por reconstruir el lenguaje, por rescatar la palabra de la barbarie?

Sin duda. Y por esto, la poesía es tan importante, porque cada palabra en un poema tiene significado. Es todo lo contrario de lo que sucede en los programas de debate, donde solo hay palabras, palabras y palabras sin más. Freud ya explicaba que para crecer se necesita de una bendición, es decir, de alguien que, en algún momento, te diga que hagas lo que hagas estará bien, que te diga que hagas lo que creas, sin preocuparte. “Bendición” es “decir bien”, es un término que nos habla del poder de la palabra, porque, al final de tu vida, lo que recordarás son las palabras que te dijeron los seres queridos, las palabras de amor que te expresaron. En El principito, el niño se sorprende de que la gente no tenga amigos porque está siempre ocupada, no tiene tiempo. Esto es lo que nos pasa ahora y lo que nos roba el tiempo son aparatos terribles como el móvil y las pantallas. Asegúrate de que tus hijas no tengan estos dispositivos porque son un veneno absoluto. No dárselos es el mejor regalo que les puedes hacer. Se enfadarán, te criticarán, pero con los años te lo agradecerán.