La escritora Gertrudis Gómez de Avellaneda

La escritora Gertrudis Gómez de Avellaneda

Poesía

Gertrudis Gómez de Avellaneda, la mujer que tanto amó

La escritora disfrutó en vida del triunfo literario en la misma medida que padeció de un rosario de desgracias sentimentales

3 marzo, 2019 00:00

Nació en Cuba en 1814. Era hija de un teniente de la marina española y una cubana criolla, perteneciente a una familia ilustre de Camagüey (entonces Puerto Príncipe). El matrimonio tuvo cinco hijos, de los que sólo sobrevivieron Manuel y Gertrudis, llamada por todos desde pequeña como Tula. El padre muere cuando ella tiene ocho años y la madre se volvió a casar muy pronto con otro militar español, Gaspar de Escalada, boda a la que se opuso Gertrudis que despreció siempre a su padrastro, de esa nueva pareja nacieron tres hijos. Gertrudis permaneció en Cuba hasta 1836. Su pasión por la literatura la desarrolló desde niña. Su abuelo materno intentó concertar el matrimonio de Gertrudis con un pariente lejano, presunto buen partido. Cuando lo conoce, lo desprecia y el abuelo acabará desheredando a su hija y a su nieta. La familia emigró a Europa y, tras pasar por Burdeos, se asentó en Galicia, concretamente en La Coruña. No se adaptó a la vida gallega. Las jóvenes de su edad la fustigaban ridiculizando su afición al estudio y su escasa disposición para las tareas domésticas. Tuvo una relación amorosa con el hijo del capitán general de Galicia, Francisco Rocafort, pero pronto se dio cuenta que el pretendido marido tampoco asumía sus aficiones literarias. Rompió con él y se fue a Constantina, Sevilla, para conocer a su familia paterna.

En Cádiz publicaría sus primeros poemas, con el pseudónimo de Peregrina. Conoció entonces a Ignacio Cepeda, estudiante de derecho, apegado a las tradiciones, pero fascinado por la capacidad de independencia y audacia de Gertrudis. Su relación amorosa fue atormentada y acabó mal. Para él, ella escribió una autobiografía e infinidad de cartas. Él terminó la relación, abrumado por la impetuosidad de esta mujer, se fue a Osuna y ella, en 1840, marchó a Madrid. Ese mismo año, estrenó en Sevilla su primera obra de teatro, Leoncia, pero será en Madrid, donde Gertrudis se vincule al mundo literario muy apoyada por Alberto Lista. En esos años gozó de gran reputación, publicando sus poesías y su novela Sap, triunfa en el teatro con obras como Alfonso Munio y El príncipe de Viana y se convierte en la autora más admirada en Madrid. Entre sus amigos están los Quintana, Zorrilla, Rivas, Hartzenbusch y Valer, la flor y nata liberal del momento. En Madrid conoce al poeta Gabriel García Tassara, con el que no llegará a casarse pero que tendrá una hija, Brenhilde María, que morirá a los siete meses en 1845. El padre se niega a ver a su hija, pese a las cartas impresionantes que la madre le escribe: "Le ruego que conceda una mirada paternal a ese ángel que deja un mundo en que tanto ha padecido su madre. ¿Y es tanto lo que pido? Una caricia de piedad para una pobre inocente. ¿Qué es lo que usted teme? ¿Quiere usted que no piense nadie que es padre de mi hija?". Acaban las cartas con un patético: "Tassara, te espero".

En 1846 se casó con Pedro Sabater, gobernador civil de Madrid, hombre rico y aficionado a las letras, más joven que ella, que muere en Burdeos tres meses después de la boda, tras ser sometido a una operación de traqueotomía sin éxito. Ella se recluyó en la congregación de la Sagrada Familia de Burdeos. Un año después, reanuda sus relaciones con Ignacio de Cepeda, que tampoco prosperan. Su éxito literario era, mientras tanto, enorme. En 1853 estrenó cinco obras dramáticas en Madrid y fue propuesta para la Real Academia Española, candidatura que fue rechazada. No entraría una mujer en la RAE hasta 1979, que lo hizo Carmen Conde. En 1876 Gertrudis se casó con el coronel Domingo Verdugo mientras aparentemente, al menos, mantenía una relación sentimental con el abogado y político progresista Romero Ortiz. En su boda, actuaron los reyes como padrinos. Pero su maldición sentimental parecía irreversible. Su marido sería herido en 1858 en una pelea con Antonio Rivera, enemigo literario de Gertrudis. Su salud quedaría maltrecha y el matrimonio viajaría a Cuba buscando climas más favorables para la salud del enfermo. Fue en vano. En 1863, moría su esposo.

En Cuba fue agasajada llegando a ser coronada en el Teatro Tacón de la Habana y a dirigir una revista en esta ciudad. En medio del éxito literario, ella deseaba profesar como religiosa. Crisis nerviosas, dolores de cabeza, diabetes... Físicamente se deterioró mucho, deformando su bien conocida belleza. De vuelta a España, más muertes familiares la inundaron de tristeza. Aún le quedaban unos pocos amigos, como el padre Coloma, Valera, y Fernán Caballero, que le acompañaron hasta su muerte en febrero de 1873. Valera recuerda que sólo asistieron al entierro seis escritores. Triunfo literario en la misma medida que un rosario de desgracias sentimentales de una mujer que amó mucho y en vano. Fue en una de sus cartas a Cepeda donde recogió sus intensas emociones: "Abrumada por el peso de una vida, tan llena de todo excepto de felicidad, resistiendo con trabajo a la necesidad de dejarla, buscando lo que desprecio, sin esperanzas de hallar lo que ansío, adulada por un lado, destrozada por otro; lastimada de continuo por esas punzadas de alfiler con que se venga la envidiosa turba de mujeres envilecidas por la esclavitud social; tropezando sin cesar en mi camino con las bajezas, con las miserias humanas; cansada, aburrida, incensada y mordida sin cesar".