El escritor Josep Pla

El escritor Josep Pla WIKIPEDIA

Letras

Cincuenta años de 'El cuaderno gris' (también en español)

La traducción de Gloria Ros y Dionisio Ridruejo del mítico dietario de Josep Pla, que proyectó la obra maestra del escritor ampurdanés entre los lectores del resto de España y también en Hipanoamérica, cumple el medio siglo

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Aunque aparecido en catalán, su lengua original, en 1966, abriendo como un gastador más grueso que espigado el largo desfile de volúmenes de la Obra completa de Josep Pla, publicada por la editorial Destino de Josep Vergés, no fue hasta 1975 cuando el singular dietario del ampurdanés vio la luz en castellano, en español, de la mano de sus traductores Dionisio Ridruejo y su esposa Gloria de Ros. Con ello se ponía al alcance de un público mucho más amplio el que se ha convertido en clásico insoslayable de un género. Desde entonces ha contado con importantes adalides que lo han alabado y recomendado a nuevos lectores, en los que ha ido calando poco a poco, como esa lluvia que deleitaba a Pla y cuyo son de madrugada lo dormía en su casa de Palagrugell como un nocturno de Chopin.

No le dio tiempo a Ridruejo a componer el prólogo que pensaba incluir en la edición, pues murió el 29 de junio de 1975 antes de que esto fuera posible. Pero la editorial juntó unos textos suyos sobre el Quadern gris, que ahora fungen de introducción. Una introducción precisa, brillante, invitadora. En esta se nos explica el modo de trabajar del matrimonio Ridruejo, cada uno en un extremo de la casa y recorriendo el largo pasillo para, soltando el teclado de la máquina de escribir, elevar al cónyuge una consulta sobre una palabra o una expresión. De esos pasos en ambas direcciones por el largo corredor de su domicilio se beneficia esta traducción (último trabajo literario del escritor nacido en Burgo de Osma). Algunas notas aportan matices y posibles otras traducciones a lo vertido. En fechas más recientes, el especialista en Pla Narcís Garolera ha revisado la obra e introducido numerosas restituciones de palabras según el manuscrito y la primera intención del autor, que en un exceso de celo de los correctores habían sido sustituidas por otras o simplemente omitidas.

“Un Montaigne del Ampurdán” llamó a Pla Andrés Trapiello, no en vano el Mas del de Palafrugell ejerce en este el mismo papel que su célebre torre para el francés: un retiro para rumiar a la orilla del mundo (Montaigne es, además, citado en algún pasaje de El Cuaderno gris). Está por otra parte esa frase rotunda como un planeta autosuficiente que dejó Montaigne, “Yo soy el tema de mi libro”, que también podría ser adoptado por Pla si no fuera porque este tampoco es que dé muchas explicaciones sobre lo que le sucede o piensa. La impresión que uno tiene al leer su dietario es la de que el autor prefiere hablar de los demás o en algún caso poner en boca de estos pensamientos que a lo mejor son los suyos propios pero que, en labios ajenos  pueden dar más juego en la página como los variados personajes enriquecen el guiñol. Eso, y describir, siempre en pos del adjetivo exacto.

Josep Pla, en su vejez

Josep Pla, en su vejez

¿Y qué es El cuaderno gris, del cual llevamos ya unos párrafos hablando? Pues un diario o dietario (en catalán se ha solido preferir esta segunda palabra) que abarca los años de 1918 y 1919, comenzado cuando Pla estaba en los veinte años de su edad. Lo empezó con esa libertad, con esos meses de asueto que le proporcionó el cierre de la Universidad de Barcelona, en la que estudiaba, con motivo de la gripe que asoló el continente europeo (y más allá), plaga bíblica de gran mortandad que vino a sumarse a la bélica, pues en el libro asistimos a los estertores, sumados a los de los combatientes en el frente, de la propia Gran Guerra, luego conocida como Primera Guerra Mundial. El estudiante ocioso hace vida de pueblo, y en esto radica una de las virtudes mayores del Cuaderno: que no pone el foco en los grandes acontecimientos sino en los más pequeños pormenores locales, de modo que permite ver cómo se desarrollaba la vida en el Ampurdán de la época (que más parece del siglo XIX que del XX).

Que cubra esos años no significa sin embargo que todo se escribiera entonces, o que se escribiera precisamente así. Pla reelaboró su texto muchos años más tarde y alguna huella queda de ello en el Cuaderno, pues son perceptibles las puntadas de esos cosidos y zurcidos Y no todo sucede en ese bienio. Hay excursos, como un largo episodio en que se narra algo de la estancia del escritor cuando estudiaba el bachiller interno en Gerona. Y no todo sucede, a secas. Pla crea un relato sobre jóvenes y tontuelos enamorados del que es imposible que fuera testigo (si bien pudo haber cogido frases al vuelo en sus paseos por la playa, lo que en la barca sucede solo puede ser fruto de su invención).

El segundo año del Cuaderno se desarrolla mayormente en Barcelona, retomada la actividad universitaria, y la capital catalana sirve como contraste de Palafrugell o sus alrededores: vida de pensión, privaciones, la asistencia a la peña del Ateneo o el refugio en alguna biblioteca. Más nuevas divagaciones y flashbacks, como el hilarantemente triste de la tropa de escolares de quince años yendo a la carrera, y en deserción furtiva de una excursión piadosa, a una casa de señoritas en Gerona aunque luego, como el estrambote famoso del soneto cervantino: “fuese y ni hubo nada”.

Las lecturas que a lo largo de este tiempo (un tiempo bastante elástico, un tiempo de manga ancha, como se ve) hace Pla son del propio Montaigne, más Barrès, Platón, Pérez de Ayala, Stendhal, Joubert, La Bruyère, Ortega, Nietzsche, Azorín, Tucídices y mucho Xénius (el famoso seudónimo de Eugeni d’Ors, que no es solo letra impresa, sino que también comparece en carne mortal en algunas escenas). Lo que apenas coge el diarista son los libros de estudio, sumido en una gran indolencia. El joven Pla adeuda cantidades de dinero a los amigos, señala varias veces cuánto cuesta un café, habla con detenimiento de comidas y bebidas y frecuenta las citadas casas de señoritas o burdeles. 

Manuscrito de 'El Quadern gris', de Josep Pla

Manuscrito de 'El Quadern gris', de Josep Pla

Ante una ermita, escribe: “Estas cuatro paredes blancas me hacen sentir las raíces: ésta es mi tierra, aquí nací; en los dos o tres minúsculos cementerios de los contornos reposan las generaciones familiares de las cuales no soy más que sueño momentáneamente realizado. Aquí si todo va bien me enterrarán”. Y así fue: Pla murió en 1981 en Llofriu, y está sepultado en el panteón familiar. Sobre uno de los no pocos entierros que se consignan, leemos: “Se diría que el difunto se fue al otro mundo para no presenciar el espectáculo del enlutamiento de su familia”. En su caso habría pocas prendas de luto, que el escritor murió soltero y sin descendencia (según reconoció ante Joaquín Soler Serrano en la entrevista que este le hizo en el programa de televisión A fondo, había tenido líos, pero no se había enamorado en la vida).

Se avergüenza y horroriza de ver que tiene un poco más de veinte años “y que soy un cobarde, un conservador, un envejecido”. Esto se reflejó en el hecho (o fue causa de ello) de que, como apuntó en el Cuaderno, todos sus amigos de la época le aventajaban al menos quince años, pues los jóvenes de su edad se le antojaban aburridos (como seguramente él para estos, siempre pegado a personas de mayor edad). Unos días después anotó, abundando en el asunto: “El trato constante de las personas que tienen los mismos recuerdos no tiene mucha amenidad”.

Entresacados de los párrafos del Cuaderno hay abundancia de aforismos o brillantes frases. Casi todas muestran el carácter práctico, con los pies bien en la tierra, de Pla, que no pocas veces aborda el tema de la literatura, el de cómo escribir. Por ejemplo: 

“Los que se dejan influir por los grandes maestros demuestran tener una personalidad insignificante. Las influencias de obras más pequeñas, de radio mucho más corto, pueden ser, sobre una personalidad adecuada, sumadas y bien digeridas, mucho mejores; utilísimas”.

Hay, sí, copiosas perlas desparramadas por los cientos de páginas del dietario. Van algunas muestras:

“Los ampurdaneses −no se puede negar− somos un poco insustanciales, pero los sofritos de aquí no tienen rival; son, sin discusión, los mejores del país”. “En algún sentido había pasado una tarde deliciosa: nadie me había dirigido la palabra”. “El repiqueteo del chopo es juguetón y grácil y hace pensar en la música de Mozart, tan libre y líquida. Los pinos dan una música de órgano, de réquiem”. “Coméis un níscalo a la brasa y es como si os comieseis una oreja de señorita impregnada de pinaza”.

En una carta al que iba a ser primer editor de El quadern gris, Pla habló de este como de “una pared con figuras”. Y son muchas las que aparecen sobre esa pared, incluidas las de personajes importantes del mundo cultural catalán a los que Pla tuvo la oportunidad de tratar en la Ciudad Condal, Josep Maria de Sagarra, Carles Riba o Marià Manent entre ellos. También son figuras de un largometraje rodado hace años, páginas de memorias como las de aquel curso en que, antes de decantarse por el derecho, el joven estudiante asistió a la Facultad de Ciencias.

Ridruejo ya había cultivado él mismo el género diarístico desde los Cuadernos de Rusia (escritos en 1941 y 1942 en tiempos de la División Azul), a Diario de una tregua (1947). Otros diarios importantes en España son los de Manuel Azaña, Rafael Cansinos Assens (inéditos en vida y ahora en proceso de edición por su hijo), César González-Ruano, Rosa Chacel, Max Aub, José Antonio Muñoz Rojas, Francisco Umbral, Salvador Pániker (que tituló el primero de los suyos El cuaderno amarillo), José Jiménez Lozano, Juan Marsé, Rafael Chirbes, Miguel Sánchez-Ostiz, José Luis García Martín (que a veces fantasea), José Carlos Llop, Laura Freixas, Iñaki Uriarte, Ignacio Peyró… Carlos Edmundo de Ory los escribió la mayor parte de su vida, y Gonzalo Torrente Ballester recogió su día a día en varios dietarios, unos publicados y otros no (estos, conservados en Albany, EEUU, como ha recordado su nieto Marcos Giralt Torrente en su reciente memoir Los ilusionistas). 

'El quadern gris'

'El quadern gris' LA BUTXACA

En catalán, Marià Manent y Joan Estelrich comenzaron a escribirlos más o menos por la misma época que Pla. Pere Gimferrer reunió bajo su estela Dietari y Segon dietari (1982 y 1983, respectivamente). Otros claramente deudores del Quadern son los de,l mallorquín Valentí Puig, confeso seguidor de Pla, al que ha dedicado dos títulos fundamentales: El hombre del abrigo y Diccionario Pla de Literatura (cito por sus traducciones al español). Además, Puig es autor de un número considerable de diarios, también en catalán.

Pero volvamos a Trapiello. El primer tomo de sus diarios, El gato encerrado, es de 1990, aunque escrito cuatro años antes. Admirador de los diarios de Stendhal, la lectura del Cuaderno gris, en la traducción de Ridruejo, y su reacción entusiasta mantenida hasta hoy (extendida a otras obras de Pla, en el fondo entregas distintas de un mismo diario), hubo de animarlo en la gestación de ese ciclo propio, y único entre tanto diario de menor alcance literario, conocido como Salón de pasos perdidos. Diferencias hay, como la ausencia de datación en las entradas del leonés hoy madrileño, o el embozo de los personajes bajo iniciales o mediante la casi álgebra de una X, pero es común la reelaboración a posteriori (al principio, pocos años después, y en la actualidad, estirándose el intervalo, un decenio más o menos). 

Hay unanimidad acerca de la excelencia de El cuaderno gris, incluso entre los escritores que no han seguido su magisterio y en sus diarios han optado por la pincelada, la anotación aforística, el cotilleo del mundillo literario, más que por la traslación del paisaje o la narración seguida. Sin duda, la traducción de Ridruejo y Gloria de Ros propició su lectura no solo en España sino también en todo el ámbito hispánico. Antonio Deltoro firmó en México una muy elogiosa reseña crítica en Vuelta, la revista de Octavio Paz. Aunque aún no existía en 1975, el muy influyente en la época El País sacó una elogiosa reseña crítica en uno de sus primeros números, en mayo de 1976, a cargo de José María Guelbenzu. El Quadern tuvo una gran importancia en la consolidación de la prosa en catalán. El Cuaderno, en el prestigio del diario como género en las letras españolas.