El escritor jerezano  Juan Bonilla

El escritor jerezano Juan Bonilla

Poesía

Juan Bonilla, versos y horizontes

El Premio Nacional de Narrativa mantiene desde sus comienzos una trayectoria poética paralela donde los versos cuentan historias y el lenguaje huye de lo grandilocuente

17 diciembre, 2020 00:10

Días antes de obtener el Premio Nacional de Narrativa por su novela Totalidad sexual del cosmos (Seix Barral), recreación de la vida de la mexicana Nahuli Olin, como ya antes había narrado brillantemente la de Vladimir Maiakovski en Prohibido entrar sin pantalones (ganadora de la II Bienal de Novela Mario Vargas Llosa), días antes, decía, de que telediarios y agencias de noticias hablaran de él, Juan Bonilla (Jerez, 1966) preparaba el nuevo libro de poemas que dentro de unas semanas aparecerá en las librerías de la mano de la editorial Renacimiento

No es casualidad que esas dos novelas traten de poetas, de poetas singulares, rebeldes, de una muy marcada personalidad. Poetas novelescos, cabe decir (y así lo vio Bonilla). El primero, abanderado de la vanguardia rusa, futurista trepidante que hizo de su vida un poema provocador. La segunda, igualmente extraña, una mujer bellísima que no se quiso a limitar a ser musa y que hizo una obra, no solo verbal sino también pictórica, que entra de lleno en la vanguardia de su propio país y que aún cautiva, como encandiló a un investigador de ella, Tomás Zurián, recogido por Bonilla en su narración.

Totalidad sexual del cosmos

Totalidad sexual del cosmos

Los poetas que protagonizan estas dos últimas novelas suyas son como el negativo de las narraciones que el autor echa a andar en sus poemas, composiciones que suelen contar historias. A veces incluso se produce un trasvase entre la novela y el libro de poemas: en este que ahora llega a las librerías se incluyen unos versos que en Totalidad sexual del cosmos se atribuían a Olin. Sabemos también que, como el Juan Ramón Jiménez que se peleó con Espacio, a veces textos surgidos en verso Bonilla los pasa a prosa, y al revés.

Horizonte de sucesos es el título que reúne sus versos escritos durante los últimos años después de Partes de guerra (1994), El belvedere (2002), Buzón de voz (2006), Cháchara (2010) y Poemas pequeñoburgueses (2016), seleccionados en Defensa personal (2008) y Hecho en falta. Poesía reunida (2014), libro notablemente adelgazado del que, como de un árbol de hoja caduca, ha caído buena parte del follaje (el otoño de Bonilla obedece a su propia severidad y autoexigencia), así como los datos superfluos y de lucimiento que otros adhieren a sus notas biográficas en las solapas de sus libros y que Bonilla sin embargo desprende como un lastre.

Horizonte de sucesos

Horizonte de sucesos

El autor ha confesado en más de una ocasión que lo verdaderamente importante para él es la poesía. En esto es poco original, porque casi todos los escritores que cultivan varios géneros, incluida esta, muestran predilección por ella, ámbito en el que se sienten más genuinamente ellos mismos, acaso porque, al ir la poesía a su aire y casi ajena al mercado, es un territorio en el que no hay que buscar la punta comercial, la promoción y el corolario de servidumbres que acarrea un lanzamiento. Pero en todo lo demás Bonilla es un poeta y un conocedor de la poesía poco convencional porque, ajeno a la academia, se trata de un máximo conocedor de la vanguardia, a la que ha dedicado las mayores pesquisas del bibliófilo, poseedor de una extraordinaria biblioteca, y hace unos meses firmaba en colaboración con Juan Manuel Bonet (otro sabio en la materia) la Tierra negra con alas. Antología de la poesía vanguardista latinoamericana (Fundación José Manuel Lara). 

La poesía de Bonilla se parece a pocas y potencia rasgos que en otros solo aparecen abocetados. Hace gala de los juegos de palabras, revela su ironía, es divertida e irreverente. La posición desde la que habla no obedece a una trinchera estética o a otra, y hasta cuando más íntimamente habla de sí mismo parece que lo hace como personaje literario, y viceversa, sabiendo velar por el misterio, como ocurre en su vida. Su obra tiene concomitancias de amistades y editoriales con la poesía de la experiencia, pero no termina de encajar en ella. Para empezar, no le cuadra el epíteto de figurativa. Desde planteamientos ideológicos, religiosos y vitales distintos de los de Enrique García-Máiquez, comparte con este el gusto por la frase brillante y la pirueta, hermanas del lenguaje publicitario. Con Felipe Benítez Reyes coincide también en el gusto por la paradoja

Juan Bonilla y José Manuel Bonet, en el Hotel de las Letras de Madrid / RICARDO MARTÍN

Juan Bonilla y José Manuel Bonet, en el Hotel de las Letras de Madrid / RICARDO MARTÍN

No es nada barroco Bonilla, ni hermético, ni ininteligible. En el texto que antepuso a la selección de sus versos en La poesía más joven. Una antología de la nueva poesía andaluza que agavilló Francisco Bejarano en 1991, el autor de Horizonte de sucesos declaraba: “Detesto la poesía que se jacta de artificiosa, retórica, grandilocuente. Prefiero aquélla que, siendo muy artificiosa, parece natural y habla en voz baja (he ahí la perfección del artificio)”. Esto es Wordsworth (mucha de la mejor poesía de Bonilla es evocativa, como el Preludio), esto es Cernuda (tono quedo, de tú a tú, sin ampulosidades). Como señalara José Luis García Martín en otra antología en la que incluyó al jerezano, las ideas poéticas de Campoamor eran las mismas que las de Gil de Biedma o Gabriel Ferrater, y estos pretendían que la poesía “fuese tan interesante como puede serlo una novela”. Es exactamente lo que consigue Bonilla.

Si Poemas pequeñoburgueses era el testimonio de esa cifra redonda y llena de aristas interiores, el medio siglo de edad, aquí, cuatro años después, la visión es claramente pesimista a lo largo de todo el libro, con escasas treguas. “Diario” trata de la existencia vacía. “Agradecimiento” reincide en ello; así, “te sientes un hombre vaciado / ante el futuro –que es deporte extremo / para el que no estás entrenado”. O estos otros versos que extraídos del poema en que se incluyen podrían ser casi una soleá: “Qué viejo / el niño que me mira / en el espejo”. Este tono de decepción y tedio vital se hace además explícito en un empleo de la rima con más asiduidad de lo que había hecho antes el poeta (aunque no le fuera desconocida), acercándose así a la tradición de las composiciones de desengaño de Bécquer (el tercer grupo de sus Rimas, tras las dedicadas a la poesía y a la pasión amorosa) y a Manuel Machado y Javier Salvago, por citar solo algunos de los más destacados maestros de esta manera. 

Hecho en falta, Juan BonillaLa fijación por la infancia, esa Arcadia que a veces da arcadas de asco, no es nueva: en el libro anterior se hallaba sin ir más lejos en “Por regresar” (“Por regresar a veces adonde no hay regreso / quito el color a la televisión / y veo los partidos como entonces, / en blanco y negro”). Ahora leemos en “Lo inesperado”: “pregunto por quién dobla la campana: / sé que es por todo lo que no he vivido”. Muy plásticas son las imágenes de “Vencejos”, con ese sol noqueado por un puñetazo en el crepúsculo o las aves del título. Sobre esas aves escribe: “No sé dónde se van, / quizá a plancharse sus fracs negros / y sus blancas pecheras / y sus pasamontañas”. 

La fijación por la

Si en un libro anterior citaba a Heráclito, ahora lo hace con Empédocles en el poemaa “El alma fuera”: “De vez en cuando mato a quien he sido / por ver si se evapora de él el alma”. Bonilla es muy culto pero no pedante, y en la introducción al libro explica el título según terminología de la física, siguiendo las explicaciones del profesor Manuel Lozano Leyva. Juega también con la intertextualidad: “Soy un fue, un no será, un ex cansado”. Pero no se limita a Quevedo. Con alguna variación, tres veces se repite el leitmotiv, una suerte de estribillo en sordina, “Estoy bastante muerto últimamente / y han soltado en mi corazón un pájaro / que come corazones”. 

Defensa personal

Defensa personal

Dividido en siete partes, Horizonte de sucesos es su libro de poemas más extenso (134 páginas). Es imposible comentarlas todas, pero estas incluyen un grupo de textos de amor con crudeza y ternura, una colección de letras de canciones y una transcripción de momentos del día, desde el despertar hasta cuando, por fin, tarde, llega el sueño: “ya bajan por mis sienes lentos potros / expandiendo su milagrosa calma”.

Bonilla ha publicado, además de las ya citadas, otras novelas (incluida ese éxito cinematográfico, Nadie conoce a nadie), y volúmenes de cuentos, junto a libros heterogéneos (sobre librerías, bibliotecas, una biografía de Terenci Moix) y traducciones. Colabora habitualmente en prensa. Es un absoluto letraherido que lo ha leído todo, o casi todo. durante las largas sesiones que favorece el insomnio. Como a Borges –su querido Borges–, le agradan las enumeraciones (que no tienen por qué ser caóticas, ya viene luego la vida a hacer de todo un caos). Hay alguna en Horizonte de sucesos: una memoria en prosa sobre las casas en las que ha vivido. “Quizá debería hacer dos cartografías: el mapa de los aquís felices y el de los aquís desgraciados. Quizá lo justo fuera barajarlos”, escribe. Cuando Bonilla reconstruye su pasado, siempre acierta. Quiero decir que, con ese dardo a veces aparentemente desenfadado, acierta en la diana del lector.